Alien: Earth | Sabotaje en la nave Maginot

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El episodio 5 de Alien: Earth reconstruye la tragedia del Maginot: entre parásitos, traiciones y cadáveres, la amenaza siempre estuvo a bordo de la nave.

Alien: Earth regresa a su origen en el episodio 5, titulado En el Espacio, Nadie…, y lo hace con una maniobra narrativa que cambia el eje del relato. Si los primeros capítulos habían empujado la historia hacia Wendy, la híbrida capaz de comunicarse con los Xenomorfos, esta vez Noah Hawley devuelve la cámara al pasado para responder una pregunta central: qué ocurrió a bordo del USCSS Maginot antes del choque con la Tierra.

Lo que se revela es menos un accidente que una masacre anunciada. La realiza un hombre, Petrovich, con la ayuda de Boy Kavalier, el niño prodigio de la tecnología convertido en villano de laboratorio. Desde ahí, cada minuto del episodio 5 funciona como un registro del derrumbe: parásitos que se deslizan en un vaso de agua, un ojo alienígena que busca cuerpo donde habitar, un capitán muerto, una tripulación que se descompone por dentro.

La serie recupera aquí los ritmos de Alien original, con pasillos oscuros, cuerpos invadidos y un enemigo invisible que se filtra en cada rincón. El Maginot ya no es solo una nave perdida en el espacio: es una tumba en movimiento, un proyectil cargado de cadáveres, un misil dirigido a la Tierra. Y el episodio 5 de Alien: Earth, con su regreso al comienzo, deja claro que el desastre nunca empezó con los Xenomorfos: empezó con la codicia de los hombres.

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Richa Moorjani como Saveri en el episodio 5 de Alien: Earth

Alien: Earth, episodio 5: Traición en el USCSS Maginot

La línea temporal dice: “A 17 días de la Tierra”. Morrow (Babou Ceesay), es despertado a la fuerza del criosueño. Hay fuego en la nave, los especímenes están sueltos, y en la enfermería dos cuerpos tienen facehuggers pegados a la cara. Una está muerto: el capitán.

Morrow pregunta qué pasó, quién abrió los ovomorfos, cómo empezó el fuego. Nadie responde. La nave ya no navega: es, como dice uno de los tripulantes, “un misil hacia la Tierra”. El sistema de navegación está destruido. Weyland-Yutani repite desde la voz artificial de Mother lo único que importa: el cargamento. Ni la tripulación ni la nave, solo las criaturas vivas en contenedores.

Ese contraste es el pulso de todo el episodio 5. Los humanos corren detrás del desastre, los aliens se propagan con inteligencia, y la corporación solo cuida su zoológico. Morrow, que hasta aquí se había mostrado rígido, casi mecánico, empieza a sospechar: no fue un accidente. Hay un saboteador en la nave.

El nombre aparece más tarde, entre las grabaciones personales de los tripulantes: Petrovich (Enzo Cilenti). Ingeniero, con acceso, con ambición. Y sobre todo con un contacto en la Tierra: Boy Kavalier (Samuel Blenkin), el genio excéntrico que colecciona criaturas. El pacto es simple: hacer estrellar el Maginot en la ciudad de Prodigy a cambio de la inmortalidad sintética. La ambición personal y el negocio corporativo se confunden en la misma traición. El contrato fáustico, repetido con nuevas formas.

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T. Ocellus en el episodio 5 de Alien: Earth

Alien: Earth, episodio 5: Cuerpos invadidos y parásitos

El episodio 5 de Alien: Earth muestra cómo cada organismo alienígena encuentra un modo distinto de invadir. La serie siempre jugó con la herencia de Alien: el cuerpo humano como espacio de colonización, como terreno fértil para que lo extraño se instale. Pero en el Maginot no hay un solo modelo de invasión: hay un catálogo completo.

La escena más brutal empieza con un gesto mínimo: garrapatas alienígenas que se cuelan en una botella de agua. Malachite (Jamie Bisping), el joven ingeniero, bebe. Lo que sigue es el tránsito del horror: la tos, la sangre, el derrumbe del cuerpo. En la enfermería, los médicos abren el torso y encuentran las larvas pegadas a su esófago, que al ser tocadas liberan un gas tóxico. Rahim (Amir Boutrous) y Chibuzo (Karen Aldridge), mueren en segundos, ahogados en su propia sangre. La ciencia es inútil, la medicina no sirve, el cuerpo es apenas un recipiente para que algo más prolifere.

