Sueños de Trenes (Netflix): Historia de un hombre que mira el futuro | Las diferencias con la novela

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Entre bosques, ferrocarriles y pérdidas, la película Sueños de Trenes adapta la novela de Denis Johnson y muestra cómo un hombre intenta sostenerse mientras todo cambia a su alrededor.

La historia de Sueños de Trenes (Train Dreams) de Netflix comienza en los bosques del Idaho Panhandle en 1917, cuando la modernidad avanza a un ritmo que nadie controla. La película adapta la novela corta de Denis Johnson y sigue a Robert Grainier (Joel Edgerton), un trabajador que pasa la mayor parte de su vida entre empleos que lo alejan de su familia. El movimiento constante del ferrocarril, el ruido del vapor y la promesa de eficiencia se convierten en el telón de fondo de un país que acelera sin medir consecuencias.

Grainier observa ese ritmo ajeno mientras participa en la construcción de un puente que reducirá en varios kilómetros el trayecto del Spokane International Railroad. El paisaje cambia: túneles, barrancos y bosques se alinean con la velocidad del tren, y él queda como un testigo más de un proceso que nunca controla. El relato, igual que la novela, muestra esa distancia entre un individuo silencioso y un país que organiza su futuro sin mirar el pasado.

Sueños de Trenes presenta su vida como una secuencia de encuentros breves: compañeros que mueren trabajando, un hombre chino asesinado por una patrulla racista, una familia que pierde en un incendio forestal. Cada episodio marca una vida vivida a la intemperie. Grainier pasa décadas intentando comprender qué lugar ocupa en un tiempo que lo supera desde el inicio.

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Joel Edgerton en Sueños de Trenes de Netflix

Sueños de Trenes: La novela y la búsqueda de una forma cinematográfica

El director de Sueños de Trenes, Clint Bentley enfrenta un desafío evidente: trasladar una novela construida con recuerdos dispersos a un lenguaje que exige una trayectoria más lineal. Johnson escribió su libro con fragmentos de una vida que avanza por episodios y silencios. Su prosa es sobria, atenta a lo mínimo, y permite que los pensamientos de Grainier aparezcan sin necesidad de explicarlos.

Bentley reconoce esta complejidad y opta por una estructura que ordena el material sin perder ciertos desvíos. Sueños de Trenes avanza hacia adelante, con breves irrupciones del pasado que funcionan como ráfagas de memoria. Este recurso intenta mantener el espíritu de Johnson: una vida contada como si fuera recordada desde distintos ángulos, sin precisión cronológica absoluta.

Las diferencias entre libro y película son visibles en varios pasajes. Grainier, por ejemplo, queda marcado en la novela por un crimen que presencia y abandona: un moribundo que confiesa un hecho atroz antes de morir. En la película, esa confesión desaparece. También se reduce la responsabilidad de Grainier en la agresión al trabajador chino. En el texto participa del ataque antes de retirarse; en el film es un testigo pasivo. Bentley suaviza esa falta de coraje moral que Johnson sí subraya.

El resultado es un retrato más limpio, menos inclinado a mostrar los vacíos éticos del personaje. Sueños de Trenes mantiene algunas visiones del fantasma del hombre asesinado, una figura que en el libro acompaña a Grainier durante años como un recordatorio del miedo que lo persigue. Pero esa presencia pierde matices cuando se elimina el conflicto interno que la originaba.

Sueños de Trenes: Cambios de tono y decisiones narrativas

El paso del papel a la pantalla no solo ajusta hechos: también desplaza el tono. Denis Johnson escribe con distancia y precisión. Su mirada sobre Grainier no busca idealizarlo; muestra sus dudas, su incapacidad para entender lo que le ocurre y su tendencia a aceptar la vida tal como viene, aun cuando no logra explicarse casi nada.

Bentley, en cambio, elige una mirada más cálida. El paisaje filmado por Adolpho Veloso domina la puesta en escena. La música de Bryce Dessner acentúa esa dimensión contemplativa. El bosque, los ríos y los troncos que caen se convierten en imágenes que rodean al protagonista, casi siempre pequeño dentro del plano. Es una forma de mostrarlo como alguien absorbido por un mundo que no termina de comprender, pero que no lo juzga con la aspereza que sí aparece en el texto original.

Este enfoque también modifica a los personajes secundarios. Claire Thompson, en la novela, viaja con sus hijos y carga responsabilidades que matizan su vínculo con Grainier. En la película trabaja en una torre de vigilancia forestal y vive sola. Esa modificación la vuelve más autónoma y menos condicionada por su contexto. Bentley parece querer ofrecerle a Grainier un contraste amable: alguien que vive apartado sin sufrirlo, como si fuera una versión posible de la vida que él no logra alcanzar.

Otras escenas de Sueños de Trenes también se reinterpretan. El episodio del indígena engañado para beber alcohol y muerto por un tren queda eliminado en pantalla. Lo mismo ocurre con la tensión sexual que Johnson atribuye a Grainier en Bonners Ferry, donde el protagonista se enfrenta a un deseo que no quiere admitir. Estos recortes eliminan la dimensión más incómoda del personaje y lo acercan a una figura más uniforme, más fácil de acompañar sin cuestionamientos.

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Robert Grainier, el hombre que el siglo dejó atrás

Sueños de Trenes: Entre la naturaleza y un país que avanza sin pausa

La adaptación conserva momentos que revelan la relación de Grainier con el entorno. La escena en la que observa a su esposa Gladys hablando sobre la forma en que los perros entienden el lenguaje es una de ellas. En ambos formatos, ese pasaje muestra la intimidad de una pareja que vive lejos de todo, confiando en gestos cotidianos más que en declaraciones. La película respeta ese espíritu y permite que la cercanía entre Gladys y Grainier aparezca sin sobrecargar la situación.

Algo similar ocurre con Arn Peeples, un viejo trabajador que atraviesa la novela en unos pocos capítulos. Es un hombre lleno de relatos sobre un mundo que se desvanece. Bentley conserva esa figura y la potencia visualmente. William H. Macy lo interpreta como un contador de historias que observa el bosque con una mezcla de resignación y lucidez. Es el personaje que mejor sintetiza la transición entre una época y otra: alguien que entiende que el futuro es inevitable, pero todavía busca un modo de narrar lo que pierde.

Sueños de Trenes utiliza estos personajes como momentos de pausa dentro del avance histórico. Grainier queda suspendido entre esas voces del pasado y las máquinas que anuncian el porvenir. Su vida solitaria, la reconstrucción de sus dos cabañas y su insistencia en retirarse al bosque funcionan como intentos de mantenerse en un territorio propio. Pero todo a su alrededor cambia demasiado rápido.

En la novela, esa sensación se expresa a través de escenas breves que condensan años de vida. En la película, se amplifica con imágenes de naturaleza y con un protagonista que parece cada vez más pequeño frente al paisaje. Bentley encuentra en esa escala visual una forma de traducir la pregunta central del libro: qué ocurre cuando un país acelera más de lo que sus habitantes pueden asumir.

La historia de Grainier nunca se resuelve del todo. No recibe explicaciones, no alcanza ninguna revelación. Acompaña el paso del tiempo desde un lugar lateral, mientras el ferrocarril, la industria y las nuevas reglas sociales imponen un ritmo que lo deja atrás. Sueños de Trenes transforma esa inercia en una observación paciente del modo en que la vida avanza sin detenerse.

DISPONIBLE EN NETFLIX.

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