Crítica Jay Kelly (Netflix): George Clooney frente a su doble

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Entre el retrato público y el drama íntimo, Jay Kelly es la historia de un actor en crisis, cuando lo que se rompe no es la carrera sino la capacidad de sostener lo que quedó fuera de ella.

Noah Baumbach vuelve a territorio conocido: hombres de mediana edad que se miran al espejo y no reconocen lo que ven. Esta vez el espejo refleja a George Clooney interpretando a George Clooney interpretando a una estrella de cine que se llama Jay Kelly. La película abre con una cita de Sylvia Plath: “Es una responsabilidad infernal ser uno mismo. Es mucho más fácil ser alguien más, o nadie en absoluto”. Clooney pasa las siguientes dos horas demostrando que Plath tenía razón.

Jay Kelly entra en escena como si el mundo lo hubiera estado esperando: rodeado de técnicos, luces, manos que lo acomodan como si fuera un objeto frágil y valioso. Está filmando una escena en la repite gestos que ya no siente propios. Algo lo incomoda. Es la sospecha de que, detrás del profesional, quedó un hombre que hace años dejó de preguntarse qué quería. Jay Kelly comienza en ese punto ciego donde la vida real se volvió el intervalo entre dos rodajes.

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George Clooney en Jay Kelly de Netflix

Jay Kelly: Noah Baumbach y el vacío que sostiene a una estrella

Baumbach estructura Jay Kelly como su versión de de Fellini o Stardust Memories de Woody Allen: un hombre en medio de una crisis de personalidad que teme no tener ninguna, solo las que la ficción y el estatus de celebridad le han otorgado. Cuando se para frente a un espejo y repite su nombre con distintas entonaciones, cada variación suena como si estuviera ensayando para interpretarse a sí mismo. Es el momento más honesto de la película: un actor que admite que ya no sabe dónde termina la persona y dónde empieza la marca registrada.

Los recuerdos le llegan como puñaladas suaves: la hija mayor que le recrimina su ausencia permanente, el amigo al que le robó el papel que lo lanzó a la fama, el director que le pidió un último trabajo antes de morir y que rechazó por vanidad. Kelly acumula culpas menores, traiciones de escritorio, ese tipo de mezquindades que no alcanzan para el drama pero abren la puerta al arrepentimiento.

La película se vuelve más precisa cuando se detiene en Ron (Adam Sandler), el manager que trabaja desde un rincón que duele. Ron encarna la otra forma de agotamiento. Asume cada tarea con la paciencia de quien sostuvo una carrera entera sin que nadie se lo agradeciera. Es un tipo que construyó su identidad alrededor de servir a otro con una dignidad que desarma. Atiende las crisis laborales de Kelly mientras tranquiliza a su familia por videollamadas. Habita dos existencias que chocan entre sí. Sandler logra transmitir qué significa dedicar tu vida a alguien en un desequilibrio de poder, que la lealtad mal entendida es una forma lenta de desaparecer y la servidumbre voluntaria es más triste que la traición.

Esa relación muestra otra verdad: Jay no es un tirano ni un buen tipo. Es un hombre que aprendió a ser asistido. Vive en un ecosistema construido para no exigirle nada que no pueda resolverse con una firma, un gesto, una sonrisa. Y cuando necesita enfrentar algo que no responde a ese sistema –una hija que se cansó, un muerto que no vuelve, un amigo que no olvida– se queda sin herramientas para construir algo que tenga el peso específico de real.

Por momentos, Jay Kelly funciona porque Clooney es un actor que conocemos mirando las trampas de la celebridad y la dificultad de interpretarse a sí mismo. El problema es que Baumbach le tiene demasiado respeto. Filma como si la posibilidad de incomodar al último gran galán de Hollywood le diera vergüenza. El resultado es una crítica al star system hecha por por personas que aman la alfombra roja, comprensiva pero distante, ácida pero nunca lo suficientemente cruel.

Baumbach no empuja el relato hacia el melodrama ni hacia la culpa. Prefiere la introspección áspera, la idea de un hombre que empieza a comprender su biografía cuando ya no puede corregirla. La película revela un desajuste íntimo: la imagen pública funciona mejor que el hombre que la sostiene. Jay Kelly explora cómo la celebridad devora la personalidad, cómo la actuación constante borra la identidad, cómo el éxito cobra precios que otros pagan. Y sin embargo, Kelly termina siendo nadie en absoluto.

DISPONIBLE EN NETFLIX.

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