Cuando comienza el episodio 1 de la temporada 3 de Fundación, ya nada es igual. La Fundación se expandió. El Imperio no manda. Hari Seldon sigue es su bóveda, sin saber que el futuro ya no está escrito. Y Gaal Dornick se despierta de su sueño criogénico sabiendo que lo peor está a punto de ocurrir.
Pasaron 152 años desde el final de la temporada 2. Lo que entonces fue una explosión –la caída de Terminus, una dinastía que perdió control sobre su propio sistema de reproducción del poder, la fragmentación del plan Seldon– ahora es paisaje. La nueva Fundación prospera en Nuevo Terminus, pero lo que construyó ya no es una red de saber, sino un sistema de poder: una estructura comercial, política, burocrática. La ciencia dio paso a la religión, y la religión, a los mercados.
En este primer episodio de la temporada 3, lo que Fundación muestra no es un reinicio, sino una acumulación. La serie sabe que su fuerza no está en los combates ni en las predicciones, sino en la forma en que retrata el desgaste de las estructuras. Las que pretenden durar para siempre, las que se imponen en nombre del orden, las que se creen únicas. Y todas, en este capítulo, están comenzando a derrumbarse.

El episodio 1 de la temporada 3 de Fundación, explicado
La Tercera Crisis: La Fundación contra sí misma
La Fundación, ahora diseminada por el Cordón Exterior, ya no depende de un único poder central. Su crecimiento generó un nuevo conflicto interno: la tensión entre la mayoría burocrática conservadora y las facciones mercantes, que se reclaman herederas de Hober Mallow –ese encantador mercader, contrabandista y oportunista reclutado por Seldon, que muere en la nave de Bel Riose en el final de la temporada 2–, y defienden su autonomía. La amenaza no viene del Imperio. Viene de adentro: un conflicto político que podría escalar en guerra civil. Es la Tercera Crisis, según Ebling Mis.
Ebling Mis: El discípulo
Ebling Mis (Alexander Siddig) es uno de los nuevos personajes que presenta el episodio 1 de la temporada 3 de Fundación: descendiente de Xylas –el hombre que enjuició a Seldon por sedición 290 años atrás en la línea de tiempo de la serie–, es un académico autoproclamado discípulo de Seldon (Jared Harris), obsesionado con el pasado, convencido de que puede predecir el futuro, y lo bastante devoto como para desactivar el campo de fuerza de la Bóveda para hablar con su dios. Hari lo escucha. Y después lo echa.
El Imperio y el Consejo Galáctico
Mientras tanto, el Imperio, antes una maquinaria de repeticiones perfectas, sobrevive en forma de fragmento. La dinastía Cleon ahora comparte el poder con un Consejo Galáctico que no siempre acata sus decisiones. Hermano Alba (Cassian Bilton) es el que intenta intervenir: busca apoyo para una alianza con los Mercaderes rebeldes. Pero ni siquiera en esa versión más decidida logra imponer autoridad sin simulación de atentado ni chantajes.
Hermano Ocaso (Terrence Mann), por su parte, se obsesiona con los videos de ejecución de sus antecesores. Medita sobre su próxima desaparición. Piensa en huir. Pero no lo hará. “La mayoría de nosotros somos obedientes como la basura que se dirige al incinerador”, dice. Es la frase más amarga del episodio.
Y Hermano Día, interpretado con precisión irónica por Lee Pace, aparece tarde pero con potencia: convertido en poeta, amante, horticultor psicodélico y dueño de un camello clonado. Vive como si el Imperio no existiera. Pero cuando Demerzel lo llama de vuelta, sabe que su recreo terminó.
Demerzel se confiesa
Demerzel (Laura Birn), la androide más influyente de la galaxia, también tiene grietas. En el episodio 1 de la temporada 3 de Fundación, se reúne con la sacerdotisa luminista Zephyr Vorellis y le confiesa su historia –o parte de ella–: cómo las Tres Leyes de la Robótica, diseñadas para evitar el daño humano, colapsaron ante su ambigüedad. Cómo los robots entraron en guerra entre ellos al interpretar de forma opuesta qué significaba proteger a una especie obsesionada con destruirse a sí misma. Y cómo Cleon I la reprogramó para convertirla en guardiana del Imperio, su arma, su símbolo.
Pero el problema de Demerzel ya no es su pasado. Es su presente. Sabe que el Imperio que juró preservar está condenado. El Primer Radiante, entregado por Hari Seldon, le muestra que la línea del futuro se interrumpe cuatro meses más adelante. A partir de ahí, ya no hay predicción. Solo colapso.

El Mulo: Caos, carisma y control
En el episodio 1 de la temporada 3 de Fundación finalmente presenta al personaje más temido del plan: el Mulo. No llega con un ejército, pero es capaz de hacer que sus enemigos se destruyan entre sí. Aparece en Kalgan –planeta independiente, codiciado tanto por Imperio como por la Fundación– y toma el control sin apretar el gatillo.
La escena es precisa. El Mulo ofrece la vida de una niña secuestrada a cambio del poder. El regente local se niega. Entonces el Mulo activa su habilidad: manipula mentalmente a soldados, capitanes y generales para que se asesinen unos a otros. Luego fuerza al regente a entregar el anillo de mando. No hay resistencia. Solo obediencia. Y luego el suicidio inducido.
Interpretado por Pilou Asbæk, este Mulo combina excentricidad y amenaza. Tiene la energía de Euron Greyjoy, pero canalizada hacia algo más complejo: una especie de nihilismo operativo, que no busca dominio, sino impacto. Lo que quiere no es poder. Es aceleración. Lo dice: “Tengo un apetito muy grande. Solo la galaxia puede saciarlo.”
Han Pritcher: El cazador
Otro personaje nuevo de la temporada 3 de Fundación es Han Pritcher (Brandon P. Bell), jefe de inteligencia de la Fundación, que intenta demostrar que el Imperio está armando a los mercaderes secesionistas. Persigue al líder rebelde por la superficie de Haven, un planeta abrasado por el sol, donde cualquier ser vivo que quede fuera de la sombra se calcina. La secuencia –una persecución a toda velocidad en motos flotantes–muestra el músculo visual de la serie. Pero también su estructura: un sistema que gira en círculos mientras todo lo importante ocurre fuera de cuadro.
Pritcher fracasa en obtener pruebas. Es sancionado por el alcalde. Roba una nave, desobedece: va a buscar al Mulo en Kalgan.

Cuatro meses para el fin del Imperio
Hay futuros que llegan antes de tiempo. Los cuatro centros de poder –los tres Cleon y Demerzel– se reúnen para repasar las simulaciones del Radiante. Todos los escenarios conducen al mismo final: destrucción en menos de cuatro meses. Una falla en la psicohistoria, que ya no puede predecir. El plan Seldon se adelanta. El Imperio ya no es eterno.
Y entonces, en un lugar indeterminado del espacio, Gaal Dornick (Lou Llobell) se despierta. Lo ve. Lo sabe. El Mulo llegó.
El episodio 1 de la temporada 3 de Fundación, dirigido por David S. Goyer y escrito junto a Jane Espenson, no es solo una reintroducción. Es una advertencia: ya no hay plan. Ya no hay forma de anticipar qué viene. Cada facción –Fundación, Imperio, Mercaderes– cree enfrentar su propia crisis. Pero ninguna entiende que el verdadero peligro no está en las estructuras. Está en lo que las supera.
El Mulo no es una anomalía del sistema. Es la consecuencia de su arrogancia. Y ahora, como dijo Seldon alguna vez, “el destino ya no es una curva. Es una grieta”.
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