Supergirl: Historia, origen y evolución en cómics, series y películas

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De su muerte simbólica en Crisis en Tierras Infinitas a su retorno como figura central en Mujer del Mañana, Supergirl encarna una historia de exclusión, reapropiación y disputa por el protagonismo en el universo narrativo de DC.

En julio de 1985, Crisis en Tierras Infinitas #7 publicó la muerte de Supergirl. La portada –Superman sosteniendo el cuerpo sin vida de su prima– se convirtió en imagen icónica de una transformación mayor: la reestructuración del universo DC. La escena no fue solo un momento de alto dramatismo, sino también una declaración editorial. En el marco de un proceso que buscaba eliminar realidades paralelas y depurar la continuidad, Kara Zor-El fue señalada como prescindible.

Narrativamente, su muerte cumplía una función dentro de la estructura del relato: durante la batalla contra el Anti-Monitor, Supergirl se interpone en un ataque dirigido a Superman, enfrenta directamente a la amenaza y muere salvando no solo a su primo, sino a todos los héroes implicados. Su sacrificio cristaliza dos dimensiones superpuestas: la necesidad editorial de suprimir al personaje y la voluntad de inscribir esa eliminación en un gesto de heroísmo absoluto.

La elección no fue aleatoria. A pesar de compartir origen, poderes y linaje kryptoniano con Superman, Supergirl nunca alcanzó un estatus equivalente dentro del universo DC. Su figura ha sido históricamente subsidiaria: “la prima de“, una presencia que expande, replica o sostiene el mito central, pero que rara vez construye el suyo propio. Sus historias giran en torno al aprendizaje, la adaptación, la pertenencia. Nunca al liderazgo.

Su muerte en Crisis reproduce ese mismo patrón. Kara no muere defendiendo su mundo, ni una causa personal, ni un arco narrativo centrado en su subjetividad. Muere defendiendo a Superman. La escena no es tanto el clímax de una historia propia como la intensificación de una historia ajena. En esa portada, su cuerpo no solo representa a la heroína caída: es también la imagen de una posición narrativa estructuralmente secundaria.

Dentro del relato, su sacrificio es homenajeado, elevado al rango de mito. Pero en términos editoriales, su muerte equivale a su desaparición prolongada de la continuidad principal. Una ausencia que no desestabiliza a Superman ni altera su centralidad, pero que transforma a Supergirl en símbolo de pérdida, de lo que queda afuera, de lo que ya no tiene lugar.

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El debut de Supergirl en Action Comics #252

El origen de Supergirl como figura derivada del mito de Superman

Supergirl aparece por primera vez en Action Comics #252, en mayo de 1959. Su nombre es Kara Zor-El, y su historia repite –con pequeñas variaciones– la de su primo Kal-El: una superviviente de Krypton enviada a la Tierra tras la destrucción del planeta. Pero esa simetría argumental no implica igualdad narrativa. Desde el origen, su figura fue concebida como una extensión del mito central de Superman, no como una protagonista autónoma dentro del universo DC.

Su creación responde a una lógica editorial clara: ampliar el alcance de Superman mediante personajes derivados que permitieran diversificar el público lector, especialmente a través de figuras femeninas. Kara Zor-El operaba como vehículo de acceso para audiencias jóvenes y lectoras, en sintonía con otros personajes como Batgirl o Lois Lane. Sin embargo, estos personajes no estaban pensados para disputar la centralidad del relato, sino para sostenerla.

En sus primeras décadas, Supergirl careció de agencia. Entrenada, supervisada y vigilada por Superman, su arco narrativo giraba en torno al aprendizaje, la adaptación y la domesticación de sus poderes. Bajo la identidad de Linda Lee, vivía en un orfanato, ocultaba su origen y encarnaba la figura de la adolescente modelo: obediente, sensible y disciplinada. Su poder no estaba orientado a transformar el mundo, sino a acompañarlo.

Su rol en esta etapa puede pensarse como el de una heredera que nunca hereda. Aunque comparte con Kal-El origen y capacidades, su linaje kryptoniano no la consagra. Es una figura que solo cobra sentido en relación al protagonista masculino. Cada vez que parece avanzar hacia una narrativa propia, la estructura del universo vuelve a subordinarla al relato mayor, ese donde Superman es el eje y la medida de lo posible.

