Un Dolor Real: Jesse Eisenberg y Kieran Culkin en un viaje al corazón del trauma

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Un Dolor Real es una road movie por la Polonia del Holocausto, con la que Jesse Eisenberg explora el peso del pasado a través de la compleja relación entre dos primos en busca de sus raíces.

Hay historias que no terminan con los que las vivieron, que se instalan en las siguientes generaciones: en los gestos, en los silencios, en el miedo inexplicable a mirar las puertas cerradas. Con Un Dolor Real (A Real Pain), Jesse Eisenberg presenta una historia que es la de todos los que cargan con valijas ajenas: esas que pesan más porque vienen llenas de preguntas.

La película –su segunda como director– nos lleva a Polonia en un viaje por la memoria en Varsovia, donde el pasado no termina de ser pasado: es una herida que respira en el presente. Allí, dos personas buscan algo, pero no sabrán qué están buscando hasta que lo encuentren.

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Kieran Culkin como Benji en Un Dolor Real

Un Dolor Real: Kieran Culkin en una masterclass de actuación

David y Benji son primos, casi hermanos. La abuela acaba de morir y les dejó dinero para un viaje: quiere que vayan a Polonia, que vean el lugar donde ella vivió antes de que los nazis la obligaran a escapar en 1939. Es una excusa. Siempre hay una excusa cuando dos personas que se quieren pero no se entienden se suben a un micro para hacer “turismo del Holocausto”.

David (Eisenberg) vende publicidad digital, tiene esposa, tiene hijo, tiene una vida que encaja en los moldes. Es la clase de persona que programa sus ataques de pánico en el calendario de Google. Benji (Kieran Culkin) es el caos ambulante: el que duerme en un sofá prestado, el que usa el humor como escudo, el que fuma porro para aguantar el día, el que entra a los lugares como si fuera el dueño del mundo pero por dentro todo siempre está a punto de derrumbarse. Una bomba de tiempo emocional que desestabiliza todo lo que toca.

Pero Un Dolor Real no es solo el retrato de dos almas desencontradas, sino la puesta en escena de una pregunta que circula por los agujeros del relato: ¿cómo procesa cada generación el dolor de sus antepasados? David lo hace desde el control, desde una distancia que pretende ser respeto. Benji es el dolor que camina, que habla, que no puede callarse.

Kieran Culkin es una fuerza de la naturaleza. Su personaje es gracioso, conmovedor, exasperante. Benji es el tipo que dice lo que nadie quiere decir, el que hace el chiste incómodo en el momento equivocado, el que tiene un ataque de furia porque están viajando en primera clase por las mismas vías por las que los nazis transportaban judíos al matadero. La cámara de Eisenberg lo observa con una mezcla de fascinación y terror. ¿Y si Benji tuviera razón? ¿Y si la única forma honesta de enfrentar el horror fuera desde el caos emocional?

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Jesse Eisenberg como David en Un Dolor Real

Un Dolor Real y el turismo del trauma

Un Dolor Realestrenada en el Festival Sundance– podría haber caído en todas las trampas del género: el sentimentalismo fácil, la instrumentalización del horror, la catarsis manufacturada. Pero Eisenberg sabe – como Primo Levi – que no hay epifanías posibles frente al genocidio, que cualquier intento de “conexión” con ese pasado será siempre insuficiente.

La Polonia de Un Dolor Real es es un país donde la gente vive su vida normal sobre las cenizas de millones. Los personajes se mueven por el espacio como turistas desorientados. Son parte de un tour guiado por James (Will Sharpe), un inglés de origen asiático que dice datos sobre el Holocausto como quien lee un prospecto. Jennifer Grey es una divorciada en busca de significado. Y Kurt Egyiawan aporta una capa adicional de profundidad como un sobreviviente del genocidio de Ruanda convertido al judaísmo.

Aquí no hay solemnidad. No hay música manipuladora ni tomas dramáticas de campos de concentración. En cambio, hay silencio: ese silencio ensordecedor que surge cuando las palabras son inadecuadas. Es un acto de equilibrio en la cuerda floja: hacer una película sobre el Holocausto que no explota el trauma ni lo trivializa. Por eso se siente completa sin pretender ser definitiva.

Lo mejor de Un Dolor Real está en lo que no hace. No intenta dar respuestas sobre cómo procesar el trauma histórico. No pretende reconciliar las diferentes formas de sentir el peso del pasado. No juzga a David por su contención ni a Benji por su desborde. En cambio, muestra algo más valioso: dos hombres que, a pesar de sus diferencias, siguen intentando entenderse. Porque son familia. Porque comparten esa valija pesada que les dejó la abuela. Porque, aunque hablen idiomas emocionales diferentes, todavía pueden reconocer en el otro algo de sí mismos.

Un Dolor Real es una película sobre el Holocausto que no es sobre el Holocausto sino sobre cómo vivimos con su sombra. Sobre cómo cada generación tiene que encontrar su propia forma de cargar esa valija imposible de abrir pero también imposible de abandonar.

Tráiler de la película:

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