Crítica Reclutas (Boots): La serie de Netflix sobre ser gay en el infierno del entrenamiento militar

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La serie Reclutas de Netflix adapta The Pink Marine y transforman la historia real de Greg Cope White en un retrato sobre la identidad, el poder y la domesticación del cuerpo.

En el centro de la serie Reclutas (Boots) hay una paradoja: la historia de un joven que se une al ejército para dejar de sentirse solo y descubre que el entrenamiento militar es la forma más eficiente de seguir aislado. Cameron Cope tiene dieciocho años, es gay, y se alista en los Marines a comienzos de los 90s junto a su mejor amigo, Ray. Uno busca un lugar, dejar de ser el chico acosado de la escuela; el otro cumple un mandato familiar. En ambos, la formación militar no se presenta como un rito de iniciación heroico, sino como un sistema de domesticación brutal que no perdona a nadie.

La serie está basada en The Pink Marine de Greg Cope White, un marine gay que se alistó en los 80s, cuando decir “soy homosexual” te podía costar la vida o la deshonra. Reclutas traslada la historia a 1990, en plena vigencia del “don’t ask, don’t tell”, la política que le permitía al ejército estadounidense reclutar a cualquiera mientras no se hicieran preguntas, cuando ser gay no era delito mientras nadie lo dijera en voz alta.

El creador de la serie, Andy Parker, traduce esa frase en un clima. Cameron no solo oculta su orientación; aprende a representar una versión aceptable de sí mismo. El entrenamiento militar, con sus ejercicios, su jerga, su brutalidad ritual, se convierte en un teatro de la crueldad donde cada soldado interpreta el papel del hombre que cree que debería ser.

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Miles Heizer como Cameron Cope en Reclutas de Netflix

Reclutas (Boots): Cuerpos que aprenden a obedecer

Parker elige un tono que no pertenece del todo al drama ni al humor, y en esa indecisión se juega la identidad de la serie. Reclutas quiere ser la historia de un aprendizaje, pero también un retrato de la maquinaria que fabrica obediencia. Cameron llega a los Marines con la inocencia de quien todavía cree que la violencia puede tener una finalidad noble. Enseguida descubre que no hay nobleza: solo repetición, gritos, cuerpos que se desarman y vuelven a armarse bajo un mismo código de masculinidad.

Miles Heizer interpreta a Cameron con una mezcla de fragilidad y desconcierto. En los primeros episodios, la actuación es casi documental: un cuerpo con miedo que se acostumbra a obedecer. A su lado, Liam Oh encarna a Ray, el amigo que se inscribe porque su padre fue Marine. Entre ellos hay algo que no necesita declararse: una intimidad sin deseo, una complicidad que sobrevive a cualquier disciplina.

En su mejor momento, la serie logra algo poco frecuente: convertir la rutina en lenguaje. Los 8 episodios del entrenamiento son ocho variaciones de lo mismo –nadar, correr, disparar, resistir–, pero detrás de esa monotonía se esconde la pregunta que sostiene toda la historia: ¿qué queda de una persona después de haber obedecido tanto? Reclutas responde sin discursos, solo con fragmentos de agotamiento, ironías mínimas, gestos que delatan humanidad en un espacio diseñado para construir máquinas de matar.

Reclutas: Cuando la disciplina reemplaza la identidad

La serie no evita las trampas del género militarista. Por momentos parece una campaña de reclutamiento; en otros, una sátira demasiado seria. Parker dijo que no quería hacer ni una propaganda ni un ataque a las Fuerzas Armadas, y el resultado oscila entre la admiración y la sospecha de la violencia tóxica del Ejército. Entre La Chaqueta Metálica y Love, Simon, Reclutas es una historia contada por alguien que todavía necesita creer que el sistema puede corregirse.

El guion funciona mejor cuando se concentra en los personajes. Vera Farmiga, en el papel de la madre de Cameron, aparece poco, pero cada intervención suya corta el aire. Es una mujer seca, indiferente, con una crueldad doméstica que explica más sobre su hijo que cualquier flashback. Farmiga consigue, con apenas minutos, volver tangible la desafección familiar que empuja a tantos a buscar pertenencia en el ejército.

El resto del elenco orbita alrededor de Cameron. Hay gemelos marcados por el abuso, un recluta latino, uno medio loco, un superior con un sentido del deber que roza la locura. Son versiones posibles de lo que Cameron podría llegar a ser. El instructor interpretado por Max Parker impone un miedo que parece auténtico. No porque grite más fuerte, sino porque cree en lo que dice. Su personaje condensa el dilema central: ¿cómo cuestionar a quien obedece con fe?

La serie no logra escapar a la tentación de idealizar el sacrificio. Con su corrección política y su voluntad de empatía, Reclutas no se anima a decir lo que realmente importa: que el sistema militar estadounidense se alimenta de los jóvenes más vulnerables, los destruye, los vuelve a armar como máquinas y los manda a matar en nombre de la libertad.

O quizás Reclutas no busca destruir el mito del ejército porque quiere entender por qué sigue funcionando. Por momentos, su mirada sobre la masculinidad es más lúcida que muchas producciones recientes: muestra que el heroísmo todavía se confunde con la negación del miedo. Y, en ese sentido, el viaje de Cameron es también el de un país que nunca supo qué hacer con su fragilidad.

DISPONIBLE EN NETFLIX.

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