La Vecina Perfecta (The Perfect Neighbor), el nuevo documental de Netflix, es una historia que desarma la aparente tranquilidad de los suburbios estadounidenses. Basado en hechos reales ocurridos en Ocala, Florida, la película de Geeta Gandbhir reconstruye, sin narradores ni entrevistas, el asesinato de Ajike Owens, una madre afroamericana de cuatro hijos, a manos de su vecina blanca, Susan Lorincz.
Durante dos años, Gandbhir recopiló material de cámaras corporales de la policía para armar un retrato de cómo una disputa doméstica se fue convirtiendo en una tragedia que expone los límites del miedo, la indiferencia institucional y la desigualdad racial. La Vecina Perfecta evita los recursos habituales del true crime para centrarse en la evidencia: los gestos, los tonos de voz, las excusas y las omisiones.
El título surge de una frase que Lorincz pronunció frente a los agentes –“soy la vecina perfecta”– mientras denunciaba a los niños de la casa contigua por jugar cerca de su propiedad. Esa autopercepción, repetida entre llantos y quejas, se convierte en el centro del relato: cómo alguien puede verse como víctima mientras ejerce el papel del agresor.
La Vecina Perfecta: Una historia de miedo y racismo
La Vecina Perfecta reconstruye la relación entre Susan Lorincz, una mujer blanca de 60 años, y la familia de Owens, su vecina. A lo largo de meses, Lorincz realizó decenas de llamadas al 911 acusando a los hijos de Owens de ser ruidosos, de invadir su propiedad o de amenazarla. La policía acudía con regularidad, pero sin consecuencias concretas. Ningún otro vecino respaldaba las denuncias: los niños jugaban en un terreno vacío o en el patio de su casa.
Los registros muestran a Lorincz grabando a los chicos, insultándolos y exigiendo a su casero que colocara un cartel de “no pasar” en su jardín. En una de esas grabaciones, los niños la llaman “Karen”, la palabra que sintetiza el poder y el racismo de quienes, desde la comodidad de su casa, usan al Estado como extensión de sus prejuicios.
El punto de quiebre llegó el 2 de junio de 2023. Tras otra discusión, Owens fue hasta la casa de Lorincz. Golpeó la puerta. Desde adentro, Lorincz disparó su arma. La bala atravesó la madera y mató a Owens frente a su hijo. En su declaración posterior, insistió en que actuó por miedo. Dijo temer por su vida. Dijo no haber querido hacerlo.
El caso se inscribió rápidamente en la lógica de las leyes de “defensa personal”, que en Florida permiten usar la fuerza letal si existe una “presunción razonable” de peligro. Pero, como muestra el documental, esa presunción rara vez es neutral. Las estadísticas señalan que los homicidios con víctimas negras y agresores blancos tienen más posibilidades de ser considerados justificables. El nombre de George Zimmerman y la muerte de Trayvon Martin vuelven como un eco inevitable.

El caso real detrás de La Vecina Perfecta
La historia que retrata La Vecina Perfecta de Netflix comenzó como una disputa doméstica y terminó como un caso emblemático de violencia racial en el sur de Estados Unidos. Ajike “AJ” Owens tenía 35 años, trabajaba como gerente en un local de McDonald’s y criaba sola a sus cuatro hijos pequeños. Su casa, en un complejo residencial tranquilo de Ocala, se encontraba frente a la vivienda de Susan Lorincz, quien llevaba tiempo quejándose por el ruido de los chicos y por el uso del terreno baldío entre ambas propiedades.
Durante más de dos años, Lorincz llamó reiteradamente a la policía para denunciar supuestos episodios de acoso o vandalismo. Los agentes acudieron en múltiples ocasiones, pero nunca hallaron evidencia de amenazas ni de daño alguno. En los reportes oficiales, algunos oficiales incluso señalaron que Lorincz parecía exagerar los hechos o malinterpretar juegos infantiles.
Los vecinos confirmaron después que la mujer solía gritarles a los niños, arrojarles objetos –como una vez, un par de patines– y grabarlos con su teléfono desde la ventana. En sus registros de video se la escucha quejándose de los ruidos y exigiendo “respeto”, aunque los chicos estaban jugando en una zona común. En una ocasión, pidió a su propietario que colocara un cartel que delimitara visualmente su propiedad: “No pasar”.
El 2 de junio de 2023, la situación escaló definitivamente. Esa tarde, los hijos de Owens jugaban en el terreno de al lado cuando una discusión volvió a estallar. Según los niños, Lorincz los insultó y les dijo que se fueran. Ellos corrieron a buscar a su madre. Owens caminó hacia la casa de su vecina y golpeó la puerta exigiendo que saliera. Desde adentro, Lorincz tomó una pistola y disparó a través de la puerta cerrada. La bala impactó en el pecho de Owens, que murió delante de su hijo de nueve años.
