El episodio 6 de Dexter: Resurrección, Gatos y Ratón, se mueve con la misma precisión de un depredador paciente: avanza, observa, ataca cuando menos se espera. A simple vista, todo parece un capítulo de transición –un funeral, un ajuste de cuentas con un asesino serial, un hijo que intenta encontrar su lugar–, pero la última secuencia lo reconfigura todo. Dexter Morgan (Michael C. Hall) cree haber eliminado al Gemini Killer y, por extensión, haber cerrado un frente peligroso. Pero no.
El episodio 6 abre con la muerte de Prudence, madre de Blessing, y con Dexter obligado a participar en un ritual que no le pertenece. Harrison le consigue un traje y lo acompaña, porque sabe lo que significa enfrentarse solo a un funeral. En esos primeros minutos, la serie retoma algo que había relegado: el vínculo entre padre e hijo sin mediación del crimen. El momento en que Dexter enseña a Harrison a hacer el nudo de la corbata es íntimo, pero funciona también como recordatorio de la deuda emocional que Dexter arrastra con él.
En el velorio, Blessing recuerda a su madre como la mujer que lo salvó del reclutamiento infantil y lo sacó de la violencia en Sierra Leona. Dexter escucha, asocia, se reconoce en esa idea de un padre –o una figura paterna– capaz de ver al hijo por lo que es, no por lo que debería ser. El problema es que en el mundo de Dexter, las lecciones de vida conviven con cuerpos envueltos en plástico.
El episodio 6 de Dexter: Resurrección | Gareth, el ego del serial killer
El verdadero motor narrativo del episodio 6 de Dexter: Resurrección es Gareth (David Dastmalchian), alias el Gemini Killer, presentado como un catálogo de narcisismo: convencido de su genialidad, obsesionado con su propia leyenda, satisfecho de verse como figura de culto criminal. Su vanidad, más que los crímenes, lo convierte en objetivo.
El juego entre ambos se construye en clave de cacería inversa. Gareth cree que controla la situación –incluso cambia los vasos cuando Dexter le ofrece un gin tonic cargado de M99–, pero subestima la capacidad de su interlocutor para anticipar cada maniobra. La escena en la que cae inconsciente, víctima de su propia desconfianza, no es solo una victoria táctica: es una demostración de que el ego es la debilidad más fácil de explotar.
Dexter recoge su trofeo –la inevitable gota de sangre– y ejecuta sin ceremonia, como si estuviera cerrando una tarea pendiente. Lo que no sabe es que su supuesta presa es solo la mitad de un todo.
Harrison y el impulso que acecha
Mientras Dexter ajusta cuentas, Harrison se enfrenta a una batalla más sutil: la de contener el impulso violento. El conflicto aparece con la visita del casero de Elsa, un tipo indiferente a la salud de un niño con asma y dispuesto a humillar a su inquilina. En la mente de Harrison, la respuesta es inmediata: un tenedor directo al ojo. La diferencia con el asesinato de Ryan Foster es que aquí no pasa de la fantasía.
Dexter recibe la confesión de su hijo con una mezcla de alivio y advertencia. Le dice que no hay nada de malo en sentir enojo, que incluso su tía Debra tenía un temperamento explosivo, pero que lo importante es el camino que elija. Es un momento extraño: un asesino en serie explicando a su hijo cómo no ser un asesino en serie. El espectador sabe que, en esta historia, la genética y la convivencia no juegan a favor de la normalidad.
La muerte de Lady Venganza
El caso paralelo de Dexter: Resurrección avanza por cuenta de los detectives Wallace y Oliva, aunque es Batista quien introduce el elemento de peligro real: la sospecha de que Dexter es el verdadero Carnicero de la Bahía y que Harrison mató a Ryan Foster. La conexión entre padre e hijo empieza a asomar en la investigación, y la posibilidad de que Lady Venganza (Krysten Ritter) identifique a Dexter se convierte en amenaza directa.
Esa amenaza desaparece de forma oportuna. Mia aparece muerta en su celda, y un guardia vinculado a Charley (Uma Thurman) deja claro que no fue suicidio. Para Dexter, es un cabo suelto menos, pero el alivio dura poco. Leon Prater (Peter Dinklage) convoca a los miembros restantes del selecto club de asesinos a un muelle, donde un helicóptero espera para sacarlos. Falta Gareth.
Gemini: El doble asesino
El giro del episodio 6 de Dexter: Resurrección llega en el último minuto. Un coche se detiene y de él baja… Gareth. El mismo hombre que Dexter envolvió en plástico y redujo a cenizas. O eso creía. La nota en la librería, el comportamiento errático, todo encaja: Gemini no es un asesino, sino dos. Hermanos idénticos que matan de a pares, que se reparten los crímenes y la fama.
La sorpresa es doble: para Dexter, que ve cómo su meticulosidad ha sido imprecisa, y para el espectador, que comprende que la temporada ha estado jugando con un señuelo. La cacería no terminó: apenas estaba empezando.
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