La temporada 2 de Nadie Quiere Esto parte de una pregunta que parece simple: ¿qué queremos realmente cuando decimos que queremos algo? Joanne (Kristen Bell) y Noah (Adam Brody) creen haber encontrado una respuesta –un hogar compartido, una rutina, una idea de futuro–, pero cada episodio los enfrenta con la incomodidad de no saber si eso que desean sigue siendo lo mismo para los dos. Entre dudas religiosas, vínculos rotos y un sentido del humor que nunca se resigna, Nadie Quiere Esto demuestra que el amor, incluso el más sincero, puede ser una negociación permanente.
Nadie Quiere Esto temporada 2, episodio 1: La cena y la fusión de mundos
El intento de armonía se pone a prueba en una cena: Noah y Joanne organizan un encuentro entre sus amigos que debería simbolizar una fusión de mundos, pero que termina exhibiendo las grietas del vínculo. Ella cree que ya acordaron vivir como una pareja interreligiosa; él supone que ella sigue considerando la conversión al judaísmo. Nadie está en la misma página. El resultado no es una pelea abierta, sino algo más revelador: una conversación llena de silencios que dice más que cualquier argumento.
Mientras tanto, el entorno reitera los viejos malentendidos. Esther (Jackie Tohn), cansada de los límites difusos entre su marido Sasha (Timothy Simons) y Morgan (Justine Lupe), intenta cortar una amistad que había sido una de las dinámicas más interesantes de la primera temporada. La serie usa el caos de la cena como un laboratorio de tensiones: las amistades, los celos y la religión comparten el mismo espacio sin encontrar una forma de convivencia.
El momento que resume el episodio 1 de Nadie Quiere Esto llega cuando Noah instala una mesa de luz al lado de la cama de Joanne. Un gesto doméstico, casi mínimo, que reemplaza cualquier declaración romántica: no soluciona nada, pero ilumina lo suficiente como para seguir intentando.

Nadie Quiere Esto temporada 2, episodio 2: Big Noah y los fantasmas
La aparición de “Big Noah” (Alex Karpovsky), el nuevo rabino de Temple Chai, funciona como un espejo cruel. Ver cómo su comunidad prospera sin él es para Noah una humillación silenciosa; para Joanne, un recordatorio de que siempre será vista como el obstáculo entre él y su vocación. En paralelo, Bina (Tovah Feldshuh) se convierte en la antagonista pasiva de la temporada 2 de la serie: su rechazo a Joanne no es solo prejuicio, sino una manera de preservar un orden que se siente amenazado.
Nadie Quiere Esto juega con los dobles –dos Noahs, dos modos de entender la fe y el amor– para explorar una misma pregunta: ¿se puede elegir entre la identidad y el deseo? Mientras tanto, Morgan continúa ganando terreno con su empatía caótica: incluso Bina, la suegra imposible, termina cediendo ante su vulnerabilidad. El episodio encuentra en esa improbable alianza un respiro entre tantas recriminaciones.
Nadie Quiere Esto temporada 2, episodio 3: Dr. Andy y los límites de la ética
Noah, desplazado de su templo, canaliza su vocación pastoral en todos los lugares equivocados: en el podcast de Joanne y Morgan, en la familia de su novia, en la vida de quienes no le piden ayuda. Su necesidad de reparar al mundo roza el paternalismo, pero Nadie Quiere Esto lo muestra sin cinismo: ayudar es también una forma de no pensar en la propia frustración. El episodio 3, que introduce a Dr. Andy (Arian Moayed) –terapeuta y nuevo novio de Morgan–, se mueve entre la comedia y la incomodidad.
El título del episodio, El Terapeuta No Ético, no es casual. Andy es una figura de autoridad que disfraza el control de cuidado, y su vínculo con Morgan es una advertencia: los límites entre lo profesional y lo emocional pueden ser tan frágiles como los del amor. En medio del caos, Noah y Joanne se refugian uno en el otro en una escena íntima y torpe, compartiendo la cama con la madre de ella. El humor salva la ternura del exceso, y Nadie Quiere Esto vuelve a recordarnos que la imperfección puede ser el modo más honesto de querer.
Nadie Quiere Esto temporada 2, episodio 4: San Valentín y sus trampas
El episodio del Día de los Enamorados desarma la idea del romance como guion. Joanne descubre que Noah repite los mismos gestos con todas sus parejas: los mismos regalos, los mismos planes, incluso las mismas frases. Lo que ella creía personal era un ritual aprendido. El golpe es doble, porque el guion romántico que Noah intenta seguir es, en el fondo, el que Nadie Quiere Esto entera quiere desmontar.
La secuencia de la bañera –torpe, poco sensual, casi burocrática– condensa la incomodidad de quienes intentan amar desde la costumbre. No hay erotismo posible en la repetición. En paralelo, Morgan vive su propio espejismo con Andy, atrapada entre el deseo de estabilidad y el miedo de estar cayendo en una manipulación emocional. En ambos casos, el amor aparece como una performance que empieza a agotarse.
Nadie Quiere Esto temporada 2, episodio 5: Lo que se envidia también se desea
El episodio 5 de la temporada 2 de Nadie Quiere Esto, Abby Loves Smoothies, parece, al principio, un capítulo ligero, pero termina siendo uno de los más reveladores. Joanne y Morgan son invitadas al bautismo de la hija de una vieja enemiga de la infancia. La rivalidad se disfraza de resentimiento, pero lo que emerge es la envidia: la vida perfecta de Abby (Leighton Meester) –familia, casa, seguridad– es lo que Joanne empieza a reconocer como su propio deseo.
