The Last of Us 2, episodio 6: Joel y los fantasmas que no se van

the last of us temporada 2 episodio 6 joel
Un padre. Una hija. Cinco cumpleaños. Una verdad insoportable. El episodio 6 de la temporada 2 de The Last of Us es la autopsia de una paternidad que duele cada segundo.

¿Qué es lo que hace que una serie sobre muertos vivientes termine siendo, en realidad, la historia más triste jamás contada sobre estar vivo? La respuesta, quizás, está en lo que hace Neil Druckmann con el episodio 6 de la temporada 2 de The Last of Us.

Los mejores episodios de televisión son como esos fantasmas que se niegan a irse: vuelven cuando menos los esperas, se instalan en tu cabeza, no te dejan dormir tranquilo. The Last of Us 2×6, titulado El Precio, se construye alrededor de un hombre muerto, quizás porque Joel Miller (Pedro Pascal) vivió rodeado de fantasmas: ecos del pasado, recordatorios de lo que no debería ser olvidado porque esos recuerdos significan demasiado, o porque todavía tienen algo que enseñar. Y en un mundo donde los muertos caminan, los fantasmas emocionales resultan más obstinados que cualquier zombie.

Joel Miller lleva muerto desde el segundo episodio de la temporada, pero acá lo vemos vivir durante cinco años, desde que es un recién llegado a Jackson hasta la noche anterior a que Abby Anderson (Kaitlyn Dever) le rompa el cráneo a palazos. Cinco años que son el velorio más largo de la historia de la televisión.

the last of us cumpleaños ellie
Bella Ramsey como Ellie en el episodio 6 de la temporada 2 de The Last of Us

El flashback del episodio 6 de la temporada 2 de The Last of Us: Los cumpleaños perdidos

The Last of Us siempre fue una serie sobre los muertos. Los zombis, los infectados, los Cordyceps. Pero el episodio 6 de la temporada 2 está construido alrededor de otro tipo de muerte: la muerte de una relación, la muerte de la confianza, la muerte de esa inocencia que Ellie (Bella Ramsey) pierde cuando confirma que Joel la había salvado matando a toda la humanidad en el proceso.

El flashback podría haber sido un recurso fácil, manipulador, de esos que usan los guionistas cuando no saben cómo hacer avanzar con la historia y quieren emocionar. Pero en The Last of Us funciona de una manera extraña: es anti catártico, una terapia al revés. Como en esas novelas rusas que empiezan por el final, sabés que todo va a terminar mal. Pero cuando llega el momento en que todo se tuerce, te parte inevitablemente en dos.

El episodio 6 de la temporada 2 de The Last of Us arranca en 1983, cuando Joel todavía era un adolescente que protegía a Tommy de los golpes de su padre. La violencia, ese gen defectuoso que se transmite de generación en generación. El padre de Joel, interpretado por Tony Dalton con esa cara de sheriff que ha pegado demasiado, le dice a su hijo esa frase que va a resonar durante todo el episodio: “Espero que cuando te toque, lo hagas un poco mejor que yo”.

Y Joel lo va a intentar. Hace guitarras, organiza cumpleaños en museos abandonados, lleva a Ellie a ver cápsulas espaciales de verdad. Todo para ser un poco mejor padre que el suyo. Todo para demostrarle que la quiere. Pero ese amor es exactamente el problema.

Porque resulta que el amor, en el universo de The Last of Us, es sucio, egoísta, desesperado. Craig Mazin lo dijo en una entrevista: “El amor es inmoral porque no sigue reglas”. Y Joel es la prueba viviente de esa tesis.

Cumpleaños número 15: Ellie se quema el brazo con agua hirviendo para disimular la cicatriz de una mordida que la delata como inmune. “Solo quería usar mangas cortas otra vez”, le dice a Joel. Algo tan simple como usar la ropa que quieras, en el mundo de The Last of Us, es un lujo que hay que pagar con dolor.

Joel le regala una guitarra. Se la hizo él mismo, pieza por pieza, incluso le grabó uno de los dibujos de polillas de Ellie en el mástil. Ella le pide que toque algo. Entonces Joel toca Future Days de Pearl Jam y canta eso de If I were ever to lose you, I’d surely lose myself. Si alguna vez te perdiera, seguramente me perdería a mí mismo.

Spoiler alert: se va a perder.

Cumpleaños número 16: viaje al museo de ciencias. Joel planificó todo hasta el último detalle. Ellie puede simular que viaja al espacio en una cápsula real del Apollo 15, puede jugar con un modelo gigante del sistema solar, puede ser, por un rato, la astronauta que siempre quiso ser. Es el cumpleaños perfecto. Es el momento más feliz que van a compartir. Es, por supuesto, el comienzo del fin.

Porque en el camino de vuelta, Ellie ve unas luciérnagas. Y esas luciérnagas le recuerdan a las otras y que algo no cierra en la historia que Joel le contó sobre Salt Lake City.

Cumpleaños número 17: Joel llega a casa y encuentra a Ellie con Kat, fumando marihuana y con medio tatuaje en el brazo. “¿Toda la mierda adolescente junta? Drogas, tatuajes, sexo.”, le dice Joel. Y cuando Ellie le aclara que no está “experimentando” con las chicas Joel se pone incómodo. Y no entender a tu hija es el primer paso hacia perderla.