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Supergirl Vol. 1 (1972). Ilustración de Bob Oksner

Intentos de autonomía: Transformaciones parciales en la década del 70

A lo largo de las décadas, DC Comics ensayó distintos mecanismos para redefinir el lugar de Supergirl dentro de su universo. Sin embargo, esos movimientos estuvieron siempre condicionados por la necesidad de no alterar la centralidad simbólica de Superman y por una matriz narrativa que relegaba a las figuras femeninas al rol de soporte.

El primer intento significativo llegó en 1972, con el lanzamiento de su serie individual Supergirl (vol. 1), que se publicó hasta 1974. Escrita inicialmente por Cary Bates y dibujada por Win Mortimer y Bob Oksner, la serie desplaza a Kara a entornos urbanos, introduce conflictos laborales y relaciones sociales más adultas, e intenta articular un relato menos dependiente del legado kryptoniano. Sin embargo, las tramas no logran consolidar un arco que la desvincule del todo de su función secundaria dentro del universo DC. La serie es cancelada tras apenas diez números, lo que confirma que el personaje no era percibido como capaz de sostener su propio título.

Un nuevo intento surge a comienzos de los años ochenta, en sintonía con cambios culturales que buscaban reposicionar a las figuras femeninas en la cultura pop. The Daring New Adventures of Supergirl (1982–1984), escrita por Paul Kupperberg y dibujada por Carmine Infantino, propone una versión más madura y asentada. La historia la traslada a Chicago, le da un trabajo como camarógrafa de televisión y busca reflejar los desafíos de una joven adulta en un entorno urbano contemporáneo. Aunque el relato introduce un esfuerzo deliberado por desligarla de la figura de Superman, los vínculos con su herencia kryptoniana y con la arquitectura simbólica del universo DC permanecen activos.

Incluso los cambios visuales y de tono –una Kara más introspectiva y conectada con el mundo humano– no logran consolidar una identidad plenamente diferenciada. La modernización suaviza el modelo fundacional, pero no lo reemplaza. Supergirl puede crecer, cambiar de ciudad y de oficio, pero su condición narrativa sigue sujeta a un parentesco que la define más por su relación con Superman que por una trayectoria propia.

El conflicto entre el deseo de autonomía y la estructura que la contiene atraviesa toda la etapa previa a Crisis en Tierras Infinitas. Su muerte en el evento no es solo una resolución editorial: es también la culminación de una historia que nunca le permitió ser el centro de su propio relato.

Mujeres poderosas, pero subordinadas: Supergirl y las estructuras de género en el cómic mainstream

La trayectoria editorial de Supergirl no es un caso aislado, sino parte de un patrón que define la representación femenina en el cómic de superhéroes. Desde sus orígenes, el mainstream norteamericano construyó personajes femeninos con poderes equivalentes –o incluso superiores– a los de sus pares masculinos, pero sin otorgarles el mismo nivel de agencia narrativa ni centralidad simbólica.

El modelo se repite con variaciones. En el universo DC, Batgirl aparece como versión juvenil y femenina de Batman, y Hawkgirl casi siempre queda subordinada a la figura de Hawkman. Incluso Lois Lane y Lana Lang, aunque no poseen poderes, son representadas a partir de su vínculo afectivo con Superman.

En Marvel ocurre algo similar. Sue Storm, presentada en 1961 como la Mujer Invisible, es el personaje más poderoso de los Fantastic Four, pero su nombre y su desarrollo narrativo reflejan una contradicción: es invisible en todos los sentidos. Su rol como esposa de Reed Richards y madre de Franklin define su lugar en la trama, desplazando sus capacidades hacia la esfera privada y emocional.

Incluso una figura fundacional como Wonder Woman, cuya aparición en 1941 respondió a una voluntad explícita de ofrecer un modelo femenino de poder, fue rápidamente reabsorbida por las lógicas patriarcales del género. A lo largo de las décadas, perdió sus poderes, fue reescrita como espía, enamorada, víctima o figura decorativa. Su autonomía original –producto de la visión de William Moulton Marston, que combinaba feminismo, mitología y psicología– fue sistemáticamente diluida por tramas románticas o por imposiciones editoriales que la alejaban de su potencial disruptivo.

