Radical Wolfe: El documental sobre Tom Wolfe recorre la vida del ícono del periodismo

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Ícono excéntrico, celebrado y resistido: Radical Wolfe rescata al escritor que convirtió el periodismo en performance literaria y redefinió la crónica del siglo XX.

Tom Wolfe abordó la escritura de no ficción con un nivel de creatividad y sofisticación que borró para siempre las fronteras entre el periodismo y literatura. Radical Wolfe llega con una apuesta clara: reconstruir a ese personaje que hizo del periodismo una forma de estridencia literaria, de vanidad, de estilo, y también de búsqueda identitaria en un Estados Unidos de tribus sociales y banderas culturales.

Dirigido por Richard Dewey, el documental ofrece una mirada integral al provocador literario y a lo que quedó después de que Wolfe muriera en 2018, dejando atrás un montón de libros célebres y un puñado de enemigos ilustres que todavía lo recuerdan con esa mezcla de admiración y desprecio que los neoyorquinos reservan para sus genios locales.

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Radical Wolfe, el documental sobre el hombre que redefinió el periodismo del siglo XX

Radical Wolfe: El documental que revive al dandy del Nuevo Periodismo

Radical Wolfe pone en escena no sólo a un escritor, sino a un estilo viviente. Dewey entiende que Tom Wolfe fue en gran parte personaje, máscara, performance. Su personalidad pública cuidadosamente elaborada no se presenta como frivolidad, sino como parte de su herramienta, como una costura fundamental de su identidad.

La película arranca con la historia que conocen todos: Tom Wolfe era un periodista mediocre y mal pago del Washington Post, hasta que Esquire le encargó una nota sobre los autos personalizados de California del Sur. Wolfe se fue, gastó el dinero de la revista, volvió a Nueva York y no pudo escribir nada. El editor le pidió los apuntes que había tomado, algo, lo que fuera, para acompañar las fotos. Wolfe se fue a su casa y escribió una larga carta, frenética pidiendo disculpas. El editor la publicó tal cual. Se llamaba There Goes (Vroom! Vroom!) That Kandy-Kolored Tangerine-Flake Streamline Baby, y fue una sensación inmediata.

Ahí está la clave de todo Wolfe: el accidente convertido en método. El fracaso transformado en triunfo por pura obstinación tipográfica. Porque lo que Tom Wolfe hizo después de ese primer golpe de suerte fue codificar su neurosis en un estilo reconocible: mayúsculas enloquecidas, signos de exclamación que invadían párrafos enteros, elipsis como si el mundo estuviera siempre a cinco minutos del apocalipsis.

Radical Wolfe: El Nuevo periodismo y el accidente convertido en estilo

El Nuevo Periodismo –ese invento colectivo de los 60 donde figuras como Joan Didion, Truman Capote, Gay Talese, Norman Mailer y Hunter S. Thompson saltaron al vacío– cambió el equilibrio de poder entre los escritores de ficción y los de no ficción, y Wolfe se puso al frente de esa revolución con la arrogancia de quien cree que el periodismo puede ser literatura sin dejar de ser periodismo. La fórmula era simple: sumergirse en el tema, robar las técnicas de los novelistas –construcción escena por escena, diálogos dramáticos, caracterización vívida, puntos de vista múltiples– y escribir como si el mundo fuera un circo permanente y el periodista su cronista más lúcido.

Radical Wolfe dedica tiempo a Radical Chic, aquella pieza de 1970 donde Wolfe infiltró una reunión elegante en el apartamento de Leonard Bernstein organizada para recaudar fondos para los Panteras Negras, y ridiculizó despiadadamente a los participantes. Alguien dice en el documental que fue la única vez que la escritura de Wolfe se volvió personalmente cruel, y que los Bernstein nunca lo superaron.

Pero toda sátira es cruel. Lo que pasó fue Wolfe atacó a la tribu equivocada: los liberales ricos de Nueva York, esa gente que se pasa la vida diciendo que está del lado correcto de la historia mientras toma Crystal con vista al Central Park. Wolfe introdujo la expresión “radical chic” en el léxico nacional y desinfló la tendencia de los liberales adinerados de exhibir sus credenciales izquierdistas organizando recaudaciones para grupos radicales.

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Ponche de Ácido Lisérgico y los comienzos de la era hippie

Radical Wolfe: Tom Wolfe, el conservador rebelde

Tom Wolfe no era un radical. Su perspectiva reflejaba su educación conservadora sureña. Nació y creció en Richmond, Virginia, estudió en Washington and Lee y en Yale, y nunca perdió del todo ese resentimiento provinciano hacia las élites intelectuales de la costa este que lo recibieron con amabilidad pero sin terminar de tomárselo en serio. Sus novelas posteriores –La Hoguera de las Vanidades, Todo un Hombre, Soy Charlotte Simmons– fueron todas bestsellers gigantescos y todas fueron recibidas con ese tipo de condescendencia que la crítica literaria reserva para los libros que vende demasiado la gente equivocada.

El problema de Radical Wolfe es que nunca se decide entre ser hagiografía o ajuste de cuentas. Michael Lewis conduce el asunto con una admiración evidente e incómoda, y los otros entrevistados –Christopher Buckley, Niall Ferguson, Tom Junod, Gay Talese– cumplen su papel de testigos de una época dorada sin demasiado entusiasmo crítico. Nadie dice lo obvio: que Wolfe fue un producto de su tiempo tanto como su cronista, que su conservadurismo idiosincrático se volvió cada vez menos idiosincrático y más conservador a medida que envejecía.

Sin embargo, hay algo en Radical Wolfe que conmueve a pesar de sí mismo. Quizás sea la nostalgia por una época en que el periodismo podía convertir a alguien en una estrella cultural instantánea, en un referente, en alguien cuyas palabras importaban más allá del ciclo de noticias de veinticuatro horas. O quizás sea que Wolfe, con toda su pose y sus trajes blancos y sus exclamaciones tipográficas, representaba algo que hoy resulta casi incomprensible: la idea de que el periodismo podía ser un arte, de que contar historias reales podía competir con la ficción, de que no solo importaba el hecho sino cómo se narraba.

Radical Wolfe incluye material de archivo, entrevistas contemporáneas, fragmentos de talk shows donde Tom Wolfe aparecía con su disfraz de dandy anacrónico. Pero el documental nunca logra escapar de su propia premisa elegíaca. En definitiva, lo que queda es una pregunta: ¿qué pasó con ese periodismo? ¿Dónde están los nuevos Tom Wolfe, los nuevos Hunter Thompson, los nuevos Joan Didion? ¿O es que el mundo cambió tanto que ya no hay lugar para gente que se pasan tres meses con una banda de hippies drogados y después escriben quinientas páginas sobre la experiencia?

La respuesta está en el documental mismo: el periodismo literario se convirtió en contenido para Hollywood, en materia prima para las adaptaciones, en otra forma de propiedad intelectual.

Radical Wolfe es un documental correcto sobre un escritor extraordinario. Dewey no intenta resolver la contradicción central –Wolfe fue a la vez crítico feroz y figura del mismo establishment al que atacaba– sino que se conforma con recordar que hubo un tiempo en que un hombre de traje blanco podía cambiar la conversación de un país entero con una sola crónica.

Mirá el tráiler de Radical Wolfe a continuación:

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