Reclutas (Boots), la nueva serie de Netflix, se convirtió en el título más visto de la plataforma desde su estreno el 9 de octubre. Adaptada del libro The Pink Marine de Greg Cope White, la historia sigue a un joven homosexual que ingresa al Cuerpo de Marines durante los años 90s, en plena vigencia de la política “Don’t ask, don’t tell”. El relato, que mezcla humor y drama, explora las tensiones entre identidad, disciplina y deseo en un contexto militar rígido.
La serie está protagonizada por Miles Heizer, junto a Vera Farmiga, Ana Ayora y Blake Burt. Con una estructura de comedia iniciática y un tono más íntimo que épico, Reclutas examina cómo la masculinidad se construye y se desarma dentro de instituciones disciplinarias.
El impacto no pasó desapercibido. A los pocos días de su estreno, el Pentágono emitió un comunicado en el que el secretario de prensa Kingsley Wilson condenó la serie en nombre del gobierno de Donald Trump. “El ejército estadounidense está recuperando el ethos del guerrero. Nuestros estándares son de élite, uniformes y neutrales al sexo”, declaró, para luego añadir que Reclutas “reproduce basura woke para su audiencia y sus hijos”.

Reclutas: Donald Trump y la representación queer en tiempos de censura
La reacción del gobierno de Estados Unidos es más que una anécdota. En el contexto del segundo mandato de Trump, la administración ha endurecido su discurso en torno a los temas de género y diversidad. El comunicado del Pentágono no sólo cuestiona una serie: busca reinstalar una concepción excluyente de lo militar, donde la virilidad se confunde con el deber patriótico.
Reclutas propone lo contrario. Entre la admiración y el horror al ejército, observa a sus personajes en su contradicción: jóvenes que buscan pertenecer a una institución que no los acepta del todo. La serie retoma el espíritu del libro original de White, pero lo actualiza al explorar cómo la represión y el deseo conviven dentro del mismo uniforme. El contexto de los 90s, con su silencio institucionalizado sobre la orientación sexual, potencia la tensión narrativa.
El intento del gobierno por desacreditar la serie termina amplificando su alcance. Desde el comunicado, las visualizaciones aumentaron y Reclutas se consolidó en el primer puesto del ranking mundial de Netflix. Lo que empezó como un gesto de censura terminó funcionando como una campaña de promoción involuntaria.

El fenómeno Reclutas y la controversia con el gobierno de Estados Unidos
La respuesta oficial del Pentágono es excepcional. Ni siquiera en momentos de alta polarización política el gobierno estadounidense suele emitir juicios sobre producciones culturales. En este caso, la reacción revela hasta qué punto la ficción sigue siendo un territorio de disputa ideológica.
Netflix, que en los últimos años recibió ataques por series animadas y ficciones con personajes LGBTQ+, encontró en Reclutas un ejemplo de cómo el entretenimiento puede incomodar al poder. La plataforma aún no confirmó una segunda temporada, pero el éxito crítico y de audiencia sugiere que la historia continuará.
La polémica también conecta con un clima mediático más amplio. Hace pocas semanas, Jimmy Kimmel fue suspendido temporalmente después de un comentario sobre la reacción de Trump tras el asesinato del influencer de derecha Charlie Kirk, y el regreso del programa marcó sus picos de audiencia más altos del año.
Algo similar ocurrió con el la temporada 27 de South Park, que satirizó abiertamente las tensiones entre la Casa Blanca y los medios, generando una ola de críticas por parte de funcionarios y comentaristas conservadores. Ambos casos mostraron que los intentos de censura no debilitan a las producciones, sino que las convierten en temas de conversación.
Reclutas encaja en esa misma dinámica: una obra que incomoda porque revela lo que el poder prefiere ocultar. Si Band of Brothers exaltaba la hermandad como valor heroico, Reclutas la desmonta mostrando la fragilidad emocional que se esconde detrás del uniforme. Su fuerza no reside en el escándalo sino en la observación: en entender que las instituciones que moldean la identidad también la limitan.
Más allá del ruido político, el éxito de Reclutas confirma que la ficción sigue siendo un espacio donde las narrativas oficiales se pueden cuestionar. En un panorama donde la sátira y la representación son cada vez más vigiladas, el hecho de que una serie sobre jóvenes homosexuales en un cuartel provoque una respuesta del Pentágono no solo habla de su impacto: expone el temor de un poder que no tolera verse reflejado.



