House of the Dragon: Quién es Alicent Hightower | La mujer que dividió un reino

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Alicent Hightower jugó un papel importante en la Danza de Dragones al mantener a la princesa Rhaenyra Targaryen alejada del Trono de Hierro.

Verde. Siempre hay un verde en la ambición. Algunos de los personajes más interesantes del mundo de Canción de Hielo y Fuego nos enseñan sobre la grandeza. Otros, sobre la vileza. Alicent Hightower –interpretada en House of the Dragon primero por por Emily Carey y luego por Olivia Cooke– nos enseña algo más complejo: nos habla de la ambigüedad moral, ese territorio gris –o verde, en su caso– donde habitan quienes no pueden reducirse a héroes o villanos. Alicent no montó ningún dragón pero, ¿quién necesita alas cuando se sabe mover entre los pasillos del poder?

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Emily Carey como Alicent Hightower en el episodio 3 de House of the Dragon

Los inicios de Alicent Hightower: Ser hija en un mundo de hombres

Alicent Hightower nació en el año 88 después de la Conquista (DC) en Antigua, hija de Ser Otto Hightower, la Mano del Rey. Antigua, esa ciudad de piedra y conocimiento donde la Ciudadela guarda secretos que muchos hombres desean y ninguna mujer pueden acceder. Como todas las hijas nobles de su tiempo, Alicent no estaba destinada a ser maestre ni guerrera. Estaba destinada a ser moneda, carta de negociación, vientre, alianza. No le enseñaron a blandir espadas sino a sonreír cuando debía, a callar cuando convenía, a observar siempre.

No hay información sobre la madre de Alicent. Los libros no la mencionan, lo que implica que murió años antes de la Danza de Dragones. Lo que sí dicen los libros de George RR Martin es que Alicent Hightower era una de las doncellas más hermosas de Westeros. Y precozmente inteligente.

La llevaron a Desembarco del Rey siendo casi una niña. Mientras su padre servía como Mano del Rey Jaehaerys I Targaryen –el Viejo Rey, el Conciliador, ese anciano que había visto demasiado–, ella fue asignada como su acompañante. Quizá fue allí donde aprendió el primer principio del poder: a veces, lo más importante no es hablar sino escuchar. Durante tres años, Alicent escuchó las historias del viejo monarca, sus consejos, sus arrepentimientos, sus confesiones. Absorbió el conocimiento de un reinado de más de cinco décadas mientras peinaba al rey, le leía o simplemente permanecía a su lado cuando las sombras del ocaso se extendían sobre la Fortaleza Roja.

El Rey Jaehaerys murió. Y con él, algo de la inocencia de Westeros. Pero Alicent Hightower nunca abandonó la corte: su padre también sería la Mano del Rey Viserys.

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Emily Carey como Alicent Hightower y Paddy Considine como Viserys en House of the Dragon

Alicent Hightower se convierte en reina

Viserys I Targaryen, un hombre afable, gordo, conciliador como su abuelo pero sin su firmeza. Un rey que deseaba ser amado antes que respetado. Un rey que, como tantos hombres poderosos antes y después de él, confundió bondad con debilidad.

Viserys enviudó joven. Su primera esposa, Aemma Arryn, murió dando a luz a su único hijo varón, que no sobrevivió. Solo le quedaba una hija, Rhaenyra, a quien nombró su heredera en un acto sin precedentes. Las crónicas dicen que Viserys amaba a su hija por encima de todas las cosas. Las crónicas dicen muchas cosas.

Alicent Hightower, mientras tanto, había crecido. Ya no era la niña que leía al viejo rey; era una joven hermosa, culta, educada en las complejidades de la corte. Su padre, Otto Hightower, volvió a ser nombrado Mano del Rey bajo Viserys. Y entonces ocurrió lo previsible, lo que siempre ocurre cuando un rey viudo conoce a una dama hermosa que sabe exactamente qué decir y cómo decirlo.

Viserys se casó con Alicent Hightower. Ella tenía dieciocho años; él, veintinueve. No sabemos si fue amor. El amor raramente decide los matrimonios reales. Lo que sabemos es que Alicent cumplió con su deber: le dio a Viserys tres hijos varones –Aegon, Aemond y Daeron– y una hija, Helaena. Cuatro dragones con sangre verde.

¿Y Rhaenyra? La princesa heredera tenía apenas unos años menos que su nueva madrastra. Las crónicas hablan de una amistad inicial entre ambas. Pero las crónicas dicen muchas cosas.

