El Conjuro 4: Últimos Ritos llegó con la promesa de cerrar el recorrido cinematográfico de Ed y Lorraine Warren, los investigadores paranormales que cimentaron el universo de terror más popular de los últimos diez años. La película se centra en el caso Smurl, un episodio de mediados de los años 80 en el que una familia de Pensilvania afirmó ser acosada por un demonio.
La película muestra a Ed debilitado por su corazón enfermo y a Lorraine sosteniendo el pulso de la fe y la clarividencia. Pero detrás de esa ficción se esconde la pregunta: qué fue de ellos cuando las cámaras se apagaron, qué quedó de los Warren después del caso Smurl que cierra la saga.
La respuesta es menos espectacular que el mito de Hollywood. Libros, conferencias, un museo saturados de objetos y, en los últimos años, el peso de la controversia acompañaron el tramo final de sus vidas. El Conjuro 4 toma esas piezas y las acomoda en clave dramática, pero la historia real es más áspera y compleja.

El Conjuro 4 y el caso Smurl en la vida real
El guion de El Conjuro 4 toma como punto de partida el acoso que sufrió la familia Smurl en West Pittston, Pensilvania. Jack y Janet Smurl se mudaron a esa casa en 1973 y comenzaron a notar fenómenos un año después. Durante más de una década, los integrantes del hogar aseguraron escuchar ruidos inexplicables, percibir olores fétidos y ser víctimas de agresiones físicas. La explicación llegó de la mano de los Warren en 1986: un demonio habitaba la casa. El espejo de la película nunca existió en los registros, pero funciona como núcleo narrativo: un objeto maldito capaz de cristalizar el miedo de los Smurl y conectar con la historia de los Warren a través de Judy.
Los Smurl plasmaron su experiencia en el libro The Haunted: One Family’s Nightmare (1988), escrito junto a los Warren y al periodista Robert Curran. El texto alcanzó notoriedad y en 1991 derivó en The Haunted (Apariciones), una adaptación televisiva con Sally Kirkland como protagonista.
El archivo sobre la familia Smurl es más perturbador que lo que aparece en la pantalla. Tanto Jack como Janet afirmaron haber sido agredidos sexualmente por entidades invisibles. Jack habló de un ataque de un súcubo; Janet aseguró haber sido acosada mientras dormía. También describieron levitaciones, ruidos imposibles de ubicar y episodios violentos, como haber sido arrojada contra una pared.
En El Conjuro 4, estas escenas aparecen suavizadas: los ataques se transforman en parálisis o levitaciones, pero los relatos de los Smurl plantean una invasión más física y directa.
La película muestra cómo los Warren lograron enfrentar a las entidades, aunque no sin costos personales. En la historia real, su intervención fue mucho más limitada. Registraron fenómenos, afirmaron haber identificado cuatro entidades distintas y escribieron The Haunted junto a los Smurl. Pero no resolvieron el problema.
Hubo tres intentos de exorcismo, ninguno autorizado oficialmente por la Iglesia y ninguno exitoso. El desenlace llegó con un sacerdote local, Joseph Adonizio, que en 1986 afirmó haber liberado la casa mediante oraciones intensas. Los Warren ya no estaban en el centro de la historia.
El caso Smurl fue uno de los últimos de relevancia pública para el matrimonio. Después de él no enfrentaron sucesos tan mediáticos como los de Amityville o Enfield. Esa ausencia de nuevos expedientes resonantes explica en parte la decisión de cerrar la saga cinematográfica en este episodio.

La vida de los Warren tras el caso Smurl
Tras el caso Smurl, Ed y Lorraine Warren se dedicaron a consolidar su trabajo en otros frentes. Publicaron libros sobre el hombre lobo de Southend, sobre el cementerio de Monroe y sobre el caso Snedeker, que años más tarde inspiraría la película The Haunting in Connecticut. Su nombre seguía vinculado al mundo de lo paranormal, aunque ya no protagonizaban investigaciones de alto impacto mediático.
La pareja recorrió universidades e instituciones con conferencias sobre demonología y fenómenos paranormales. El carisma de Lorraine y el carácter de Ed sostenían esas presentaciones ante públicos muy diversos, desde curiosos hasta creyentes convencidos.
El museo del ocultismo que habían fundado en su casa de Monroe se convirtió en el centro de su legado. Allí se guardaban objetos recogidos durante décadas de investigaciones, entre ellos la famosa muñeca Annabelle. En El Conjuro 4 aparece una escena en la que Ed entrega simbólicamente las llaves del museo a su yerno, Tony Spera. En la vida real, la gestión también quedó en manos de Tony y de la hija del matrimonio, Judy.

