Cannes 2025: Jafar Panahi y el triunfo de la resistencia

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Un Simple Accident, el thriller moral de Jafar Panahi, se alzó con la Palma de Oro en Cannes 2025. Para el cineasta iraní, encarcelado dos veces por su oposición al régimen, la victoria representa no solo un reconocimiento artístico sino una declaración sobre la capacidad de resistencia del cine.

El cine, ese extraño animal que devora la realidad para devolver sueños, volvió a demostrar en Cannes 2025 que la política y el arte son inseparables. La Palma de Oro fue para Un Simple Accident (Fue Solo un Accidente), del iraní Jafar Panahi: un premio a la resistencia, una declaración de principios que resuena como un eco en el desierto de los festivales internacionales.

Jafar Panahi, ese hombre de 64 años que lleva quince siendo un fantasma oficial en su propio país, apareció en la ceremonia de clausura del Festival de Cannes con lentes oscuros, aturdido por la magnitud del momento. Era la primera vez que pisaba suelo francés después de décadas de prohibiciones, cárceles y silencios forzados. El régimen iraní lo había condenado por “propaganda contra la República Islámica”, una acusación tan vaga como efectiva para callar voces incómodas. Pero Panahi siguió haciendo películas: por necesidad vital, por obstinación existencial.

Un Simple Accident: El thriller moral de Jafar Panahi

La historia de Un Simple Accident parece salida de una pesadilla borgiana: Vahid, un mecánico interpretado por Vahid Mobasseri, escucha un día el sonido inconfundible de una prótesis en la pierna de un cliente. Es el mismo chirrido que lo atormentó durante sus interrogatorios en prisión, cuando lo mantenían con los ojos vendados y solo podía reconocer a su torturador por el ruido de su caminar. El hombre al que llamaban “Pata de Palo” está ahí, comprando repuestos para su auto, ajeno al huracán de memorias que desata su presencia.

Sin pensarlo dos veces, Vahid secuestra al hombre, lo arrastra al desierto y comienza a cavar una fosa. Pero la duda lo paraliza: ¿y si se equivoca? El prisionero jura no haber trabajado nunca en una cárcel, dice que perdió la pierna en un accidente el año anterior. Las cicatrices parecen frescas.

Lo que sigue es una odisea urbana por Teherán, con Vahid cargando a su rehén en una caja de madera dentro de una camioneta, buscando a otros ex prisioneros que puedan confirmar la identidad del supuesto torturador. El grupo se va completando como en una comedia negra: Shiva, una fotógrafa de bodas que conoció la cárcel; Golrokh, una novia que abandona su vestido blanco por la sed de justicia; Hamid, un carpintero cuya furia lo convierte en dinamita humana. Todos unidos por el dolor, divididos por las estrategias.

Jafar Panahi construye su thriller moral como una bomba de tiempo. Un Simple Accident funciona como espejo de una sociedad fracturada, donde las víctimas del régimen deben convivir con sus verdugos en un paisaje de normalidad imposible. Es el retrato de un país donde la tortura se vuelve rutina y la venganza una tentación permanente.

El director aprovecha la flexibilización de las restricciones para mostrar por primera vez en su filmografía a mujeres sin hijab obligatorio, un guiño al movimiento “Mujer, Vida, Libertad” que sacudió Irán después de la muerte de Mahsa Amini. Es un detalle pequeño que habla de revoluciones grandes, de cambios que germinan en silencio hasta explotar en las calles.

Un Simple Accident se filmó en secreto, como todas las obras recientes de Panahi. Es el precio de hacer arte bajo una dictadura: la clandestinidad como método de trabajo, el riesgo como compañero de ruta. Pero también es la prueba de que el arte verdadero siempre encuentra la manera de filtrarse por las grietas del poder.

Cannes 2025: El cine y la política

El triunfo en Cannes 2025 llega después de años de premios que viajaron sin su autor, de reconocimientos que llegaban a Irán como cartas de amor dirigidas a un fantasma. Esta vez, Jafar Panahi pudo estar presente para recibir el abrazo de la industria cinematográfica mundial. Cuando anunciaron su nombre, se hundió en la butaca durante un minuto largo, como si necesitara procesar la enormidad del momento.

La elección del jurado, presidido por Juliette Binoche, envía un mensaje claro: el cine sigue siendo un territorio de resistencia, un espacio donde las voces silenciadas pueden encontrar eco. En tiempos donde la autocensura se vuelve norma y la comodidad, premiar a Panahi es recordar que el arte tiene una función política ineludible.

Un Simple Accident no es solo una película sobre la venganza y el perdón. Es una radiografía de la condición humana bajo regímenes autoritarios, un manual de supervivencia emocional para quienes han sido quebrados por el poder. Jafar Panahi no ofrece respuestas fáciles ni moralejas reconfortantes. Su película es un espejo donde cada espectador puede ver reflejadas sus propias contradicciones, sus propios demonios.

El Festival de Cannes 2025 será recordado no solo por la calidad de sus películas, sino por el gesto político de coronar a un cineasta que convirtió la persecución en combustible creativo. En una época donde el arte se vuelve commodity y los festivales mercados de vanidades, la Palma de Oro a Panahi recupera algo del espíritu fundacional del cine: su capacidad para incomodar, para señalar, para resistir.

La industria cinematográfica celebró durante doce días bajo el sol de la Costa Azul, pero el verdadero triunfo sucedió en las salas oscuras, donde las historias encuentran su destino natural. Ahí, entre butacas y pantallas, Un Simple Accident demostró que el cine sigue siendo el último refugio de las verdades incómodas, el territorio donde los fantasmas oficiales pueden volver a ser personas de carne y hueso.

Jafar Panahi ahora tiene la Palma de Oro y la certeza de que su resistencia encontró el reconocimiento que merecía. El régimen iraní deberá explicar ahora cómo uno de sus “enemigos” se convirtió en el cineasta mejor premiado del mundo. Es la paradoja del arte bajo dictadura: mientras más lo persiguen, más alto vuela.

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