Sexo Desafortunado o Porno Loco: El espejo roto de la hipocresía moderna

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Una maestra, un video sexual y una sociedad hipócrita: Sexo Desafortunado o Porno Loco de Radu Jude es un retrato del ruido y la furia de la postmodernidad en clave de comedia.

La primera parte de Sexo Desafortunado o Porno Loco (Bad Luck Banging or Loony Porn) de Radu Jude es un recorrido por una ciudad que funciona con normalidad, es decir, como un caos aceptable. El trayecto de la protagonista es la excusa para que la cámara se detenga en la obscenidad visual de una geografía en plena era de capitalismo lumpen.  

Los ruidos de los autos, el ruido de las construcciones, de las ambulancias, los insultos de los conductores, de los peatones, de los que compran, los mendigos e incompletos, los barbijos, los carteles de gaseosas, de comidas, de gimnasios, de yogurt. Los carteles despintados de algún producto que alguien quiso vender y nadie comprar, los edificios feos, los edificios en ruinas, el mal humor, los que venden en la calle, los que piden en la calle, los cables, las mamás con bebés, las muñecas de mamás con bebés, los pseudo enanos con camionetas gigantes, los cines destruidos, los bancos resplandecientes, los insultos, las quejas, el ruido.

Emi (Katia Pascariu) camina por Bucarest como quien camina sobre vidrios rotos. Es febrero, hace frío, y ella – maestra de historia en un colegio top – acaba de convertirse en la protagonista involuntaria de un escándalo. Un video íntimo con su esposo se filtró en internet. Los padres de sus alumnos exigen explicaciones. Los medios de comunicación se las dan.  La sociedad rumana, esa que se jacta de su modernidad post-soviética, la mira, la señala, la juzga. Se prepara una reunión a modo de juicio para ver si Emi debe seguir en el cargo o no.

El verdugo digital

¿Qué es más obsceno: un acto sexual consensuado o una sociedad que condena públicamente lo privado mientras esconde sus propias perversiones? Los teléfonos móviles son las nuevas guillotinas. Los comentarios en redes sociales, la plaza pública donde se ejecutan las sentencias. Mientras recorre las calles de Bucarest, Emi sabe que cada mirada es un juicio y cada pantalla una posible sentencia.

Lo que Jude logra no es solo una crítica social; es una cachetada al rostro complaciente de la sociedad moderna. Nos muestra que detrás de cada escándalo viral hay un ser humano, y detrás de cada juicio moral apresurado, la hipocresía que esconde nuestra propia mezquindad, nuestros prejuicios, nuestra falsa moral. Emi podría ser cualquiera de nosotros. Y ese, precisamente, es el punto.

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Katia Pascariu en Sexo Desafortunado o Porno Loco

Sexo Desafortunado o Porno Loco: la falsa moral del pixel

Sexo Desafortunado o Porno Loco se divide en tres segmentos. Primero la intimidad cruda, después el paseo kafkiano de Emi por una ciudad que parece más una caricatura que una capital europea, y finalmente una asamblea escolar que deriva en un tribunal medieval disfrazado de progresismo. El subtítulo Boceto para una Película Popular se refleja en una puesta de escena en la que conviven distintos dispositivos cinematográficos – de la imagen de archivo al video grabado con celular -, y en la que se perciben distintas influencias.

Si la primera parte toma a la ciudad como escenografía de postal kitsch, como un Godard a través del filtro del subdesarrollo en pleno siglo XXI, la tercera es puro Buñuel – el de El Discreto Encanto de la Burguesía (1972) y El Fantasma de la Libertad (1974) -, con un sarcasmo ácido hacia la ideología fascista de la clase media alta.

En el medio, un genial Diccionario de Anécdotas, Signos y Maravillas en el que de alguna manera se cuenta la historia de Rumania, la de Emi, y la de todos los personajes. Un por qué el presente es como es. Un por qué el pasado nos define y las palabras crean una imagen: la manera en que nos representamos las cosas. 

La última parte de Sexo Desafortunado o Porno Loco es un show de misoginia, racismo y frigidez, un repertorio de la degradación ética de aquellos que se piensan mejores porque ganan mejor. La película – ganadora del Festival de Berlín 2021 – es un manifiesto contra la hipocresía, contra los tabúes sociales que todavía inciden a través de la religión, las instituciones y los medios. Un retrato del ruido y la furia de la postmodernidad en clave de comedia. Feminista, progre y bizarra, nos muestra que ante el porno casero, la obscenidad está en otra parte.

Tráiler de la película:

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