La serie no juzga ese anhelo; lo observa con ironía. Mientras Joanne se compara, Noah cumple su primer trabajo como rabino independiente, y ambos descubren que la madurez no siempre llega con los rituales. En un contrapunto doméstico, Esther tiene un susto de embarazo que revela cuán distinto puede ser el deseo dentro del matrimonio. La rivalidad entre Joanne y Abby –que se remonta a la infancia, cuando Abby cortó el pelo de una sus muñecas– sostiene el episodio, que usa el humor para hablar de lo que se teme admitir: que a veces uno quiere exactamente lo que dice despreciar.

Nadie Quiere Esto temporada 2, episodio 6: Purim y las máscaras
Purim es la excusa perfecta para que todo estalle. La festividad, donde “uno descubre cosas ocultas sobre sí mismo”, sirve como metáfora del caos emocional que atraviesa la serie. Joanne se disfraza de Cenicienta y espera una revelación que no llega; Noah consigue trabajo en un templo progresista; su madre, Lynn (Stephanie Faracy), descubre que podría ser judía; y el terapeuta Andy propone matrimonio en pleno festejo. Nadie entiende nada, todos se exceden.
La comedia se vuelve sátira: los personajes confunden las epifanías con los impulsos. Joanne, entre el disfraz y la ansiedad, se ve rodeada de gente que decide mientras ella se paraliza. El episodio 6 traduce esa sensación en una puesta carnavalesca, entre la euforia y el derrumbe. Nadie Quiere Esto confirma así su tono más agudo: reírse de la confusión sin negarla.
Nadie Quiere Esto temporada 2, episodio 7: Seth Rogen y lo que no se puede decir
El episodio 7 de la temporada 2 de Nadie Quiere Esto lleva el caos a su punto de ruptura. Joanne se disfraza de novia durante la búsqueda del vestido de su hermana, convencida de que no está celosa. Lo que parece un gesto impulsivo es, en realidad, la exposición de su miedo a quedarse sin historia propia. La escena se vuelve un retrato de la autodestrucción disfrazada de humor.
En paralelo, el trabajo de Noah en el nuevo templo se desmorona y la serie introduce a Seth Rogen y Kate Berlant como líderes de una congregación liberal que no tiene reglas, ni ideas. La sátira religiosa llega al extremo: la fe convertida en eslogan, la espiritualidad como comedia de improvisación. Entre tanto absurdo, lo que persiste es la herida del vínculo central: Joanne y Noah se quieren, pero no encuentran un lenguaje común.
Nadie Quiere Esto temporada 2, episodio 8: Las verdades incómodas
A Better Rabbi marca el inicio del cierre. Nadie Quiere Esto cambia el ritmo y apuesta por la honestidad brutal. Noah admite que su nuevo templo no es para él; Joanne reconoce que su miedo al compromiso viene de una infancia marcada por la inestabilidad. Las conversaciones dejan de ser intercambios ingeniosos y se vuelven confesiones directas. La comedia se suspende, y lo que queda es una vulnerabilidad poco habitual en una serie romántica.
En paralelo, Esther confiesa que ya no elegiría a Sasha, y Morgan descubre que su novio-psicólogo ha repetido el mismo patrón con otras pacientes. El episodio equilibra todos los frentes abiertos con una naturalidad sorprendente: el amor, la fe y la identidad se mezclan en un retrato de personajes que, por primera vez, dicen la verdad sin miedo a perder.
Nadie Quiere Esto temporada 2, episodio 9: Juegos peligrosos
El episodio 9 de la temporada 2 de Nadie Quiere Esto concentra la tensión acumulada en una escena coral: las tres parejas principales se reúnen en una cervecería y juegan un juego terapéutico que los obliga a decir lo que piensan. Nada sale bien. Los diálogos cruzados terminan en gritos, confesiones forzadas y separaciones inminentes. Lo que el juego busca –honestidad– se convierte en un arma.
La escena resume el espíritu de la serie: la verdad no siempre libera, a veces solo revela el tamaño de la herida. Joanne y Noah vuelven al conflicto original –la conversión, el futuro, la identidad–, pero esta vez el espectador siente el peso real de la decisión. No es una comedia romántica con obstáculos externos, sino una historia sobre cómo dos personas intentan amarse sin perderse a sí mismas.
Nadie Quiere Esto temporada 2, episodio 10: Volver a elegir
El último episodio de la temporada 2 de Nadie Quiere Esto empieza con una fiesta de compromiso y termina con tres rupturas. Morgan deja a Andy, Esther se separa de Sasha, y Joanne y Noah aceptan que tal vez quererse no alcanza. La escena de su despedida es seca, sin gestos heroicos, hasta que la serie decide repetir el cierre de la temporada anterior: una carrera, un reencuentro, un beso. La repetición, más que un error, parece una declaración: Nadie Quiere Esto se permite volver al mismo lugar porque sus personajes aún no aprendieron a salir del círculo.
El beso final no resuelve nada, pero sostiene la ilusión de que el deseo puede renovarse incluso después del cansancio. Entre la ironía y la ternura, el cierre confirma lo que la temporada venía insinuando: el amor, para Joanne y Noah, no es una certeza sino un ejercicio de fe.
Lo que queda
En su temporada 2, Nadie Quiere Esto consolida algo poco frecuente en la comedia romántica televisiva: la posibilidad de ser contradictoria. No busca finales felices ni moralejas, sino la textura de la duda. Cada episodio muestra que los vínculos no se rompen por falta de amor, sino por la imposibilidad de mantenerlo intacto frente al tiempo, la fe y el miedo.
Kristen Bell y Adam Brody sostienen esa ambigüedad: él desde la serenidad herida del creyente; ella desde el humor defensivo de quien teme perder el control. El resultado es una serie que, en medio de su caos, encuentra una forma de verdad: nadie sabe lo que quiere, pero algunos aprenden a preguntárselo mejor.
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