La Balada de Pájaros Cantores y Serpientes: El punk se volvió pop

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En La Balada de Pájaros Cantores y Serpientes, Francis Lawrence explora la corrupción del poder a través de un joven Coriolanus Snow, antes de convertirse en el arquitecto de los Juegos del Hambre.

La Balada de Pájaros Cantores y Serpientes es la misma arena pero distinto circo. Es el antes, cuando el espectáculo apenas aprendía a ser cruel. El Capitolio todavía lamía sus heridas, las de esa guerra que ganó pero que le costó sangre: la propia. Ahora necesita recordarles a los distritos quién manda, quién tiene el pan y quién el hambre. Pero el hambre –ese gran personaje de la Historia– precisa ser rentable, volverse show.

El hambre de Coriolanus Snow es de poder, de prestigio, de que le devuelvan lo que la guerra le sacó. De recuperar todo lo que su apellido ya no puede darle.

La idea surgió para castigar. Veinticuatro chicos, dos de cada distrito, pelean a muerte, mientras el Capitolio mira, aplaude, apuesta. Pero a nadie le importa. El espectáculo aburre. Diez años después de empezar, los Juegos del Hambre son un fracaso comercial. La Balada de Pájaros Cantores y Serpientes nos lleva a ese momento bisagra, cuando él y Lucy Gray Baird –tributo del Distrito 12, cantante con voz de ruiseñor y mañas de serpiente– convirtieron la masacre en espectáculo.

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Rachel Zegler como Lucy Gray Baird en Los Juegos del Hambre: La Balada de Pájaros Cantores y Serpientes

Los Juegos del Hambre: Esencia punk

Había algo de inmanencia punk en Los Juegos del Hambre: una explosión en el corazón de la mercancía, una presunción de no future, de que la revolución es necesaria –los problemas son logísticos, no éticos–, de que vivimos en un permanente barbarismo cibergótico neorromano donde la tecnología es una forma de control social, una distracción y un espectáculo narcotizante que naturaliza la competencia y obliga a las clases bajas a pelear hasta la muerte para el goce de la clase dominante.

“Recuerden quién es el enemigo” era un mensaje, una demanda ética. Lo personal es político porque no hay nada personal. No hay un ámbito privado al que retirarse. Es una visión aterradora de la sociedad que acepta la vigilancia y la autoexposición como norma.

En el clímax de la franquicia, la amenaza de suicidio de Katniss y Peeta era el único acto posible de rebeldía. Como William Burroughs y Michel Foucault, Los Juegos del Hambre había entendido que la resistencia no es un desafío al poder. Es, al contrario, lo que el poder necesita: no hay poder sin algo que se resista. No hay poder sin un ser vivo que sea sometido. Un ser reducido a la agonía: ese el el límite del poder. Más allá está la muerte. Así que si sólo actúas como si ya estuvieras muerto, puedes ser libre. Este es el paso decisivo de Katniss para transformarse en revolucionaria.

Todos querían ser Katniss Everdeen, excepto la propia Katniss. “Tráiganme mi flecha de oro ardiente”. Lo único que ella podía hacer –cuando llegara el momento– era apuntar sus flechas contra el sistema de realidad y ver cómo caía el cielo artificial.

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Tom Blyth como Coriolanus Snow en Los Juegos del Hambre: La Balada de Pájaros Cantores y Serpientes

La Balada de Pájaros Cantores y Serpientes: Lejos de la revolución

Dirigida por Francis Lawrence –que dirigió tres de las cuatro entregas anteriores–, y basada en la novela homónima de Suzanne Collins de 2020, La Balada de Pájaros Cantores y Serpientes se desarrolla 64 años antes de que Katniss se ofreciera como Tributo de su distrito. El Capitolio ganó la guerra civil. En esa ciudad fantasma que todavía está despertando de la pesadilla del conflicto, Coriolanus Snow (Tom Blyth) es el mejor estudiante del país, el principal candidato a ganar el Premio Plinth, que podría revertir la pobreza en la que vive con su abuela (Fionnula Flanagan) y su prima Tigris (Hunter Schafer), una precariedad que deben ocultar la aristocracia local.

Los Juegos del Hambre son más un castigo que un espectáculo. Pero debido a la disminución de los índices de audiencia, las cosas serán diferentes para la décima iteración del evento: Coriolanus y sus compañeros de clase son declarados mentores de los Tributos. El ganador tiene más posibilidades de recibir el premio. Coriolanus es elegido para ser el mentor de Lucy Gray Baird (Rachel Zegler), una pseudo excéntrica cantante vagabunda del Distrito 12. Él ve la oportunidad de recuperar la gloria y riqueza de su apellido. Ella, una sentencia a muerte.

La naturaleza dulce y la voz suave de Zegler contrasta la arrogancia callejera y conspirativa de su personaje. Hay algo forzado en su interpretación, pero comparte con Blyth cierta química para superar un guion superficial lleno de personajes adultos hiperbólicos: Casca Highbottom (Peter Dinklage) –el creador de los Juegos del Hambre, que guarda un misterioso rencor contra Coriolanus–, la Dra. Volumnia Gaul (Viola Davis) –la directora principal del evento– y Lucretius “Lucky” Flickerman (Jason Schwartzman) –un mago frustrado devenido meteorólogo devenido conductor de los Juegos.

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Viola Davis como Volumnia Gaul en Los Juegos del Hambre: La Balada de Pájaros Cantores y Serpientes

El origen de Coriolanus Snow

De huérfano empobrecido a cruel dictador autocrático: al narrar una historia de origen del futuro tirano Coriolanus Snow, La Balada de Pájaros Cantores y Serpientes intenta sin éxito rastrear la génesis de la sociopatía y la corrupción, cómo las personas llegan a creer en el imperativo moral de su propio poder. Dada la naturaleza femenina de la franquicia, la decisión de centrarse en el pasado de un protagonista masculino debería haber sido capaz de proporcionar una visión esclarecedora sobre él. Pero Coriolanus es un personaje emocional y psicológicamente incompleto, que pasa de la empatía al odio con rapidez conductista.

En cambio, la principal revelación de La Balada de Pájaros Cantores y Serpientes es que su actitud protectora con Lucy Gray es lo que convierte los Juegos del Hambre en un reality show en el que la celebridad es tan importante como las habilidades físicas. Es el grado cero del proceso simbólico de cómo la sociedad de control opera a través del parasitismo afectivo y la esclavitud emocional: no es suficiente con que los participantes se maten unos a otros, sino que al hacerlo deben producir una narración y un personaje convincente.

A pesar de todo su maniqueísmo, Los Juegos del Hambre eligió no ofrecer fantasías de internado o romance vampírico a los adolescentes, sino un pequeño manual para desestabilizar el sistema. La Balada de Pájaros Cantores y Serpientes vacía de libido toda esa decodificación del modo en que la clase, el género, la raza y el poder colonial operan juntos en el núcleo mitográfico de la cultura, para ser un empalagoso déjà vu sin efervescencia social pero sí mucho romance Disney y un repertorio de inofensivas canciones pseudo combativas. The Clash se transformó en Taylor Swift. El punk se convirtió en pop.

Tráiler de la película:

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