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Emilia Carey como Alicent Hightower en el episodio 5 de House of the Dragon

Alicent Hightower: La mujer que coronó rey a su hijo

Las grandes tragedias no comienzan con espadas desenvainadas ni con dragones escupiendo fuego. Comienzan con pequeños desaires, con miradas esquivas, con palabras que se dicen a media voz en los pasillos. La tragedia que dividiría Westeros comenzó así, entre susurros de sedas y copas de vino.

Por un lado, Rhaenyra Targaryen, la Delicia del Reino, heredera nombrada. Por otro, Alicent Hightower y sus hijos, especialmente Aegon, el primogénito varón. Entre ambas, un rey que no quería ver el abismo que crecía bajo sus pies.

Alicent Hightower sabía que nunca en la historia una mujer había gobernado los Siete Reinos. Sabía que el Gran Consejo del 101 había establecido el precedente: la línea masculina tiene preferencia sobre la femenina. Sabía que su hijo Aegon, como varón, tenía un derecho legítimo al trono. Y sabía, sobre todo, que Rhaenyra nunca lo aceptaría.

Se formaron dos bandos: los Negros, partidarios de Rhaenyra; los Verdes, partidarios de Alicent y Aegon. Verde, el color de la Casa Hightower. Verde, el color del vestido que Alicent llevó al casamiento de Rhaenyra con Laenor Velaryon. Verde, el color de los ojos de quienes miran desde las sombras.

Durante años, la tensión creció. Alicent susurraba al oído del rey, intentando que reconsiderara su decisión sobre la sucesión. Rhaenyra se casaba, tenía hijos –cuya legitimidad Alicent y todo el reino cuestionaba en privado–, forjaba alianzas. El rey envejecía, ajeno o indiferente al peligro.

Y entonces, un día, Viserys I Targaryen murió. Y el infierno se desató sobre Westeros.

Hay un momento en que la historia se detiene, suspendida entre lo que fue y lo que será. Un instante en que todo puede cambiar. Ese momento llegó cuando Viserys exhaló su último aliento. Según el protocolo, debían informar a la heredera nombrada, Rhaenyra, que en ese momento estaba en Rocadragón, embarazada. Pero Alicent y su padre, Otto Hightower, tomaron una decisión que cambiaría el destino de los Siete Reinos: ocultaron la muerte del rey durante varios días.

Mientras el cadáver de Viserys se pudría en su lecho, ellos convocaron al Consejo Privado. Sellaron las puertas de la ciudad. Arrestaron a quienes se oponían a sus planes. Y finalmente, coronaron a Aegon II Targaryen como rey legítimo de los Siete Reinos.

En la historia oficial –la escrita por los maestres, todos hombres, todos servidores del orden establecido–, Alicent Hightower actuó por ambición, por odio hacia su hijastra, por sed de poder. Quizá. Pero me pregunto si no habría también miedo en sus acciones. Miedo por el destino de sus hijos si Rhaenyra llegaba al poder. Miedo por el destino de un reino gobernado por una mujer en un mundo de hombres. Miedo, simplemente, de quedar relegada, olvidada, apartada del juego que había aprendido a jugar tan bien.

Cuando Rhaenyra se enteró de la coronación de su medio hermano, respondió coronándose ella misma en Rocadragón. Dos monarcas, dos bandos, un solo trono. La Danza de Dragones había comenzado.

Alicent, Helaena y el Gran Maestre Orwyle instaron a Aegon a negociar con la princesa rebelde, haciendo que desistiera de sus deseos de gobernar pero permitiéndole seguir siendo la dama de Rocadragón. Al mismo tiempo, Alicent le pidió a Rhaenyra que aceptara a Aegon como el nuevo rey, dejando en claro que el Trono de Hierro pertenecía a sus hijos. Sin embargo, Rhaenyra se negó a aceptar. Ese fue el principio del fin para la Casa Targaryen.

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Olivia Cooke como Alicent y Emma D’Arcy como Rhaenyra en House of the Dragon

El papel de Alicent Hightower en la Danza de Dragones

Lo que siguió fue una guerra civil brutal. Los grandes señores de Poniente tomaron partido. Los dragones, esas armas de destrucción masiva, volaron unos contra otros. Hermanos mataron a hermanos. Padres vieron morir a sus hijos. Ríos de sangre, ciudades en llamas, campos devastados.

Y en medio de todo, Alicent Hightower.

No empuñó espada ni montó dragón, pero cada decisión que tomaba, cada consejo que daba, cada alianza que forjaba, costaba vidas. ¿Sentía el peso de esas muertes? ¿Se despertaba en las noches, sudando frío, recordando los rostros de quienes habían caído por su causa? ¿O se decía a sí misma que todo era necesario, que el fin justificaba los medios, que protegía a sus hijos y al reino de un destino peor?