El caso de Supergirl condensa esta estructura. Es poderosa, pero permanece en los márgenes. Puede acompañar, proteger o replicar, pero no modifica el orden vigente. Su presencia se permite siempre que no altere la jerarquía narrativa.

Este patrón responde a un contexto cultural más amplio. En la posguerra estadounidense –cuando Supergirl aparece en 1959–, la figura de la mujer activa y pública, que había emergido durante la Segunda Guerra Mundial, es desplazada hacia el hogar. Las narrativas de masas, incluidos los cómics, reproducen ese movimiento: las mujeres son aceptables como figuras fuertes siempre que sus acciones no cuestionen los valores tradicionales ni el lugar central del héroe masculino.

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Helen Slater como Kara Zor-El en Supergirl (1984)

Supergirl (1984): Un fracaso estructural en el cine de superhéroes

En 1984, Warner Bros. estrena Supergirl, dirigida por Jeannot Szwarc y producida por Alexander e Ilya Salkind, como intento de capitalizar el éxito de las películas de Superman iniciadas por Richard Donner. La lógica detrás del proyecto replica la que dio origen al personaje en los cómics: expandir la franquicia masculina a través de una figura derivada, sin alterar su centro. El resultado fue un fracaso crítico, comercial y cultural.

Protagonizada por Helen Slater, la película fue la primera del cine de superhéroes estadounidense en otorgar un rol protagónico a una mujer con poderes. Sin embargo, la trama –centrada en un triángulo amoroso, una villana hechicera y la búsqueda de un artefacto– no logra situar a Supergirl como sujeto activo de la narrativa. La ausencia explícita de Superman no permite que el relato se reorganice en torno a Kara: su llegada a la Tierra, su enfrentamiento con la antagonista y su resolución del conflicto no configuran una épica, sino un relato menor, desconectado del núcleo heroico del género.

El problema no fue solo formal –efectos pobres, diálogos débiles o tono desparejo–, sino estructural. La película fue concebida en un ecosistema cinematográfico que, durante décadas, relegó sistemáticamente las películas de acción protagonizadas por mujeres. A diferencia de los fracasos de películas masculinas –como Green Lantern (2011) o Jonah Hex (2010)–, que no pusieron en cuestión la centralidad del héroe masculino, los fracasos femeninos fueron interpretados como demostración de que la superheroína no era viable comercialmente.

Esta lógica se repitió durante años. Películas como Catwoman (2004) o Elektra (2005) recibieron críticas devastadoras que no apuntaban solo a sus fallas internas, sino que reforzaban una lectura estructural: el modelo narrativo dominante no contemplaba la posibilidad de que una mujer protagonizara una épica centrada en el poder y la agencia.

Recién en 2017, con Wonder Woman de Patty Jenkins, esta tendencia se interrumpe de forma significativa. La película, protagonizada por Gal Gadot, logra consolidarse como éxito crítico y comercial, reconfigurando el lugar de las superheroínas en el cine. Entre Supergirl (1984) y Wonder Woman (2017) transcurren 33 años que no se explican por falta de ideas, sino por una estructura cultural que durante décadas limitó la posibilidad de pensar a una mujer como figura central del relato heroico.

El fracaso de Supergirl no es una anécdota. Es la manifestación de un límite presente en los años ochenta –y que en parte continúa– sobre quién puede ser héroe, qué cuerpos pueden protagonizar y desde dónde se ejerce el poder en el cine de acción.

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La muerte de Supergirl en Crisis en Tierras Infinitas #7

Supergirl en Crisis en Tierras Infinitas: Muerte y salida del canon de DC

La muerte de Supergirl en Crisis en Tierras Infinitas no fue solo un clímax emocional dentro del relato, sino una decisión editorial con consecuencias duraderas. A partir de 1986, con la publicación de The Man of Steel, miniserie escrita y dibujada por John Byrne, DC Comics reconfigura la mitología de Superman desde sus cimientos. En esa nueva versión, Kal-El vuelve a ser el único superviviente de Krypton.

El objetivo de esta operación era simplificar el universo DC, reduciendo la multiplicidad de Tierras y versiones que dificultaban la entrada de nuevos lectores. El sacrificio de Supergirl permitía reforzar una narrativa más concentrada, pero también implicaba la desaparición de una de las pocas figuras femeninas con poderes equivalentes a los del protagonista.

