Kevin Williamson, el guionista que nos dio gritos y lágrimas adolescentes en Scream y en Dawson’s Creek, vuelve al agua. Pero esta vez el creek está turbio de sangre y cocaína, y los adolescentes han crecido para convertirse en criminales de mediana edad con deudas millonarias. The Waterfront es la nueva apuesta de Netflix: ocho episodios de saga familiar criminal ambientada en Havenport, Carolina del Norte, un pueblo costero donde la pesca se ha convertido en un mal negocio. El mar ya no da peces: ahora es territorio del narcotráfico.
Los Buckley dominan Havenport con la autoridad de quien lleva generaciones pescando en las mismas aguas. Harlan, el patriarca interpretado por Holt McCallany, es todo lo que se espera de un hombre poderoso en crisis: alcohólico, mujeriego, cardíaco y con un pasado turbio que se niega a explicar. Ha sobrevivido a dos infartos pero no ha sobrevivido a su propia naturaleza: sigue siendo un hombre que resuelve problemas con violencia y whisky.
Su esposa Belle –Maria Bello convertida en reina sureña de un reino que se hunde– maneja un restaurante como quien administra un pequeño imperio. Los hijos completan el cuadro: Cane (Jake Weary en estado de pánico permanente), el heredero incompetente que convirtió la empresa pesquera en una operación de contrabando, y Bree (Melissa Benoist), la hija alcohólica en recuperación que busca redimirse mientras batalla por la custodia de su hijo adolescente.
Topher Grace es Grady, un narcotraficante que se describe como dueño de un “humilde emprendimiento de opio”. Grace sigue interpretando variaciones de Eric Forman dos décadas después de That ’70s Show, pero aquí esa limitación funciona: su presencia aporta la nota discordante a un relato que a veces se toma demasiado en serio.
The Waterfront: El drama familiar de Netflix
The Waterfront no pierde tiempo en cortesías. Los cuerpos, las traiciones y los romances clandestinos empiezan a acumularse desde el primer episodio. La serie plantea una pregunta simple: ¿qué sucede cuando una familia tradicional norteamericana descubre que la tradición no paga las cuentas? La respuesta es que uno termina alimentando caimanes con cadáveres y usando medusas venenosas como instrumentos de tortura.
La violencia de The Waterfront no es la violencia reflexiva de Breaking Bad ni la violencia elegante de Succession: es la violencia nocturna de alguien que lleva tres décadas fabricando adicción televisiva. Williamson ha construido una carrera entendiendo que el entretenimiento no necesita disculparse por ser entretenimiento. Dawson’s Creek nunca pretendió ser Los Sopranos y The Waterfront no aspira a ser Twin Peaks y abraza completamente su naturaleza de melodrama premium.
Los directores de The Waterfront, Marcos Siega y Liz Friedlander, construyen un Carolina del Norte de postal envenenada, donde la belleza natural contrasta con la podredumbre moral de sus habitantes. La fotografía captura esa luz dorada del sur norteamericano que hace que todo parezca noble, incluso cuando descuartizan cuerpos o sobornan funcionarios. La belleza es la mejor coartada para la corrupción.
The Waterfront es un producto competente de una industria que ha perfeccionado la fórmula del entretenimiento familiar criminal. Tiene todos los ingredientes: violencia estilizada, traiciones calculadas, romance complicado y personajes moralmente ambiguos. Kevin Williamson sabe construir cliffhangers y manejar revelaciones, habilidades que desarrolló durante años creando televisión para adolescentes con tendencias homicidas y problemas románticos. The Waterfront es esencialmente lo mismo, pero con drogas duras en lugar de bailes de graduación: una especie de Melrose Place con heroína.