Diane Ladd murió en su casa de Ojai, California, a los 89 años. Laura Dern, su hija, confirmó la noticia y la despidió con una frase que parecía resumen y promesa: “Fue mi heroína, mi regalo más profundo”. No fue una exageración. Ladd, con una carrera de más de seis décadas, trabajó con directores que definieron el cine norteamericano: Scorsese, Lynch, Polanski, Payne. Fue una actriz de precisión artesanal, capaz de habitar papeles secundarios como si fueran mundos completos.
Su muerte cierra una de las trayectorias más singulares del cine estadounidense. No sólo por los premios o las películas –tres nominaciones al Oscar, una al BAFTA, una docena de personajes memorables– sino por la manera en que convirtió la actuación en un modo de observar el mundo. Desde Alicia Ya No Vive Aquí hasta Wild at Heart, la presencia de Diane Ladd revelaba que cada personaje secundario tenía una manera de pensar el mundo.
Diane Ladd y la herencia del cine clásico
El nombre de Diane Ladd empezó a sonar en los años setenta, cuando el cine norteamericano atravesaba su gran mutación. Venía de trabajar con Roger Corman –esa escuela de directores y actores que aprendieron a hacer películas sin esperar permiso– y había aparecido en Chinatown como Ida Sessions, una figura secundaria que encendía el hilo del relato. Pero fue en Alicia Ya No Vive Aquí, de Martin Scorsese, donde encontró su lugar.
Allí interpretó a Flo, una camarera sureña con lengua filosa y una ternura que nunca se volvía cursi. El papel le valió su primera nominación al Oscar. En ese personaje se cruzaban dos tradiciones: la del cine clásico, donde cada gesto tenía peso moral, y la del nuevo cine americano, que buscaba mujeres reales, sin barnices. Ladd entendió esa tensión y la usó a su favor.
En televisión, repitió la experiencia en la serie Alicia, aunque en otro rol. Ganó un Globo de Oro por su interpretación de Belle Dupree, una versión más luminosa de ese sur que conocía de memoria. En cada trabajo, Ladd parecía dialogar con un tiempo anterior sin caer en la nostalgia. Su acento, su ritmo, su forma de ocupar el espacio eran restos de un cine que todavía creía en los personajes.

Diane Ladd y David Lynch: La intensidad como lenguaje
En Wild at Heart (1990), Diane Ladd se reencontró con su hija, Laura Dern. Era Marietta, la madre de Lula: una mujer desbordada, manipuladora, feroz. La película de David Lynch era un carnaval oscuro, y Ladd se movía en él con un instinto casi animal. La crítica habló de una “madre maldita”, pero su interpretación tenía algo más preciso: una comprensión total del exceso.
Lynch la había descubierto años antes, cuando el cine estadounidense parecía perder sus rarezas. En Wild at Heart, Ladd maquilló su rostro con lápiz labial rojo hasta parecer una máscara. No actuaba: se transformaba. Ganó su segunda nominación al Oscar y, sobre todo, la atención definitiva del público que aún no la conocía.
Un año después, en Noches de Rosa, volvió a trabajar con Laura Dern. Madre e hija compartieron nominaciones al Oscar por la misma película, algo que no había ocurrido nunca. Ladd interpretaba a una mujer que defendía a una joven señalada por su deseo. La crítica habló de “mordida feminista”, pero lo que ella hacía era más radical: mirar a los personajes femeninos sin condescendencia.
Una carrera que atravesó generaciones
Diane Ladd nació en Mississippi, fue bailarina en el Copacabana y actriz de teatro antes de llegar a Hollywood. Su carrera fue una lección de resistencia. Estuvo en Colores Primarios, Fantasmas del Pasado, 28 Días, Joy, El Amo del Viento. En cada aparición había una precisión que los protagonistas rara vez tenían.
Fue parte del Actors Studio, miembro de la junta del Screen Actors Guild y fundadora de una organización dedicada al arte y la educación. En televisión trabajó tanto como en el cine: Dr. Quinn, Medicine Woman, Grace al Rojo Vivo, Tocados por un Ángel, Kingdom Hospital. Nunca fue una actriz de grandes campañas ni frases promocionales. Fue, simplemente, una intérprete total.
En Enlightened, la serie que protagonizó su hija entre 2011 y 2013, Diane Ladd interpretó a la madre de una mujer que intenta rehacer su vida. El episodio Consider Helen fue uno de los más íntimos de la televisión reciente: una hora dedicada a un personaje secundario que cargaba la historia del mundo en su silencio.
Esa fue su especialidad: dar profundidad a lo que parecía lateral. No necesitaba planos largos ni grandes gestos. Bastaba una mirada para que el público entendiera que su personaje venía de algún lugar, que había vivido.