No lo sabemos. Las crónicas nos hablan de sus acciones, no de sus pensamientos.

Lo que sí sabemos es que la guerra fue devastadora para ella también. Vio morir a dos de sus hijos: Aemond, el del ojo de zafiro, y Helaena, quien se suicidó tras el asesinato de su hijo. Vio a su primogénito, Aegon II, quemado y mutilado por dragones enemigos, convertido en una sombra amargada de lo que una vez fue. Vio a su padre, Otto Hightower, ejecutado por traición. Vio el odio en los ojos de quienes la llamaban “hacedora de reyes”, “usurpadora de sombras”, “la reina que nunca fue”.

Y al final, vio cómo todo había sido en vano.

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Olivia Cooke como Alicent Hightower en House of the Dragon

El ocaso Verde

La guerra terminó no con una victoria decisiva sino con el agotamiento mutuo. Ambos bandos habían sufrido pérdidas irreparables. Los dragones, casi extintos. El reino, destrozado. Rhaenyra había sido devorada por el dragón de Aegon II. Pero poco después, el propio Aegon II fue envenenado, probablemente por hombres de su propio bando cansados de la guerra.

Con la muerte de Aegon II sin herederos supervivientes (su hijo había sido asesinado durante la guerra), el trono pasó finalmente a Aegon III, hijo de Rhaenyra. El bando Negro había ganado, pero a un costo tan alto que difícilmente podía llamarse victoria.

¿Y Alicent? Sobrevivió a la guerra, a diferencia de casi todos los protagonistas de la contienda. Pero sobrevivir no siempre es una bendición.

La encerraron en sus aposentos en la Fortaleza Roja, bajo constante vigilancia. La mujer que una vez había movido los hilos del poder ahora estaba confinada a unas pocas habitaciones, con sirvientes que eran más carceleros que ayudantes. Dicen que enloqueció en sus últimos años. Dicen que hablaba sola, que se arrancaba el cabello, que acusaba a las sombras de conspirar contra ella.

Murió durante una epidemia de fiebre invernal, sola, olvidada por muchos, odiada por otros tantos. Una nota al pie en los libros de historia que ella había intentado escribir.

Si bien el linaje Hightower de Alicent desaparece cuando ella pasa a formar parte de la Casa Targaryen, su familia siguió creciendo. En otra parte del árbol genealógico de la Casa Hightower, su primo Ormund Hightower continúa poblando el linaje. Es un antepasado lejano de Lord Leyton Hightower, el último Hightower que gobernó Antigua.

La esposa de Lord Leyton da a luz a Lady Alerie Hightower, quien se casa con Mace Tyrell, a quien conocemos en Game of Thrones como Señor de Altojardín. Esto significa que Alicent Hightower tiene relación con Loras y Margaery Tyrell, personajes importantes de la serie.

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Olivia Cooke como Alicent Hightower en el episodio 7 de la temporada 2 de House of the Dragon

El legado ambiguo de Alicent Hightower

Alicent Hightower. ¿Villana o víctima? ¿Manipuladora o manipulada? ¿Madre protectora o ambiciosa sin escrúpulos? Quizás todas esas cosas. Quizás ninguna.

Lo que es innegable es su impacto en la historia de Westeros. La Danza de Dragones que ella ayudó a desencadenar cambió para siempre el equilibrio de poder en los Siete Reinos. Debilitó a la Casa Targaryen hasta el punto de que nunca recuperó su antigua gloria. Diezmó a los dragones, esas criaturas magníficas y terribles que habían sido el símbolo y la fuerza de los Targaryen. Estableció precedentes sobre la sucesión que resonarían durante generaciones.

Y nos dejó, sobre todo, una lección sobre el poder y sus costos.

Alicent Hightower jugó el juego de tronos como pocos lo habían jugado antes. Utilizó las herramientas que tenía disponibles: su belleza, su inteligencia, su capacidad para influir en los hombres poderosos, su comprensión de las alianzas y las lealtades. En un mundo donde las mujeres tenían pocas opciones, ella encontró la manera de ejercer poder.

Pero el juego de tronos es cruel. No perdona errores. No respeta intenciones. No distingue entre quienes juegan por ambición y quienes juegan por necesidad.

Al final, todos pierden.

Alicent Hightower, con su vestido verde y su ambición indiscutible, con su amor maternal y su crueldad política, con su inteligencia aguda y sus errores fatales, nos recuerda que la historia la escriben personas complejas, imperfectas, contradictorias. Personas que, como nosotros, navegan entre lo que desean ser y lo que las circunstancias les permiten ser.

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