Stranger Things: Las canciones que definieron la serie | La música como portal

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De The Clash a Metallica, de Kate Bush a Madonna: un recorrido por las canciones que abrieron portales, salvaron vidas y marcaron la memoria emocional de Stranger Things.

En Stranger Things, la música nunca fue un adorno. Fue estructura, respiración, memoria y advertencia. Un modo de contar lo que los personajes no podían decir y una forma de tensar la historia sin recurrir a explicaciones. En cuatro temporadas, la serie convirtió canciones ajenas en piezas centrales de su mitología. Algunas abrieron portales emocionales, otras funcionaron como refugio y unas pocas quedaron asociadas para siempre a la supervivencia. Lo que sigue es un recorrido por los momentos musicales que moldearon la identidad de la serie, uno por uno, canción por canción.

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Millie Bobby Brown como Eleven en Stranger Things

Las canciones y los mejores momentos musicales de Stranger Things

Should I Stay or Should I Go — The Clash

La primera canción que importó en Stranger Things no fue un hit de los 80s pensado para apelar a la nostalgia: fue un vínculo entre dos hermanos. Jonathan se la regaló a Will mucho antes de que la serie empezara, como un gesto mínimo para recordarle que la música podía ser un lugar seguro. La canción aparece temprano, resonando desde un walkman perdido, filtrándose entre las paredes del Upside Down, como si Will intentara aferrarse a una melodía para no desarmarse del todo.

Should I Stay or Should I Go condensa un dilema existencial: quedarse o huir, permanecer o desaparecer. La letra, en su ambigüedad simple, se convierte en una especie de mantra involuntario mientras Will aprende que sobrevivir no es solamente esperar un rescate, sino sostener la propia identidad cuando todo alrededor se vuelve irreconocible. La música funciona aquí como un eco humano en un espacio que niega cualquier forma de humanidad. Es la primera confirmación de que el sonido –no la luz, no la fuerza, no el discurso–puede atravesar el portal mejor que cualquier otra cosa.

Heroes — versión de Peter Gabriel

La escena de Heroes define el modo en que la serie usa la música como distorsión emocional. La versión lenta de Peter Gabriel suena mientras los personajes creen encontrar el cuerpo de Will en la cantera. La canción –un himno de esperanza en su versión original de David Bowie– se convierte aquí en un lamento expandido. El cover no acompaña la tragedia: la crea, la subraya, la vuelve insoportable. El público sabe más que los personajes y aun así siente que la escena duele como si fuera verdadera.

La fuerza del momento está en cómo la canción altera la percepción del tiempo. La tragedia es breve, pero la música la vuelve extensa, casi ritual. La escena funciona como una declaración estética: Stranger Things iba a usar canciones conocidas no para confirmar emociones, sino para torcerlas. Heroes dejó en claro que la serie podía reescribir el sentido de un clásico con solo desplazarlo de contexto y estirarlo hasta el límite de lo narrativo.

Africa — Toto

No todas las canciones en Stranger Things son vehículos de dolor o angustia. Algunas ayudan a dibujar la adolescencia desde su costado más torpe y tierno. Africa es, en ese sentido, un recordatorio de que para los protagonistas la música es también un territorio afectivo, una señal de pertenencia, un modo de habitar un tiempo que se les va de las manos.

La serie utiliza Africa en la segunda temporada como contrapunto: mientras Hawkins se vuelve cada vez más inestable, los personajes intentan sostener su rutina adolescente con canciones que funcionan como talismán. El contraste es evidente, pero no forzado. Stranger Things siempre entendió que la infancia no desaparece de golpe: se filtra incluso en los peores momentos. Africa simboliza esa obstinación por aferrarse a algo normal cuando la normalidad ya no existe.

Ghostbusters — Ray Parker Jr.

El Halloween de la segunda temporada de Stranger Things es una especie de declaración de principios sobre la identidad del grupo. Los chicos se disfrazan de los Cazafantasmas con una convicción que mezcla humor, ingenuidad y fanatismo. La presencia de Ghostbusters no es solamente un homenaje: es un modo de verbalizar lo que ellos todavía no pueden aceptar del todo. Ellos también están cazando fantasmas, solo que los suyos no pertenecen a ninguna película comercial.

La canción sintetiza algo más profundo: el pasaje entre jugar a ser héroes y descubrir que, sin quererlo, ya lo son. Stranger Things no subraya esa transición con discursos. Lo hace con esa canción, con esa escena, con esa mezcla de entusiasmo infantil y cansancio anticipado. Ghostbusters se convierte así en la frontera entre ficción y realidad para los chicos: la música les permite creer que siguen jugando, incluso cuando ya no es un juego.

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Finn Wolfhard como Mike Wheeler en Stranger Things

Time After Time — Cyndi Lauper

El baile de la escuela podría haber sido una escena menor, pero la música lo convierte en un punto de inflexión. Time After Time aparece cuando los personajes necesitan un respiro, un momento que no esté dominado por monstruos ni portales. La canción de Lauper funciona como un recordatorio de la intimidad que la serie a veces oculta entre tanta tensión.

