Dead Man’s Wire: Gus Van Sant regresa al cine con un secuestro real en los 70

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Protagonizada por Bill Skarsgård, Dead Mans Wire narra el secuestro de Tony Kiritsis en 1977 y marca el esperado retorno de Gus Van Sant al Festival de Venecia.

Gus Van Sant vuelve al Festival de Venecia después de más de tres décadas con Dead Man’s Wire, una película que recupera un evento real ocurrido en Indianápolis en 1977. La historia de Tony Kiritsis, un hombre que tomó como rehén a su corredor hipotecario Richard Hall con una escopeta conectada a un cable, se convierte en el núcleo de un relato atravesado por el descontento social y las tensiones entre el individuo y las corporaciones.

Dead Man’s Wire se filmó antes del asesinato en Nueva York del CEO de UnitedHealthcare cometido por Luigi Mangione, pero la similitud de los casos le da una actualidad de crónica roja a la película. Van Sant parte de una anécdota del pasado, pero sugiere que la avaricia, la violencia y los conflictos entre ciudadanos comunes y estructuras de poder permanecen inalterables.

Protagonizada por Bill Skarsgård, Dacre Montgomery y con una breve aparición de Al Pacino, Dead Man’s Wire no busca crear un mito ni un villano, sino explorar cómo un gesto desesperado puede transformar la rutina urbana en un espectáculo mediático.

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Dead Man’s Wire, la nueva película de Gus Van Sant

Dead Man’s Wire y el secuestro de Tony Kiritsis

Dead Man’s Wire se apoya en los hechos del 8 de febrero de 1977, cuando Tony Kiritsis entró armado en las oficinas de Meridian Mortgage en Indianápolis. Luego de que Richard Hall le negara más tiempo para pagar la hipoteca, Kiritsis ató al agente hipotecario con un dispositivo que unía una escopeta al cuello de la víctima. Durante más de sesenta horas, el sucuestrador condujo a Hall por las calles de la ciudad, a plena luz del día, bajo la mirada de policías, periodistas y ciudadanos.

Van Sant reconstruye ese itinerario con un pulso seco. El inicio del film, con la marcha de Kiritsis y su rehén por Indianápolis, transmite la amenaza de que cualquier movimiento en falso activara el disparo. La puesta en escena no dramatiza, sino que confía en la fuerza del propio acontecimiento histórico.

El guion de Austin Kolodny introduce personajes secundarios que rodearon el caso: Linda Page, una periodista joven relegada a coberturas menores que ve en el secuestro la oportunidad de demostrar su capacidad, y Fred Temple, un locutor de radio convertido en intermediario involuntario entre el secuestrador y la policía.

La mirada de Van Sant y el trasfondo político

Aunque ambientada en los años 70, Dead Man’s Wire encuentra resonancias contemporáneas. El reclamo de Kiritsis no se plantea como una rebelión ideológica sino como la queja de un hombre que se siente estafado por el sistema. Su exigencia de dinero e inmunidad refleja tanto la fe en el sueño americano como la frustración de haber quedado marginado por quienes manejan los recursos.

Van Sant no oculta las referencias cinematográficas: el propio casting de Al Pacino, en un rol secundario como el padre del rehén, remite a Tarde de Perros (Sidney Lumet, 1975). Pero más allá de las citas, lo que sostiene la película es la constatación de que la furia contra las corporaciones puede convertirse en espectáculo. La transmisión televisiva del secuestro y la cobertura obsesiva de los medios anticipan la lógica de exposición que hoy domina en redes y noticieros.

Sin embargo, el interés no está tanto en el suspenso –que se diluye a medida que la situación se prolonga–sino en mostrar cómo un sistema económico produce tanto al hombre que secuestra como al ejecutivo que es secuestrado.

Dead Man’s Wire: Elenco y proyección

Bill Skarsgård asume el papel de Tony Kiritsis con un registro que lo muestra vulnerable, convencido de que su gesto extremo es la única vía para recuperar lo perdido. Frente a él, Dacre Montgomery interpreta a Richard Hall como un hombre atrapado no solo por la escopeta sino también por la indiferencia de su propio padre, encarnado por un Al Pacino distante y rígido.

El contrapunto entre los dos protagonistas sostiene la trama: ambos son, en distinta medida, víctimas de un orden económico que no concede segundas oportunidades. Mientras uno se siente abandonado por el mercado, el otro descubre que ni siquiera lazos familiares lo salvan de la lógica de los negocios.

Colman Domingo es Fred Temple, el DJ estrella de la radio de Nueva York, que se convierte en la voz de la razón frente al delirio de Kiritsis. Por su parte, Myha’la encuentra en la periodista Linda Page un personaje que expone las tensiones de género y raza en el periodismo de los 70, aunque la película no profundiza lo suficiente en esa dimensión.

Después de su paso por la televisión en Feud: Capote vs The Swans (2024), Dead Man’s Wire es el primer largometraje de Gus Van Sant desde Don’t Worry, He Won’t Get Far on Foot (2018). Quizás no alcanza la abstracción y la atmósfera de sus mejores películas, pero se sostiene como un relato compacto que conecta un caso histórico de hace casi 50 años con el clima contemporáneo de sospecha hacia las élites económicas.

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