Crítica Nueve Perfectos Desconocidos 2: El laboratorio emocional de Masha Dmitrichenko

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Aislamiento, drogas y personas rotas: Nicole Kidman protagoniza Nueve Perfectos Desconocidos 2, la serie donde la manipulación psicológica se encuentra con las terapias alternativas.

En la temporada 2 de Nueve Perfectos Desconocidos (Nine Perfect Strangers), Nicole Kidman regresa como Masha Dmitrichenko, la gurú del bienestar que en 2021 cautivó audiencias drogando huéspedes millonarios en un retiro californiano. Ahora está en los Alpes bávaros, en una clínica que antes fue sanatorio, rodeada de nieve y montañas que parecen decorados de postal. Las imágenes son bellas y perturbadoras a la vez, como casi todo en esta serie que se mueve entre la fascinación y el desconcierto sin encontrar nunca un rumbo claro.

Han pasado cuatro años desde la primera temporada, y el contexto ha cambiado radicalmente. Entonces, Nueve Perfectos Desconocidos competía con The White Lotus por la atención del público; hoy debe medirse con un paisaje televisivo saturado de críticas al mundo del bienestar. Apple Cider Vinegar y The Dropout ya deconstruyeron los mecanismos de la estafa terapéutica. Entonces, ¿qué puede aportar Nueve Perfectos Desconocidos 2?

La respuesta, después de ocho episodios, es compleja. Los showrunners John-Henry Butterworth y David E. Kelley trabajaron esta vez sin la guía de Liane Moriarty, cuya novela original sostuvo la primera temporada. El resultado es una obra que oscila entre momentos de genuina brillantez actoral y largos pasajes donde la narrativa parece perderse en sus propios laberintos psicodélicos.

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Mark Strong como David Sharpe en Nueve Perfectos Desconocidos 2

Nueve Perfectos Desconocidos 2: Nicole Kidman en el sanatorio de las almas perdidas

La premisa de Nueve Perfectos Desconocidos 2 se mantiene intacta: nueve desconocidos llegan a un retiro de bienestar donde Masha implementa terapias con sustancias psicodélicas, cámaras ocultas y métodos que rozan lo criminal. Esta vez el escenario es Zauberwald, una clínica en los Alpes que Helena (Lena Olin), mentora de Masha, ha puesto a su disposición. La diferencia es que ahora los huéspedes conocen de antemano la naturaleza experimental del tratamiento, lo cual elimina gran parte de la tensión que caracterizó la primera temporada.

El casting de Nueve Perfectos Desconocidos 2 reúne nombres de peso considerable. Christine Baranski interpreta a Victoria, una mujer de clase alta que viaja acompañada de Matteo, su novio turco tres décadas menor, en un intento de reconciliarse con su hija Imogen (Annie Murphy). Murray Bartlett, memorable en The White Lotus y en The Last of Us, encarna a Brian, ex conductor de un programa infantil destruido por un escándalo viral. Dolly de Leon construye a Agnes, una ex monja filipino-austriaca que arrastra traumas y crisis de fe. Mark Strong es David Sharpe, un billonario con un pasado romántico con Masha y un presente distante con su hijo Peter (Henry Golding).

El problema de la temporada 2 de Nueve Perfectos Desconocidos no radica en las actuaciones individuales sino en la estructura narrativa que las contiene. Masha, que en la primera temporada funcionaba como una figura misteriosa y carismática, aquí se diluye con un personaje se mueve por la clínica como un fantasma, fundido con las sombras gracias a la cinematografía de Frank Lamm, que privilegia los contrastes y los juegos de luz sobre la claridad narrativa.

Hay momentos en que Nueve Perfectos Desconocidos 2 logra capturar algo genuino. La relación entre Victoria e Imogen, mediada por décadas de resentimiento y amor mal expresado, encuentra en Baranski y Murphy intérpretes que entienden la complejidad de los vínculos familiares dañados. El arco de Agnes, construido por de Leon con notable sensibilidad, explora la culpa católica y los traumas de guerra sin caer en el sentimentalismo fácil.

El recurso a las sustancias psicodélicas, que debería funcionar como catalizador dramático, se convierte en un obstáculo narrativo. Cuando todos los personajes están bajo los efectos de drogas, cualquier desarrollo argumental puede justificarse o descartarse como alucinación. Es un comodín narrativo que elimina la necesidad de coherencia interna y vuelve predecible lo impredecible: si algo no tiene sentido, siempre se puede culpar a las drogas.

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Annie Murphy como Imogen en Nueve Perfectos Desconocidos 2

Nueve Perfectos Desconocidos 2: La estafa del bienestar

¿Es posible que Nueve Perfectos Desconocidos 2 exista precisamente para demostrar su propia futilidad? ¿Que su vacío narrativo funcione como espejo del vacío existencial que pretende retratar? La respuesta más probable es más prosaica: la serie regresa porque las primeras cifras de audiencia justificaron la inversión, porque Nicole Kidman tiene contrato de productora, porque el algoritmo de Hulu (a través de Prime Video en Latinoamérica) detectó demanda suficiente para una continuación.

En sus mejores momentos, la temporada 2 de Nueve Perfectos Desconocidos logra lo que se propone: mostrar cómo la búsqueda desesperada de sentido puede convertirse en vulnerabilidad explotable. En sus peores, se convierte en aquello que critica: un producto que promete revelaciones profundas y entrega distracciones costosas.

En definitiva, Nueve Perfectos Desconocidos 2 funciona como síntoma de una época que confunde terapia con entretenimiento, transformación personal con consumo cultural, profundidad emocional con producción audiovisual de alto presupuesto. Es una serie sobre la estafa del bienestar que termina siendo, ella misma, una estafa del bienestar televisivo. Masha Dmitrichenko estaría orgullosa.

DISPONIBLE EN PRIME VIDEO.

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