Max y Lucas bailan, Dustin intenta reunir coraje, Mike y Eleven se reencuentran. Es un instante construido desde lo emocional más simple: cuerpos que se acercan, miradas que se sostienen, un mundo que por unos minutos deja de desmoronarse. La canción articula el deseo de volver a un orden posible. No lo logra, pero lo imagina. Y en Stranger Things, imaginar un futuro es casi un acto de resistencia.

Material Girl — Madonna

La tercera temporada de Stranger Things necesitaba mostrar que la vida continúa incluso cuando el peligro no desaparece. Material Girl aparece en una secuencia liviana y precisa, donde Max y Eleven se refugian en una tarde de compras, risas y complicidades. Es un momento de color en una temporada marcada por el descontrol biológico del Mind Flayer, y la canción funciona como un contrapunto perfecto.

La escena no busca ironizar sino establecer otro tipo de vínculo entre las protagonistas: Eleven empieza a descubrirse a sí misma fuera del laboratorio, fuera del miedo, fuera del mandato de salvar al mundo. La música juega como vehículo de identidad: pop brillante para una adolescencia que intenta afirmarse sin pedir permiso.

Never Ending Story — Limahl

Lo que podría haber sido un chiste se convirtió en una de las escenas más recordadas de la serie. Dustin y Suzie cantan Never Ending Story para activar los códigos necesarios que permitan salvar Hawkins. El momento es ridículo, sí, pero funciona porque no se burla de los personajes: los celebra.

En medio de un clima apocalíptico, la serie decide detener el ritmo y apostar por lo absurdo como forma de ternura. La música, en vez de restar tensión, la resalta por contraste. Es una jugada arriesgada que la serie ejecuta con convicción: Stranger Things siempre supo que la tragedia y el humor pueden convivir si ambos respetan la sensibilidad del momento.

Running Up That Hill — Kate Bush

El momento musical más poderoso de la serie. No solo por la canción, sino por cómo se integra en la narrativa. Max corre para salvar su vida mientras escapa del dominio mental de Vecna. Lo que sucede ahí es puro cine: cámara, montaje, respiración, música y cuerpo en sincronía.

La elección de Kate Bush es perfecta por dos motivos. Primero, por la letra: el pacto imposible, el deseo de cambiar posiciones para aliviar el dolor, la idea de un esfuerzo que parece interminable. Segundo, por el tono: la intensidad contenida, la mezcla de belleza y desesperación. La canción no acompaña la escena: la sostiene. Sin ella, la secuencia no funcionaría.

Running Up That Hill reescribió la relación del público con Max. La transformó de personaje herido en protagonista emocional de la temporada. Y convirtió su duelo –por Billy, por su infancia, por su propio miedo– en un acto de resistencia pura. La música volvió a demostrar que en Stranger Things, sobrevivir es también recordar quién se es.

Master of Puppets — Metallica

Eddie Munson, en la azotea del Upside Down, tocando Master of Puppets como si estuviera en un estadio imposible, es probablemente la escena musical más cinematográfica de la serie. No se trata solo de la canción: es el ritual, el contexto, el instante en el que un personaje decide hacer algo que sabe que puede matarlo.

La canción funciona como una declaración estética: el caos de Metallica para enfrentar un ejército de criaturas que responden a una mente colosal. Eddie no toca para distraer: toca para afirmarse. Y en ese gesto, la música deja de ser un recurso narrativo para convertirse en acto heroico. La escena es un recordatorio de que la serie construye épica sin abandonar la sensibilidad adolescente: Eddie es un chico tocando la canción que ama, en el momento más extremo de su vida.

Master of Puppets sintetiza el espíritu de la cuarta temporada: intensidad, riesgo, entrega total. Y su presencia refuerza la idea de que cada personaje encuentra su forma de pelear. Para Eddie, esa forma siempre fue la música.

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Stranger Things 5: Las fechas del final

El mapa musical de Stranger Things

A lo largo de cuatro temporadas, Stranger Things usó la música como estructura emocional y narrativa. No fue una playlist de época, ni un catálogo de hits: fue un mecanismo de lectura. Las canciones marcaron los ritmos internos de la serie, definieron puntos de giro, sostuvieron momentos de angustia y celebraron instantes de amistad. La música permitió que el mundo real y el Upside Down se espejaran con una claridad que la historia, por sí sola, no podía lograr.

Cada canción de Stranger Things fue un portal: un modo de entrar, un modo de salir, un modo de recordar. Y si la quinta temporada quiere cerrar su propio círculo, deberá entender lo que la música viene diciendo desde el principio: la serie no es solo monstruos y portales. Es lo que suena cuando un personaje intenta no desaparecer.

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