La salud de Ed y la muerte del matrimonio Warren
El Conjuro 4 enfatiza el deterioro físico de Ed, que en la ficción sufre un infarto mientras enfrenta al demonio del espejo. Ese recurso narrativo se basa en hechos reales. En 2001 Ed Warren sufrió un ataque al corazón que lo dejó debilitado. Cinco años más tarde, el 23 de agosto de 2006, murió en su casa de Monroe a los 79 años, tras complicaciones de un accidente cerebrovascular.
Lorraine lo sobrevivió durante más de una década. Siguió vinculada como asesora de las primeras películas del universo El Conjuro, lo que le permitió supervisar de cerca cómo eran retratados tanto ella como su esposo. Falleció el 18 de abril de 2019, a los 92 años, mientras dormía en la misma ciudad en la que había vivido gran parte de su vida. Ambos están enterrados en el cementerio de Stepney, Connecticut.
Con su muerte se cerró una relación que había durado 61 años y que se convirtió en el núcleo de una de las mitologías contemporáneas más lucrativas del cine de terror.

Las polémicas en torno a los Warren
El aura que rodeaba a los Warren estuvo acompañada de cuestionamientos desde el inicio. Varios de los casos que investigaron fueron desmentidos por escépticos, periodistas y hasta por las propias familias implicadas. El episodio de los Smurl de El Conjuro 4, fue calificado por vecinos y clérigos de la zona como un montaje destinado a obtener beneficios editoriales.
El célebre caso de Amityville, uno de los que cimentó su prestigio, también fue puesto en duda. Diversos investigadores y científicos sostuvieron que las manifestaciones paranormales relatadas por la familia Lutz nunca existieron, y que la historia había sido fabricada como estrategia comercial. Los Warren defendieron hasta el final la autenticidad del caso, lo que aumentó tanto su notoriedad como las críticas.
A esto se sumaron relatos personales. La investigadora Gerald Brittle, que trabajó con ellos en The Demonologist, llegó a demandar a Warner Bros. por supuesta apropiación indebida de material. Y, en los últimos años, medios estadounidenses publicaron testimonios que cuestionaban la vida privada de Ed y Lorraine, insinuando contradicciones entre su imagen pública y sus relaciones familiares.
Pese a estas polémicas, los Warren lograron sostener una narrativa inquebrantable. En sus libros y conferencias siempre se presentaron como defensores de la fe frente al mal, guardianes de una frontera donde lo inexplicable se encontraba con lo humano. Esa tensión entre mito y sospecha los acompañó hasta la muerte, y explica en parte por qué El Conjuro 4 no solo es una película de terror, sino también un relato sobre la persistencia de una leyenda.

El legado de los Warren y el lugar de El Conjuro 4
Aunque después del caso Smurl los Warren no enfrentaron nuevos episodios con repercusión mundial, su influencia se mantuvo en el terreno cultural. Los libros que publicaron, las conferencias y el museo alimentaron la construcción de una narrativa sobre lo sobrenatural que alcanzó al cine, la televisión y la literatura.
El Conjuro 4 –que ya rompió todos los récords de taquilla de la saga– recoge ese tramo final con una mezcla de realidad y ficción. La película funciona como homenaje y despedida, pero también como recordatorio de cómo una pareja de investigadores autodidactas consiguió transformar historias locales de supuestos fenómenos paranormales en un fenómeno cultural global.
Al terminar la saga en el caso Smurl, la franquicia subraya que el final de los Warren no estuvo marcado por un último enfrentamiento épico, sino por la persistencia de su relato en el tiempo. Conferencias, libros y un museo bastaron para que su figura se mantuviera vigente mucho después de que abandonaran las investigaciones en campo.



