Desde su primera aparición, Pennywise nunca fue solo un monstruo que vuelve cada 27 años. Fue, más bien, una anomalía. Algo que no encaja del todo en la lógica humana del tiempo, la memoria y la causalidad. El final de It: Welcome to Derry toma esa intuición que ya estaba en la novela de Stephen King y la empuja un paso más allá: Pennywise deja de ser una criatura que reaparece en ciclos para convertirse en una entidad que percibe el tiempo de manera no lineal.
Welcome to Derry no convierte este rasgo en un concepto abstracto ni en un ejercicio teórico. Lo hace dramático. Lo introduce en el conflicto. Pennywise recuerda el futuro. Y ese detalle altera por completo la lectura de la serie.

Welcome to Derry: La percepción no lineal del tiempo en Pennywise
El momento clave llega cuando Pennywise enfrenta a Marge sobre el hielo. El payaso no amenaza; explica. Dice que su muerte puede ser su nacimiento, que el mañana y el ayer se confunden, que para él no existe una secuencia clara.
Hasta ese punto, Welcome to Derry había funcionado dentro de un esquema reconocible: un ciclo, una hibernación, un despertar. El mal vuelve, ataca, se repliega. Pero esa frase rompe el esquema. Si Pennywise vive el tiempo como una simultaneidad, entonces el ciclo no es una limitación interna, sino una regla externa, una jaula. No duerme porque quiera: duerme porque algo lo obliga.
La serie de Andy Muschietti sugiere que los pilares que encierran a Pennywise no solo lo atan al espacio de Derry, sino también a un momento específico. Lo mantienen fijo en 1962. Cuando el ejército destruye uno de ellos, lo que se libera no es solo al monstruo, sino su relación con el tiempo.

Richie Tozier y el conocimiento del futuro
Pennywise sabe que Richie Tozier será parte de su derrota. Sabe quién es Marge, quién será, qué nombre llevará. Pero ese conocimiento no lo vuelve invencible. Al contrario: lo vuelve reactivo. Por primera vez, el monstruo actúa para corregir algo que todavía no ocurrió. El intento de matar a Marge no es un acto de crueldad más: es un gesto desesperado de edición temporal.
Aquí Welcome to Derry es cuidadosa. Pennywise no “viaja en el tiempo” de manera tradicional. No hay saltos físicos, portales ni paradojas clásicas. Hay percepción. Conciencia expandida. Una experiencia del tiempo similar a la de otras entidades del universo King: seres que existen fuera de la línea, pero que, al interactuar con el mundo humano, quedan parcialmente atrapados en ella.
Por eso Pennywise puede recordar su derrota sin poder evitarla del todo. Sabe lo que va a pasar, pero no controla cada variable. El futuro existe para él como memoria, no como certeza modificable. Esa tensión –saber y aun así fallar– es lo que lo vuelve peligroso y, al mismo tiempo, vulnerable.

El salto a 1988: Beverly Marsh y la memoria del trauma
El tiempo no lineal de Pennywise no se manifiesta solo en sus palabras, sino en la estructura misma del final de temporada 1 de Welcome to Derry. El episodio se permite un salto abrupto a 1988, cuando la historia del ciclo de 1962 ya está cerrada.
La escena de Beverly Marsh en Juniper Hill no pertenece al relato que acabamos de ver, pero tampoco es un simple guiño. Funciona como prueba concreta de que el pasado y el futuro de Derry se contaminan entre sí. Ingrid Kersh, envejecida, repite una frase que ya escuchamos en It: Capítulo 2. Pennywise no está presente físicamente, pero su lógica temporal sí lo está. El trauma se transmite porque el tiempo, en Derry, se acumula.
En ese sentido, Pennywise no rompe el tiempo. Lo infecta. Cada ciclo deja residuos que reaparecen décadas después, no como recuerdos ordenados, sino como miedos que regresan sin explicación. La no linealidad no es una superpotencia espectacular, sino una forma de persistencia.

Pennywise: Un monstruo con memoria
La temporada 2 de Welcome to Derry se sitúa en 1935, y no será simplemente un regreso al pasado. Será un pasado observado desde el futuro. Pennywise llegará a ese ciclo con la experiencia de 1962 incorporada. No como estrategia perfecta, sino como rencor. Como aprendizaje torcido.
Esto reconfigura la lógica del enfrentamiento. Ya no veremos al monstruo “por primera vez”, sino a un Pennywise que ya fracasó. La serie invierte así la expectativa clásica de las precuelas: en lugar de explicar cómo empezó todo, se pregunta qué hace el mal cuando recuerda su final.
La idea elimina cualquier sensación de progreso. No hay evolución moral, no hay aprendizaje redentor. Hay ajuste. Variaciones sobre el mismo error. Pennywise prueba caminos distintos, pero el resultado siempre se parece. No porque el destino sea inamovible, sino porque Derry repite sus condiciones.
Frente a esta percepción expandida del tiempo, los personajes humanos solo pueden responder desde la linealidad. Para ellos, el pasado pesa, el futuro es incierto y el presente duele. La serie construye su emoción en ese contraste: Pennywise puede ver todo, pero no sentirlo como ellos. Los chicos no saben nada del futuro, pero actúan igual.
La victoria parcial del final de temporada no contradice la no linealidad del monstruo. La confirma. Pennywise sabía que iba a perder ese round, y aun así lo jugó. Porque su existencia no depende de ganar siempre, sino de volver. Dormir no es desaparecer: es esperar otro punto de entrada.

El tiempo como estructura de Welcome to Derry
Más allá de lo que Pennywise dice sobre el tiempo, It: Welcome to Derry ya venía trabajando esa idea desde su propia forma de narrar. La temporada 1 de la serie no avanza de manera estrictamente lineal: está atravesada por reiterados flashbacks a 1908 que funcionan como un segundo eje temporal permanente.
Esos regresos a 1908 establecen el origen moderno de Pennywise, el momento en que It adopta un rostro, un nombre y una estrategia reconocible. Bob Gray se convierte en la máscara humana que le permite operar en Derry. La serie muestra ese proceso de manera fragmentada: la violencia inicial, la transformación progresiva. Pennywise se va armando en capas, como si el monstruo necesitara tiempo para aprender a ser eficaz.
La figura de Ingrid Kersh es central en esa construcción. Su historia atraviesa las décadas y conecta los distintos planos temporales de la serie. En 1908, es una niña expuesta al horror; en 1962, es una mujer rota que sigue buscando a su padre; en 1988, es una anciana que todavía repite las frases del monstruo.
La insistencia en volver a 1908 no busca aclarar todos los misterios, sino fijar una idea: Pennywise no es eterno en su forma, sino persistente en su lógica. Cada ciclo hereda algo del anterior. El payaso de 1962 no es idéntico al de 1908, pero está construido sobre esa base.
Desde esta perspectiva, la estructura temporal de Welcome to Derry replica la mente de su antagonista. Pasado y presente conviven, se reflejan, se responden. Las siguientes temporadas –ambientadas en 1935 (el asesinato de la banda de Al Bradley) y 1908 (el incendio de la Herrería)– son la consecuencia lógica del dispositivo. En Welcome to Derry, el tiempo no es una línea que avanza, sino una espiral que vuelve siempre al mismo punto: el instante en que el mal encontró una forma humana y decidió quedarse.
Porque si algo deja claro el final de la primera temporada de Welcome to Derry es esto: Pennywise no teme a su muerte. La recuerda. Y vuelve igual.
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