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Crítica Amores Materialistas: De qué hablamos cuando hablamos de amor

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Amores Materialistas enfrenta el mito del amor con la lógica del capital. Lo que queda es una comedia romántica sin comedia ni romance, donde la ternura se negocia según las leyes del mercado.

Amores Materialistas (Materialists) comienza un gesto que se repite desde el inicio del mundo: dos seres prehistóricos, envueltos en pieles, descubren que una flor puede ser una promesa. No hay palabras, solo una mirada: la primera que intenta decir “para siempre”. Pero después de esa flor, el siglo XXI: Nueva York, ropa cara, tragos de autor y la economía como idioma del deseo. Si el prólogo muestra un mito de amor sin condiciones, el resto de Amores Materialistas es su reverso: la sospecha de que todo vínculo tiene un precio.

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Dakota Johnson como Lucy en Amores Materialistas

Amores Materialistas: Johnson, Pascal, Evans: un triángulo sin vértices

Lucy (Dakota Johnson) vive en un mundo donde el romance se ha vuelto una ciencia exacta. Trabaja de traducir deseos románticos a variables matemáticas, de encontrar la versión más rentable del amor. Es una matchmaker de elite, una cupido profesional para personas solitarias. Cobra por encontrar almas gemelas, aunque ya a nadie le interese el alma. Su negocio consiste en ordenar a las personas según su edad, altura, educación, patrimonio neto, metros cuadrados. Los números como única forma de la verdad.

Dakota Johnson interpreta a Lucy con la ligereza sin emoción de alguien que aprendió a moverse en la cima sin creerse la altura. Habla como si no le importara nada, camina como si no buscara a nadie, pero todo en ella es espera. Chris Evans y Pedro Pascal, los dos hombres que entran en su órbita, completan el triángulo sin necesidad de competir. Uno es el pasado sin dinero; el otro, el futuro con demasiado.

Harry (Pascal) es millonario, amable, alto. En el negocio de Lucy lo llaman “el unicornio”: un hombre perfecto que, encima, quiere comprometerse. Pascal construye a Harry como un seductor que no necesita seducir. Su encanto es automático, casi industrial, producto de décadas de obtener lo que quiere sin esfuerzo. John (Evans) es actor, camarero, pobre. Todavía la ama. Pero en lugar de elegir entre ellos, Lucy los examina. Pone sus virtudes en una balanza que solo ella entiende. Es una mujer que ha convertido el pragmatismo en filosofía de vida después de aprender que el amor sin recursos puede volverse tóxico.

Las mejores escenas de Amores Materialistas son las más simples. Un paseo. Una conversación sobre nada. Una copa de vino servida con la mano temblorosa. Un comentario sobre decoración que es una declaración de amor en clave. Celine Song confía tanto en sus actores que les deja el peso del relato. Y ellos responden. Dakota Johnson tiene en la mirada una tristeza antigua. Evans sostiene con el cuerpo la humillación de no poder dar lo que quiere. Pascal sonríe como quien sabe que ya perdió.

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Chris Evans como John en Amores Materialistas

Amores Materialistas: El mercado del amor

En Amores Materialistas, cada plano es limpio, cada escena quiere decir algo, cada diálogo encierra un principio de tesis. Song viene del teatro, por eso el guion busca ideas, no situaciones. Cada vez que los personajes se acercan, la cámara se aleja. Cada beso está seguido por un plano general que los devuelve al mundo: al restaurante, al vestíbulo del hotel, a la ciudad donde la intimidad es solo un momento entre reuniones. Esa distancia le da al relato una especie de impudicia. Como si Song necesitara justificarse por filmar algo tan viejo como una historia de amor.

Ese pudor es también su límite. Porque Amores Materialistas quiere ser una comedia romántica moderna sin renunciar al clasicismo. Pero la inteligencia no siempre es emoción, y la elegancia no siempre conmueve. La película funciona mejor cuando se olvida de su argumento y se concentra en lo que los personajes temen sentir.

En ese intento de dominar la emoción, Song introduce una subtrama que desbalancea la película: una clienta de Lucy atraviesa una situación límite que tiñe el relato de tragedia. Es otra película. Otra voz. Otro tono. Lo que venía siendo una reflexión sobre el amor como mercado se convierte de pronto en un episodio sobre el peligro de conocer desconocidos. Y eso rompe el pacto.

El giro moralista le resta ambigüedad a un relato que venía sosteniéndose en su indecisión. Song quiere deconstruir la comedia romántica. Pero el resultado es a veces una demolición innecesaria. Lo que podría ser una historia imperfecta y cálida se vuelve un ensayo ilustrado sobre el costo del deseo.

Y sin embargo, Amores Materialistas tiene momentos. Algunos diálogos capturan la contradicción de estos personajes: “No quiero odiarte por ser pobre”, le dice Lucy a John en un flashback. Hay cierta comprensión de cómo funcionan las relaciones cuando el dinero es parte de la ecuación. La película no propone una respuesta, ni siquiera una pregunta. Propone una tensión. ¿Se puede querer a alguien por lo que es, cuando el capitalismo nos entrenó para valorar lo que tiene?

Porque lo que Amores Materialistas retrata es esa sensación de estar atrapado entre dos versiones de uno mismo: el que se resigna y el que todavía espera. Lucy está ahí. Entre el romanticismo cansado y el cinismo estético. Entre la mujer que arregla casamientos por trabajo y la que todavía quiere enamorarse como si no costara nada.

Si con Past Lives, Celine Song había hecho una película contenida, melancólica, con el pudor de quien habla de sí misma en otro idioma, Amores Materialistas es más ruidosa, más insegura. Es una comedia romántica que funciona a medias: inteligente cuando debería ser instintiva, reflexiva cuando debería ser apasionada. Lo que se juega en la película no es solo el amor. Es la posibilidad de que el amor todavía sea un argumento suficiente. Song lo duda. Los personajes también. No porque no haya emoción, sino porque el amor, aquí, viene siempre con factura. No solo económica. También simbólica. Amar, en el siglo XXI, es un lujo.

Y como todo lujo, Amores Materialistas pregunta si vale lo que cuesta.

Tráiler de la película:

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