Hay historias que parecen condenadas a vivir más en el rumor que en la pantalla. La de Red Sonja pasó cuatro décadas en ese limbo: proyectos anunciados, directores con nombre grande que entraban y salían, promesas de un renacimiento que nunca llegaba. Hasta que un día, sin demasiado ruido, apareció esta nueva versión 2025. No es la primera vez que alguien intenta devolverle vida a la guerrera nacida en las páginas de Marvel, pero sí es la primera que llega en una época que se esfuerza por revisitar cada mito para preguntarse si todavía vale la pena creer en él.

Red Sonja 2025: Matilda Lutz, cuerpo y cicatrices
Matilda Lutz (Revenge) es la encargada de ponerle cuerpo y cicatrices a Red Sonja, con la expectativa imposible de encarnar un ícono que nunca terminó de serlo. No se parece a la amazona hiperbólica de Brigitte Nielsen ni pretende imitarla: es más delgada, más huraña, menos diosa y más sobreviviente. Su Sonja vive en el bosque con un caballo como única compañía, hasta que la captura el emperador Draygan (Robert Sheehan). Ahí empiezan las luchas de arena, las criaturas digitales, los combates cuerpo a cuerpo: el espectáculo.
Red Sonja 2025 se mueve entre dos impulsos: la nostalgia por el sword and sorcery de los 80’s y el intento de darle a la guerrera una densidad contemporánea. Por momentos se inclina hacia lo primero, con monstruos que parecen salidos de un videojuego y frases de un falso medieval. Por momentos se esfuerza por darle a los personajes un trauma, un pasado, una razón. Una película que nunca decide si quiere ser brutal o contar algo parecido a una historia, y en esa vacilación encuentra su forma.
Lutz construye un personaje que va ganando espesor con el avance del relato. Empieza como una joven ensimismada, se transforma en gladiadora y termina liderando una rebelión. No hay un arco psicológico ni una historia memorables, pero sí un registro físico: cada golpe, cada caída, cada herida hacen que la Sonja parezca menos invulnerable y más obstinada.
Robert Sheehan, en cambio, se divierte. Su villano se mueve entre la solemnidad y la caricatura. Draygan es un tirano que usa la ciencia y la tecnología como armas contra la superstición. Su obsesión es reescribir el mundo, someter a los dioses, imponerse como única autoridad. La combinación de racionalismo y megalomanía de un hombre que disfruta de su propia locura.

Red Sonja: Una guerrera para el siglo XXI
Red Sonja nació en los 70’s, cuando Marvel Comics decidió aprovechar la popularidad de Conan para crear una versión femenina. La inventaron Roy Thomas y Barry Windsor-Smith, inspirándose en una heroína de Robert E. Howard. Desde entonces, la guerrera pasó a Dynamite Entertainment, con trajes cada vez más mínimos y aventuras cada vez más descartables. Pero la época ya no admite a una mujer reducida a bikini de metal, pero tampoco está dispuesta a renunciar a la violencia y el exceso que la definieron.
La película intenta un equilibrio: deja la piel pero también la astucia, un proceso de crecimiento, un sentido de autodeterminación. Red Sonja no pretende mostrar a una heroína perfecta: la quiere vulnerable, errática, capaz de aprender.
Lo que queda al final no es la perfección técnica sino la persistencia del personaje. Red Sonja regresa porque no pude morir, como si la cultura pop no pudiera renunciar a ella. Es la mujer que perdió a su familia, que se escondió en los bosques, que luchó en las arenas, que enfrentó emperadores. Una figura obstinada que sobrevive a guionistas mediocres, a presupuestos ajustados, a modas pasajeras. Y aunque la película no resuelva todos sus dilemas, ofrece un ensayo sobre cómo revivir mitos en tiempos inciertos.
En ese sentido, Red Sonja 2025 no es tanto una superproducción como un comentario involuntario sobre el propio cine de fantasía. Un género que ya no puede ser lo que fue y que todavía no sabe qué quiere ser. Entre la nostalgia y la reinvención, entre el espectáculo digital y la búsqueda de personajes con densidad, la película avanza decidida, imperfecta. No es la consagración que algunos esperaban ni la catástrofe que otros anunciaban. Es otra cosa: una prueba de que hay personajes que no necesitan gloria ni fracaso para sobrevivir. Les basta con seguir peleando.
 
				 
															


