A veces las películas nacen de una idea. Otras, de una acumulación. Shadow Force: Sentencia de Muerte no es tanto una historia como un catálogo del género: pareja de espías, hijo pequeño, conspiración global, traición interna, selva, helicópteros, autos que vuelan. Los personajes del cine de acción mataban por encargo, por venganza, por aburrimiento. Ahora matan por la familia. Es el nuevo humanismo. El lazo de sangre como justificación de la masacre.

Shadow Force: El nuevo sentimentalismo armado
Desde Narc hasta The Grey, Joe Carnahan supo filmar hombres rotos con dignidad. Aquí, elige otra escala: Isaac (Omar Sy) y Kyrah (Kerry Washington) son dos asesinos de élite retirados que descubren que el pasado no se jubila cuando uno quiere. Trabajaban para una organización secreta de CIA con nombre de videojuego –Shadow Force–, dedicada a hacer lo que hacen todas las organizaciones secretas del mundo: matar a personas inconvenientes para el sistema.
Eran letales, atractivos y eficientes. Se enamoraron. Tuvieron un hijo. Se volvieron un problema: el amor –en el universo narrativo de estos comandos hormonales– es una amenaza más grande que el terrorismo internacional.
A partir de ahí, Shadow Force se mueve entre dos registros que jamás se encuentran: el del thriller familiar y el del drama con balas. Isaac se dedica a criar a su hijo Ky con ternura cursi. Le pone canciones de Lionel Richie, lo corrige cuando dice malas palabras, le enseña francés. Es una especie de Jean Reno sin elegancia ni desesperación. Todo en él grita que es un buen padre. Y además, puede matar con las manos: frustra un asalto bancario con la eficiencia que sólo puede tener alguien que no necesita un revólver para hacer daño.
Con un detalle: se quita los audífonos para liquidar a los ladrones. Sy construye su personaje desde la discapacidad auditiva, y cuando Isaac se los quita para matar, el silencio se vuelve idea: para ejercer la violencia hay que desconectarse del mundo.
La cámara de seguridad del banco lo filma, y el pasado vuelve como una orden de captura. Lo que sigue no es una historia, sino una huida: la familia vuelve a formarse mientras la persecución crece. La madre que se había ido, el padre que se había quedado, el hijo que ya no es sólo un hijo: es el rehén simbólico de una pareja rota, la excusa para la reconciliación y el corazón de la historia. Esa es la línea que Shadow Force explora: cómo se negocia la ternura bajo fuego.
El villano es Mark Strong. No necesita presentación. Aquí interpreta al hombre poderoso, dolido, exjefe del Shadow Force, con un cargo importante y un resentimiento personal. Su Jack Cinder no tiene matices, pero tampoco los necesita. Tiene helicópteros, guardaespaldas, una isla. Y eso alcanza. Es el tipo de malo que se entiende por acumulación: no por lo que hace, sino por lo que tiene.

Shadow Force: Entre la serie de acción y el melodrama familiar
Shadow Force se estrena en cines pero parece hecha para el streaming. Es un intento de fusión entre Mr. & Mrs. Smith y cualquier serie de acción de Netflix. Tiene el diseño de un piloto extendido, la lógica episódica, los diálogos que suenan a ensayo. Las locaciones cambian –Colombia, jungla, mansiones, lanchas–, los personajes entran y salen sin necesidad de invitación. No pide verosimilitud. Pide ritmo. Y entrega otra cosa: una alternancia de pasajes de acción y momentos de domesticidad impostada. En lugar de estilizar la violencia, humaniza el conflicto.
Y sin embargo, la película amaga con momentos que podrían haber funcionado. Las apariciones de Da’Vine Joy Randolph y Method Man como Auntie y Unc tienen algo de vida. Son dos agentes retirados con más química en cinco minutos que la pareja protagonista en toda la película. Improvisan, se ríen, se entienden. Es ahí donde asoma la película que Shadow Force podría haber sido: una especie de True Lies con menos testosterona y más complicidad.
El epígrafe inicial que da forma a la película –”Nuestro mayor instinto básico no es sobrevivir, sino la familia”– suena a esa cosa de autoayuda que Dominic Toretto colgaría en su cocina. Es que Shadow Force quiere ser muchas cosas: historia de amor, fábula de redención, película de acción, manual de paternidad. Pero en definitiva es una película sobre cuerpos entrenados que no pueden escapar del pasado, aunque lo intenten con armas, canciones o abrazos. Como sus protagonistas, sobrevive por inercia: porque no sabe hacer otra cosa.



