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Frankenstein 2025: Guillermo del Toro y el monstruo de mármol y oro de Jacob Elordi

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El Frankenstein de Guillermo del Toro llega a Netflix tras su estreno en cines. Un proyecto personal que transforma la novela en un drama familiar y con un monstruo inspirado en el kintsugi japonés.

Guillermo del Toro lleva décadas imaginando su propia versión de Frankenstein. La criatura, finalmente, cobrará vida este noviembre, cuando su película debute en cines y antes de su estreno masivo en Netflix. El proyecto, demorado por rechazos y demoras de producción, se convirtió en el largometraje más personal de su carrera. No solo adapta el clásico de Mary Shelley, sino que lo resignifica: ya no como una advertencia contra los excesos de la ciencia, sino como una historia sobre padres e hijos, sobre el abandono, la repetición y la violencia heredada.

En el set, todo es barroco y meticuloso. Del Toro supervisa la escena en que el Dr. Viktor Frankenstein (Oscar Isaac) ensambla a su criatura. Lo hace como un cirujano rudimentario. Rodeado de órganos y miembros sobre hielo, el científico arma un cuerpo que parece una escultura rota y vuelta a unir. Jacob Elordi, que interpreta al monstruo, no aparece ese día. Su criatura permanece cubierta. Su forma final aún se oculta, pero ya se insinúa una estética distinta a la de Boris Karloff: más cercana a un mármol dañado, soldado con costuras doradas como en el arte japonés del kintsugi.

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Jacob Elordi en Frankenstein de Guillermo del Toro

Jacob Elordi en Frankenstein: El reemplazo de Andrew Garfield y el kintsugi japonés

Después de El Laberinto del Fauno, La Forma del Agua y Pinocho, Guillermo del Toro llega con una versión de Frankenstein con clasificación R y una mezcla de mitología, catolicismo, memoria personal y cultura popular. El laboratorio de Viktor Frankenstein está construido dentro de una cisterna del siglo XVIII, con columnas verdes y esculturas mitológicas. La dirección de arte alterna símbolos religiosos, referencias literarias y diseño industrial. El espacio evoca una iglesia profanada. La criatura nace sobre una mesa que se eleva como una cruz.

Del Toro no solo dirige. Reescribió el guion durante años. El proyecto, inicialmente pensado con Andrew Garfield, fue reformulado en pocas semanas cuando Jacob Elordi lo reemplazó. Con una presencia física más marcada, Elordi encarna una criatura herida, inquisitiva, sin respuestas. Su interpretación se construyó entre sesiones de maquillaje, fotografías bélicas, bocetos del artista Bernie Wrightson y las películas clásicas de James Whale. En los intersticios entre tomas, Elordi meditaba en silencio con las prótesis puestas, mientras el maquillaje se convertía en una segunda piel. “Estaba viendo, entendiendo y actuando todo al mismo tiempo”, recuerda.

Del Toro lo describe como “una misa hermosa”: un homenaje a Mary Shelley, a Karloff, a Wrightson, pero también una obra con identidad propia. No busca imitar. Evita la cita literal. Solo tres planos remiten directamente a Wrightson. El resto es interpretación. “No estamos haciendo Karloff, no estamos haciendo Bernie, no estamos haciendo Mary”, dice del Toro. “Pero son tan importantes para mí como mis padres”.

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Guillermo del Toro

Frankenstein: Guillermo del Toro reescribe el clásico con un drama de padres e hijos

En Frankenstein 2025, el monstruo deja de ser una advertencia científica para convertirse en una tragedia familiar. La figura central ya no es la del científico visionario, sino la del padre abusivo. El Viktor Frankenstein de Oscar Isaac no solo comete un crimen contra la naturaleza; también reproduce la violencia de su propio padre, interpretado por Charles Dance. Hay una genealogía del daño que se traslada de generación en generación. El monstruo, como Pinocho, exige a su creador una respuesta: ¿por qué lo hizo, por qué no le dio las herramientas para vivir?

La criatura se rebela, pero no lo hace como un monstruo clásico. Su conflicto es existencial y emocional. El dolor no nace de la incomprensión, sino de la orfandad. Del Toro vincula esa figura con Job, el personaje bíblico que cuestiona a Dios. Solo que en esta versión, la respuesta del creador no es misericordiosa. No hay consuelo. Hay herencia, repetición, condena.

La violencia entre ambos se convierte en eje narrativo. No es solo una lucha física. Es una disputa simbólica. Ambos, creador y criatura, acaban exiliados en un paisaje helado. Una imagen literal del callejón sin salida al que lleva esa herencia de abandono. El dolor no se resuelve. Apenas se transmite.

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Mia Goth en Frankenstein de Guillermo del Toro

Mia Goth en Frankenstein: Un universo de muerte, deseo y superstición

La galería de personajes secundarios complementa ese núcleo. Mia Goth interpreta a Elizabeth, un personaje que concentra deseo, proyección y miedo. Su estética toma referencias de los films de terror de los años 60: colores saturados, contrastes dramáticos. El diseño de vestuario juega con el rojo y el verde, como signos del cuerpo y de la sangre. Elizabeth es el objeto de deseo de Viktor, pero también una figura que la criatura observa desde la distancia, como si encarnara algo que nunca podrá tener.

Christoph Waltz interpreta a Harlander, un comerciante de armas que financia los experimentos del doctor. Su papel no es marginal: articula el vínculo entre la muerte industrial de la guerra y la resurrección como negocio. Ambientada durante la Guerra de Crimea, la película utiliza el contexto histórico como fondo para una trama en la que los cuerpos son mercancía. El monstruo es ensamblado con cadáveres jóvenes llegados del frente. La ciencia, la muerte y el capital forman un triángulo siniestro.

El único gesto de compasión proviene del personaje del ciego, interpretado por David Bradley. Retomado del original de Shelley, el viejo representa la posibilidad de una mirada que no juzga por la forma. Es una pausa en el relato. Una tregua en la violencia.

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Oscar Isaac como el Dr. Victor Frankenstein en Frankenstein 2025

El Frankenstein de Netflix: Una criatura gótica y contemporánea

Aunque ambientada en el siglo XIX, Frankenstein de Guillermo del Toro funciona como una alegoría contemporánea. En lugar de insistir en la crítica a la ciencia, aborda el problema de la responsabilidad. ¿Qué hacemos con lo que creamos? ¿Qué dejamos a quienes vienen después? ¿Cómo se heredan el dolor, la ignorancia, la necesidad de afecto? Son preguntas que el director formula desde su experiencia como padre, desde su educación católica, y desde una tradición cinematográfica que conoce al detalle.

Frankenstein 2025 es una película es sombría, ritual, melodramática. No cínica. Y en esa mezcla entre solemnidad y juego, entre homenaje y reinvención, está su apuesta: no repetir Frankenstein, sino hacerlo propio.

Mirá el tráiler a continuación:

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