Cuando la policía llegó, Lorincz declaró que había actuado por miedo. Dijo que creía que Owens iba a irrumpir en su casa para atacarla. Sin embargo, los registros de la llamada al 911 muestran que, apenas dos minutos antes de disparar, había sido informada de que un patrullero estaba en camino. En el interrogatorio posterior, los detectives cuestionaron su versión: “Las decisiones que tomó no fueron razonables”, le dijo uno de ellos.
El final de La Vecina Perfecta muestra cómo durante el juicio, celebrado en 2024, el tribunal determinó que no había existido una amenaza real y que el disparo fue un acto impulsivo de ira más que de defensa propia. Lorincz fue hallada culpable de homicidio culposo con arma de fuego y sentenciada a 25 años de prisión. La jueza que presidió la causa subrayó que su conducta no respondía al miedo, sino a una escalada de enojo y resentimiento sostenidos.
El caso generó marchas y vigilias en Florida y otras ciudades del país. Organizaciones de derechos civiles señalaron que la interpretación del miedo como excusa legal era una muestra del sesgo racial sistémico: el temor de una mujer blanca bastó para convertir a una madre negra en amenaza. En el funeral de Owens, el reverendo Al Sharpton habló ante cientos de personas: “Si permitimos que la degraden, nuestros hijos crecerán creyendo que es posible degradarlos”.
Susan Lorincz y la mirada del documental La Vecina Perfecta
La directora de La Vecina Perfecta, Greta Gandbhir –quien conocía personalmente a la familia Owens–, elige una estructura sin comentarios externos. Las cámaras policiales narran por sí solas: los diálogos, los gestos, los silencios. El resultado es una crónica fragmentada, donde la tensión se acumula en cada registro y el espectador asiste a un experimento narrativo sobre el poder de las imágenes institucionales.
A través del montaje, La Vecina Perfecta de Netflix muestra el desgaste de un vecindario entero. Los policías responden una y otra vez a las llamadas de Lorincz, cada vez con menos paciencia. Algunos intentan mediar; otros apenas toman nota. Nadie interviene con eficacia. Gandbhir subraya esa omisión: la falta de mediadores, de trabajadores sociales, de protocolos para conflictos comunitarios. El Estado aparece, pero sin escucha; la autoridad se vuelve presencia sin acción.
Cuando finalmente ocurre el asesinato, el espectador ya conoce todos los gestos previos: los insultos, las quejas, la sensación de impunidad. La directora convierte el dispositivo policial –diseñado para proteger a los agentes– en una herramienta de exposición. El material crudo revela no solo la conducta de Lorincz, sino también la pasividad del sistema que la rodeaba.
En una de las secuencias más tensas de La Vecina Perfecta, un detective le dice a Lorincz que sus decisiones “no fueron razonables”. Esa frase funciona como diagnóstico: el miedo irracional, cuando se legitima institucionalmente, se convierte en violencia con respaldo legal.
La Vecina Perfecta y la sociedad como escenario
La Vecina Perfecta es también una reflexión sobre el modo en que el racismo se filtra en la vida cotidiana. No hay discursos altisonantes ni escenas de linchamiento: hay quejas, rumores, llamadas, y una progresiva normalización del odio. Lorincz no es presentada como un monstruo, sino como un producto social: alguien que aprendió a temer lo que no conoce y a creer que la autoridad siempre estará de su lado.
El documental conecta esa lógica con la cultura de las armas y con la idea del “buen vecino” estadounidense: aquel que defiende su propiedad a cualquier precio. En ese sentido, Gandbhir usa el caso de Ocala como una radiografía del país. La pregunta que queda flotando no es quién disparó, sino cómo un sistema permitió que el disparo pareciera inevitable.
La directora se detiene, además, en el papel de los medios. En las imágenes del funeral de Owens, figuras como el reverendo Al Sharpton denuncian la desigualdad estructural del caso. Pero el verdadero peso del film está en lo íntimo: en las grabaciones donde Lorincz llora frente a los agentes, en los testimonios de los niños que la llamaban “Karen”, en los minutos de rutina que anticipaban la tragedia.
La Vecina Perfecta no busca empatía ni escándalo. Expone la fragilidad del tejido social y la distancia entre la ley escrita y su aplicación. Muestra que, en Estados Unidos, el miedo aún tiene color, y que la justicia todavía se inclina hacia el mismo lado.
DISPONIBLE EN NETFLIX.



