Cuando una serie de Vince Gilligan pone un libro en una mesa de luz no es una puesta en escena: es una promesa. En el episodio 5 de Pluribus –titulado Got Milk– Carol Sturka queda sola en Albuquerque después de que la masa de The Joining se sienta ofendida y abandone la ciudad. Carol está ofendida por tal demostración de sensibilidad. Carol tiene insomnio. Carol va a agarrar el ejemplar de Y No Quedó Ninguno (And Then There Were None) de Agatha Christie, pero elige intentar dormir.
La novela de Christie, publicada en 1939, cuenta la historia de diez personas convocadas a una isla remota bajo pretextos falsos. Cada una es acusada de un crimen que quedó impune. Una voz grabada las señala, y una por una van muriendo. El asesino está entre ellas. Al final se revela que el juez Wargrave, dado por muerto, orquestó todo. Actuó como juez, jurado y verdugo de quienes, según él, escaparon de la justicia.
El paralelo con Carol es evidente, pero no termina en lo superficial. Ella es una de las doce personas conscientes en un planeta colonizado por una mente colectiva. Todos los que conocía se integraron al sistema. Ahora está literalmente sola, pero también lo estuvo antes: siempre fue distinta, siempre estuvo al margen. La diferencia es que antes había ruido, presencia física, Helen, la ilusión del acompañamiento. Ahora sólo quedan drones en un poste de luz y un silencio que pesa.

Pluribus y el giro oculto en la novela de Christie
El libro no está ahí para ilustrar soledad. Gilligan no trabaja así. Y No Quedó Ninguno funciona porque su estructura narrativa descansa en dos pilares: la desconfianza sistemática y la revelación tardía. Los diez personajes no saben quién los amenaza. Sospechan de todos, incluso de sí mismos. La traición viene de adentro.
En Pluribus, la mente colectiva parece homogénea, pero el uso del libro sugiere lo contrario. Si Gilligan lo coloca en escena es porque algo o alguien dentro del sistema está operando con intenciones propias. No sabemos si es una inteligencia, un remanente humano, o algo diseñado desde el inicio. Pero el libro advierte: alguien vigila, alguien juzga, y Carol no está tan sola como cree.
La referencia también activa otro elemento: la culpa. En la novela de Christie, los personajes mueren porque cargaron con crímenes que no pagaron. En Pluribus, Carol Sturka arrastra su propia culpa. La tumba de Helen fue vandalizada por una jauría de lobos. Es una herida que sigue abierta y que, si el patrón de Gilligan se mantiene, va a regresar con fuerza.
El mensaje implícito del libro es claro: el pasado no se borra. Y en una serie donde la humanidad fue borrada pero Carol sigue en pie, ese pasado puede ser el verdadero motor del conflicto.

Pluribus: Cómo se conecta Y No Quedó Ninguno con la serie
Agatha Christie escribió una trampa perfecta. El lector cree que el asesino murió, pero estaba vivo y controlaba todo desde el principio. Esa misma estructura puede replicarse en Pluribus. La serie ya presentó a doce supervivientes inmunes a la mente colectiva. Si Gilligan sigue el modelo de Christie, uno de ellos no es lo que parece.
Podría ser un infiltrado. Alguien que nunca fue inmune, sino parte del sistema desde antes de que comenzara. O alguien que está siendo controlado sin saberlo. La posibilidad de que la “unión” no haya sido diseñada por aliens también está abierta. Si hubo una mente detrás de todo, ese personaje puede estar entre los doce. Y Carol, que ya desconfía de todos, tendrá razones concretas para hacerlo.
Y No Quedó Ninguno también plantea otra lectura: la amenaza no viene de afuera. Viene de adentro. Los diez personajes de Christie se destruyen entre sí antes de que el asesino termine el trabajo. Si Pluribus sigue esa lógica, el verdadero peligro no será la mente colectiva, sino la fractura interna del grupo.
Carol es la narradora, la protagonista, pero eso no la hace confiable. Vince Gilligan ya jugó con esa carta en Breaking Bad. Walter White comenzó como víctima y terminó siendo el villano. Carol puede seguir un camino similar. Su aislamiento, su culpa, su incapacidad para procesar el duelo: todo apunta a que ella misma puede ser la mayor amenaza para los demás. El libro lo sugiere. La narrativa lo permite. Ahora falta ver si la serie lo ejecuta.
Gilligan no muestra libros porque sí. No coloca objetos al azar. Cada detalle cuenta, y la novela de Christie no parece una excepción. Si está en pantalla, es porque anuncia algo. Puede ser un giro en la identidad de los supervivientes. Puede ser la confirmación de que Carol está siendo vigilada. Puede ser la advertencia de que el verdadero enemigo siempre estuvo dentro del sistema, oculto, esperando el momento correcto.
La serie tiene cuatro episodios por delante. El libro ya hizo su trabajo: plantar la duda. Ahora toca ver si Gilligan cierra el círculo como lo hizo en Breaking Bad y Better Call Saul, o si Pluribus toma otro camino. Pero algo es seguro: ese libro no estaba ahí para que Carol lo ignorara. Estaba ahí para que nosotros lo viéramos.
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