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Crítica The Naked Gun (2025): El arte del absurdo

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En The Naked Gun 2025, Liam Neeson es Frank Drebin Jr., un policía torpe y violento que investiga un caso imposible entre autos eléctricos defectuosos, millonarios conspiradores y rubias suicidas.

Hay películas que no necesitan construir un mundo, ni una lógica interna, ni un conflicto emocional. Les basta con sostener un ritmo. The Naked Gun 2025 (¿Y Dónde Está el Policía?) no busca sentido: busca eficacia. Y la consigue en su forma más primaria –el gag, el juego de palabras, el remate seco– , porque sabe que el humor puede ser la forma más sofisticada de la inteligencia.

Una ciudad. Un caso. Un cadáver. Un policía con cara de no entender nada y la idea de que, si algo se mueve, probablemente haya que golpearlo. El nuevo teniente Frank Drebin tiene la cara de Liam Neeson, la voz de Liam Neeson y la edad de alguien que ya no debería correr. Pero eso es parte de su encanto: el actor lleva encima todos los años de héroe de acción y los convierte en material de comedia. Es Neeson siendo Neeson. Y en ese desajuste, entre el gesto serio y el absurdo que lo rodea, es donde la película encuentra su forma.

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Pamela Anderson en The Naked Gun 2025

Liam Neeson como Frank Drebin: El nuevo rostro de la comedia

The Naked Gun 2025 empieza rápido. Como si supiera que lo primero que tiene que hacer es instalar un ritmo. No hay introducción, solo una voz en off que se presenta como “la nueva versión” y un robo a un banco que mezcla The Dark Knight, una colegiala y una entrada lisérgica. El humor es físico, verbal, visual. Pero no como capas superpuestas, sino como sistema. Cada escena tiene más de un chiste. Cada plano contiene una distracción. Cada diálogo puede bifurcarse. No hay pausas. Ni justificaciones. Solo gags.

La trama incluye un empresario tecnológico con nombre de villano de Bond, un dispositivo llamado “P.L.O.T.”, una femme fatale en el cuerpo de Pamela Anderson, y un plan de control mental vinculado a autos eléctricos defectuosos. Pero como siempre pasa en las mejores comedias, el argumento es el decorado. Lo importante ocurre en los bordes: en la literalidad de una frase, en el gesto de fondo de un extra, en la forma en que un policía reparte cervezas a menores.

Akiva Schaffer –codirector de Popstar (2016), comedia de culto entre quienes aún creen que el cine puede tener sentido del humor– no busca la risa fácil. Busca la acumulación. Una ráfaga de chistes, uno tras otro, hasta que la resistencia cae. La estrategia es la cantidad como método. Si un gag falla, hay otro atrás. Y otro más. Y uno que viene en los créditos. No todos funcionan, pero la tasa de éxito es alta.

Drebin Jr. vive en un mundo que ya no está hecho para él. Tiene un TiVo. No entiende por qué ahora los policías tienen que respetar la ley. Extraña los días en que se podía disparar sin cámaras, sin consecuencias, sin trámite. No es un reaccionario sino un melancólico. Su torpeza no encubre maldad, solo una profunda desconexión con la época. Cuando pregunta “¿desde cuándo los policías no pueden disparar?” no busca una respuesta. Busca a su padre. O algo que se le parezca.

El mundo de The Naked Gun es una versión exagerada –pero no tanto– del nuestro. Hay autos eléctricos con inteligencia artificial defectuosa. Hay empresarios que hacen fiestas en yates mientras planifican el control mental global. Hay secuencias que parecen videos de TikTok atravesados por la estética de los hermanos Safdie. Hay una broma con Bill Cosby, una escena que satiriza la corrección política, un gag con gafas térmicas que transforma una escena de cocina en una sexual. Hay incluso espacio para que Pamela Anderson cante mal. Y que eso sea parte del chiste.

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Liam Neeson como Fran Debrin Jr. en The Naked Gun 2025

The Naked Gun 2025: El absurdo como método

Pero más allá de su eficacia cómica, The Naked Gun 2025 es autoconsciente del lugar que ocupa. No intenta actualizar el formato. No pide perdón por existir. No adapta el humor a la época ni pretende reeducar a nadie. Hace chistes. Muchos. Algunos estúpidos. Algunos brillantes. Algunos que podrían ser ofensivos si no fueran tan perfectamente inútiles.

El guion, escrito por Dan Gregor y Doug Mand junto a Schaffer, no repite fórmulas pero tampoco las evita. Hay homenajes. Hay guiños. Pero también hay una lectura clara de lo que significa The Naked Gun original: la posibilidad de burlarse de todo con cara de idiota. Neeson no copia a Nielsen. Lo reemplaza, lo reconfigura, lo respeta mientras le hace bullying.

The Naked Gun 2025 tiene defectos. Algunas escenas duran más de lo necesario. Algunos gags parecen forzados, otros parecen venir de otro guion. El clímax pierde ritmo. Y hay chistes que uno olvida antes de que terminen. Pero no importa porque el núcleo funciona. Como decía uno de los personajes de la original, esto no es personal: es comedia.

En algún momento aparece un archivo llamado “P.L.O.T. Device” y no es una ironía. Es la confesión de que la trama está ahí porque algo tiene que sostener los gags. Porque incluso en lo bizarro hay estructura. Y esa mezcla –lo absurdo sostenido con rigor– es lo que vuelve todo más extraño, más gracioso, más efectivo.

El cine de comedia, decían, estaba muerto. O al menos exiliado al streaming, donde algún algoritmo decide qué es gracioso antes de que alguien se ría. The Naked Gun 2025 no viene a revivirlo. Viene a recordarnos que todavía se puede hacer. Que hay directores que saben que un buen gag puede decir más que un discurso. Que reírse juntos, en un cine, puede ser todavía una experiencia que vale la pena.

Y cuando llega el final, entre una secuencia que es puro LSD y una última mirada a cámara que rompe lo que quedaba del pacto, uno entiende que no hacía falta más. Que no hay enseñanza ni mensaje, sino solo una certeza: que todavía se puede ser inteligente haciendo estupideces.

Tráiler de la película:

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