Ellie se muda al garaje unas noches después. Algo normal: los adolescentes se van de casa, se pelean con los padres, es parte de crecer. Pero no estamos en un mundo normal. Estamos en el mundo de The Last of Us, donde crecer significa sobrevivir, donde los padres mueren de formas horribles, donde no hay tiempo para tener una adolescencia estereotipada.

Al día siguiente Joel habla con Gail sobre el simbolismo de las polillas. “Algunas de esas polillas significan renacimiento, crecimiento, cambio”: Joel, el hermeneuta. “No”, responde Gail con esa sonrisa condescendiente que pone Catherine O’Hara cuando alguien dice una estupidez, “esas son las mariposas. Las polillas representan la muerte.” Y Joel se da cuenta de que perdió a Ellie el día que pensó que la entendía.

Cumpleaños número 19: primera patrulla de Ellie. Joel le dice le gustaría que pasaran más tiempo juntos. Ellie se queda callada. No le dice que tiene una lista de preguntas sobre Salt Lake City anotadas en un papel. No le dice que cada noche se queda despierta tratando de encontrar sentido a su historia.

the last of us eugene
Joe Pantoliano como Eugene en el episodio 6 de la temporada 2 de The Last of Us

The Last of Us: La muerte de Eugene y la verdad de Salt Lake City

Y ahí viene lo de Eugene. Está mordido, infectado, condenado. Joe Pantoliano, que siempre fue bueno para hacer de tipo que está en el lugar equivocado en el momento equivocado, acá interpreta a un hombre que sabe que se va a morir y solo quiere despedirse de su mujer. Es una petición simple, humana, razonable. “Tenemos tiempo”, dice Ellie después de revisarlo, “no lo hagas”. “Te lo prometo”, responde Joel, con cara de Salt Lake City.

Pero desde el primer episodio de la temporada 2 de The Last of Us sabemos que Eugene nunca llegó a despedirse de Gail. Y ahora sabemos por qué: porque Joel lo mató de un tiro en la cabeza junto al lago. Joel Miller, ese que tomó la decisión de salvar a una chica en lugar de salvar a toda la especie, no puede permitirse ese lujo que llamamos humanidad.

Y acá llega el momento en que The Last of Us se justifica, se explica, se vuelve inevitable.

31 de diciembre de 2028. La conversación en el porche. Ellie ya sabe la verdad, pero le da a Joel una última oportunidad de contársela. “Me mentiste”, le dice. Y no habla solo de Eugene. Habla de Salt Lake City, de Las Luciérnagas, de la posibilidad de una cura.

“Hacer la cura te habría matado”, le dice Joel. “Entonces tenía que morir”, responde Ellie. “Ese era mi propósito. Mi vida habría importado realmente. Me robaste eso. Se lo robaste a todos”.

Y ahí está, ¿no? El núcleo de The Last of Us. Joel salvó a Ellie porque la ama, pero al hacerlo la condenó a cargar con el peso de saber que su vida importa más que la de todos los demás. Que su supervivencia vale más que la cura. Que el amor incondicional de un padre también puede ser devastador.

the last of us flashback joel
Pedro Pascal como Joel Miller en el episodio 6 de la temporada 2 de The Last of Us

The Last of Us: El último perdón

The Last of Us juega con los ecos, con las repeticiones, con esos patterns que se repiten de generación en generación. Joel tratando de ser mejor padre que el suyo. Ellie tratando de entender por qué Joel hizo lo que hizo. Y nosotros tratando de entender si el amor justifica la destrucción.

Porque al final, ¿qué es The Last of Us sino una gran meditación sobre qué tan lejos podés llegar por amor? Bill y Frank encontraron la redención en el amor. Abby encontró el odio. Joel encontró la salvación y la condena al mismo tiempo.

Y Ellie encontró la verdad. “No creo que pueda perdonarte por esto”, le dice a Joel. “Pero me gustaría intentarlo”. Es la frase más hermosa y más triste de toda la serie. Porque perdón no es olvido. Perdón es la decisión consciente de tratar de seguir adelante a pesar de que te hayan salvado y destruido la vida. Perdón es amor en tiempo futuro.

Pero Joel murió antes de que Ellie pudiera cumplir esa promesa. Y ahora ella está en Seattle, bajo la lluvia, convertida en exactamente lo que él trató de evitar que fuera: alguien como él. Alguien que mata por amor.

El episodio 6 de la temporada 2 de The Last of Us termina con Ellie caminando por las calles mojadas de Seattle, matando gente por venganza. Y uno se pregunta si habrá aprendido algo o si está destinada a repetir los errores de Joel. Porque la venganza, al final, es la forma que tiene el amor de sobrevivir a la muerte. Porque los fantasmas, al final, siempre vuelven. Y los errores del pasado tienen una forma muy particular de convertirse en los horrores del presente.

Joel está muerto, pero sigue vivo en cada movimiento de Ellie. En cada persona que mata. En cada vez que elige el amor por encima de la justicia.

Los muertos nunca se van del todo. Vuelven en los gestos, en las palabras, en las decisiones que tomamos. Esa es, quizás, la única forma que tenemos de morirse bien: seguir viviendo en los demás. Porque, a veces, los muertos son los que mejor nos enseñan a vivir.

DISPONIBLE EN MAX.

NOTAS RELACIONADAS