El “ojo” alienígena, bautizado T. Ocellus, abre otro registro del terror: no ya la criatura que destruye desde fuera, sino la que toma posesión desde dentro, anulando la voluntad humana. Schmuel (Michael Smiley), veterano del Maginot, se convierte en su huésped involuntario. Su cuerpo ya no le pertenece. En esa fusión entre el huésped y el parásito, Hawley despliega un eco de la despersonalización que siempre habitó la saga: el miedo a perder la identidad antes que la vida.

El episodio 5 de Alien: Earth aprovecha estos momentos para recordarnos que la verdadera pesadilla no es la muerte, sino la disolución. No es el cadáver abierto en canal, sino la pérdida de control sobre uno mismo. El alien que explota el cuerpo como incubadora, el parásito que convierte un vaso de agua en sentencia de muerte, el ojo que anula la voluntad: todos son variaciones de un mismo miedo.

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Babou Ceesay como Morrow en el episodio 5 de Alien: Earth

Morrow: Del autómata al hombre trágico

En medio de esa carnicería, Morrow empieza a transformarse. Hasta aquí, la serie lo había mostrado como un engranaje más de la maquinaria Weyland-Yutani: frío, obediente, dispuesto a priorizar el cargamento antes que a sus compañeros. Pero el episodio 5 de Alien: Earth revela el fondo humano que escondía su personalidad.

Las cartas de su hija muerta –a la que llamaba “Dadabear”– funcionan como recordatorio y como condena. Mientras él pasaba 65 años en el espacio, ella crecía, vivía y moría en un incendio. La nave que él defendía como trabajador de la corporación lo privó de ser padre. Y esa ausencia se filtra en cada decisión. Cuando discute con Zaveri (Richa Moorjani) sobre quién debe tomar el mando, no habla solo como militar: habla como un hombre que ya perdió demasiado.

Esa mezcla de culpa y determinación se convierte en motor narrativo. Cuando enfrenta a Petrovich, cuando mata al saboteador con una cuchilla que sale de su propio brazo, no actúa solo para salvar la nave. Actúa para recuperar algo de control sobre una vida que siempre le fue arrebatada. Por eso, en el final en la Tierra, su declaración frente a Yutani no suena a obediencia: “Voy a recuperar el cargamento y voy a matar a Kavalier”. Es un voto personal, casi íntimo. Ya no es el empleado: es el hombre que quiere vengar lo perdido.

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Los Xenomorfos de Alien: Earth

El eco de Alien y la política del desastre

El episodio 5 de Alien: Earth funciona como homenaje y relectura. Hawley lo construye como una especie de remake encubierto: pasillos estrechos, persecuciones, la criatura que acecha detrás de las sombras, la cámara que se demora en los cadáveres. Los gestos son reconocibles, las resonancias con Ridley Scott están ahí. Pero lo interesante no es la cita, sino el subtexto.

El Maginot no se hunde solo por los aliens. Se hunde por la cadena de decisiones que priorizan el negocio sobre la vida. El corporativismo de Weyland-Yutani, el egoísmo de Petrovich, la indiferencia de Kavalier. El monstruo no es únicamente biológico: es económico, es político. Lo alienígena es también la lógica de una empresa que convierte a sus trabajadores en material descartable.

Ese cruce –monstruo externo, monstruo interno– es lo que vuelve al episodio 5 de Alien: Earth más que un simple ejercicio de estilo. Lo que en principio parecía una historia de supervivencia espacial se convierte en una radiografía del desastre humano. Y cuando Morrow toma el control del puente y se encierra, dejando morir a Zaveri, el gesto es doble: salvar el cargamento y condenar a su propia especie.

El horror biológico y el horror empresarial avanzan en paralelo, y esa duplicidad es lo que hace que Alien: Earth encuentre su lugar dentro de la saga. Hawley demuestra que la historia no necesita reinventar la criatura para ser eficaz: basta con recordar que la verdadera catástrofe empieza con la decisión humana de abrir una compuerta.

DISPONIBLE EN DISNEY+.

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