Crítica Bring Her Back (Haz Que Regrese): El duelo como forma de locura

bring her back 2025
Con Bring Her Back, los hermanos Philippou exploran el duelo como patología con la historia de una madre aferrada a un fantasma y dos hermanos atrapados en su afecto enfermo.

Bring Her Back (Haz Que Regrese) es una película sobre el dolor que se niega a morir. No porque se cure, sino porque se recicla: cambia de forma, se camufla, se vuelve rutina. Los hermanos Philippou dejan atrás el frenesí adolescente de Talk to Me para meterse en terrenos más venenosos: ya no les interesa las apariciones sino los vínculos. Bring Her Back es una historia familiar que parece otra cosa: aquí la maternidad está construida con pedazos de una hija muerta, la casa es un cuerpo infectado y el cuidado es una forma paciente de manipulación.

La película –producida por A24– no empieza con una aparición ni con un susto: empieza con una muerte. Un baño, un cadáver, dos adolescentes que quedan huérfanos y sin rumbo. Andy (Billy Barratt), el hermano mayor, tiene una responsabilidad que le queda grande: cuidar a Piper (Sora Wong), ciega y frágil, que necesita protección. La casa de una ex asistente social, Laura (Sally Hawkins), se presenta como refugio temporal, pero termina funcionando como laboratorio de manipulación psicológica. Por allí deambula Oliver (Jonah Wren Phillips, perfecto), el hijo autista de Laura, que recorre los rincones con la presencia fantasmal de quien ha visto demasiado.

Danny Philippou y su coguionista Bill Hinzman construyen un guion que opera en múltiples niveles de lectura. En la superficie, Bring Her Back es thriller psicológico con elementos sobrenaturales; en profundidad, es ensayo sobre el duelo patológico y la maternidad como obsesión. Porque Laura es la madre de una niña muerta que nunca terminó de irse del todo.

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Sally Hawkins como Laura en Bring Her Back (Haz Que Regrese)

Bring Her Back: Duelos, rituales y otros derrumbes

El cine de terror australiano tiene una tradición de violencia doméstica que se remonta a Wolf Creek y se extiende hasta The Babadook. Los hermanos Philippou se inscriben en esa genealogía, pero agregan una dimensión que sus predecesores no exploraron: la violencia como consecuencia del amor mal entendido.

Laura no es villana por sadismo sino por devoción. Tiene dolor. Y ese dolor es lo que la vuelve peligrosa. La necrofilia emocional se vuelve caricia pero esconde agresividad. Su perversión no está en lo que hace, sino en cómo lo racionaliza. Y ahí, en ese cruce entre el simulacro de ternura y la brutalidad, la película encuentra su tono. Un tono que no es exactamente de terror, ni de drama psicológico, ni de denuncia social, sino una mezcla inestable de los tres.

Bring Her Back usa su trama —un cóctel de tópicos sobrenaturales, huérfanos vulnerables, rituales importados y familia disfuncional—, para colarse en el terreno del duelo como locura. Los hermanos Philippou entienden que el verdadero horror no reside en lo sobrenatural sino en lo demasiado humano. Laura no es un monstruo: es una madre desesperada. Oliver no es un niño apático: es alguien que no puede asimilar lo que le pasa. Andy y Piper no son víctimas: son sobrevivientes.

Aaron McLisky, el director de fotografía de Talk to Me, vuelve a demostrar que la estética del espanto puede tener elegancia. Cada plano parece decir que algo está por romperse. No solo la carne, sino la lógica misma de lo doméstico. La pileta, el sótano, el baño: cada espacio esconde un secreto o una trampa. Incluso los objetos están cargados de amenaza. Como si el dolor no hubiera abandonado nunca esa casa, y siguiera ahí, en los rincones, esperando a los nuevos inquilinos.

Andy, el joven que intenta proteger a su hermana, es el único personaje que mantiene algo parecido a una brújula moral. Pero está solo, y eso lo vuelve vulnerable. La película lo empuja al límite con persistencia sádica: lo humilla, lo desacredita, lo enferma, lo aísla. Hasta que él también empieza a dudar de sí mismo. Lo que empieza como un caso de manipulación emocional termina siendo una demolición completa. No está con una familia de acogida: está como campo de entrenamiento para la locura.

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Sally Hawkins como Laura en Bring Her Back (Haz Que Regrese)

Bring Her Back: Locura inducida

La violencia de Bring Her Back no es gore por gore: es violencia como expresión de hambre existencial. Algunos momentos están filmados con precisión casi ceremonial; otros, con el ojo de quien sabe que el espectador quiere ver hasta dónde se puede llegar. El resultado es desigual pero efectivo. La película mantiene la tensión sin necesidad de explicarlo todo. Porque hay cosas –el comportamiento de Oliver, el ritual grabado en VHS, los símbolos que aparecen sin contexto– que funcionan mejor como grietas en la lógica.

El relato por momentos se dispersa. Como si los hermanos Philippou no confiaran del todo en la historia central y sintieran la necesidad de sumar capas: cultos, flashbacks, muertes accesorias. El vicio del “más es más”. Pero incluso en sus excesos, la película tiene algo que falta en muchas del género: una convicción. No busca la sorpresa fácil ni el truco visual. Quiere incomodar. Quiere dejar una marca.

Y la deja. Porque, en definitiva, Bring Her Back no es una película sobre el más allá. Es una película sobre el más acá. Sobre cómo el dolor puede convertirse en coartada. Sobre cómo la necesidad de llenar un vacío puede arrastrar a otros al abismo de la locura. Sobre cómo la figura materna puede ser también una cárcel con olor a desinfectante.

El cine de terror australiano tiene nuevos exponentes y el mundo tiene nuevas pesadillas. Si Talk to Me era una película adolescente que hablaba de la viralidad, el duelo y la desconexión emocional, Bring Her Back es su reverso adulto: menos adrenalina, más podredumbre. Menos juego, más consecuencia. No es mejor ni peor: es más cruel. Y más triste. Porque los muertos no vuelven pero los vivos siguen muriendo por ellos. Porque en esta casa no hay héroes, ni redención, ni epifanías. Solo un silencio espeso que queda cuando los gritos se apagan.

Y una certeza: hay cosas peores que los fantasmas. Como aquello que no muere porque alguien se niega a dejarlo ir.

Tráiler de la película:

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