En su lugar, DC introduce una nueva versión del personaje: Matrix, una forma de vida sintética proveniente de un universo alternativo. Creada por John Byrne y desarrollada posteriormente por Roger Stern, Matrix debuta en Superman vol. 2 #16 (1988) y adopta la identidad de Supergirl. Sin embargo, no comparte su origen kryptoniano ni su vínculo familiar con Kal-El. Su construcción narrativa se desplaza hacia la ciencia ficción, la alegoría religiosa y el drama existencial.

Durante los años noventa, Matrix protagoniza distintas etapas narrativas, incluida su propia serie –Supergirl (1996–2003), escrita por Peter David– que explora temas de identidad, espiritualidad y humanidad. En esa versión, Matrix se fusiona con una joven humana llamada Linda Danvers, generando una figura híbrida que combina elementos divinos y mutantes. Aunque la serie introduce elementos de experimentación, su desarrollo se aleja cada vez más de las raíces originales del personaje.

La ausencia de Kara Zor-El fue tanto estructural como simbólica. No había registro de su existencia en la nueva continuidad, y su historia fue activamente suprimida. Este borrado revela una paradoja: para sostener la excepcionalidad de Superman, el sistema narrativo eliminó a una figura femenina cuya cercanía simbólica amenazaba con desdibujar la unicidad del héroe masculino.

Durante más de una década, el nombre Supergirl sobrevivió, pero desligado de su genealogía. Esa distorsión –una Supergirl sin Kara– funcionó como síntoma de una operación editorial más amplia: la dificultad del cómic mainstream para permitir que una figura femenina ocupara un lugar fundante en su mitología central.

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Supergirl: Rebirth (2016)

Retorno, reconstrucción y nuevas lecturas: La Supergirl del siglo XXI

Durante casi dos décadas, Kara Zor-El estuvo ausente de la continuidad oficial de DC. Su nombre fue reemplazado por versiones alternativas y su vínculo con Superman quedó suprimido por una lógica editorial que priorizaba la unicidad masculina. Sin embargo, en 2004 esa tendencia se revierte. En el arco The Supergirl from Krypton, publicado en Superman/Batman #8–13 y realizado por Jeph Loeb y Michael Turner, DC restaura formalmente a Kara como Supergirl.

Su regreso no es solo una recuperación del personaje clásico, sino una reconfiguración simbólica. Kara reaparece como sobreviviente directa de Krypton, y su llegada a la Tierra se enmarca en un clima de ambigüedad y desconfianza: ni Batman ni Wonder Woman creen en su autenticidad, mientras que Superman se debate entre protegerla y confirmar su origen. Esta contradicción metaforiza su propio lugar dentro del relato: bienvenida, pero bajo sospecha.

Desde entonces, Supergirl vuelve a ocupar un lugar dentro del canon, con diferentes etapas que exploran aspectos diversos del personaje. Supergirl (vol. 5, 2005–2011) en la etapa pre-New 52, Supergirl (2011–2015) durante New 52, y Supergirl: Rebirth (2016–2020) en el contexto del relanzamiento de Rebirth, ensayan lecturas centradas en el desconcierto ante un mundo desconocido, el peso del legado kryptoniano, la relación con la humanidad y la gestión de la propia rabia frente a la pérdida.

Cada una de estas etapas articula un dilema permanente: consolidarla como heredera legítima del legado kryptoniano o construirla como figura autónoma, con una identidad no subordinada. La respuesta varía según autores y contextos, pero la pregunta permanece abierta.

En paralelo, la serie televisiva Supergirl (2015–2021) amplía la visibilidad del personaje en el ecosistema audiovisual. Producida inicialmente por CBS y luego incorporada al Arrowverse de The CW, la serie –protagonizada por Melissa Benoist– propone una narrativa centrada en la autonomía, el trabajo colectivo y la afirmación de la identidad. Kara es periodista, hermana, alienígena y superheroína. Su vínculo con Superman existe, pero no la define.

El contexto sociocultural también ha cambiado. Las discusiones sobre representación, diversidad y agencia atraviesan tanto la producción como la recepción. Sin embargo, las contradicciones estructurales persisten. Incluso cuando Supergirl lidera su historia, la narrativa se sostiene sobre un equilibrio frágil: debe justificar constantemente su lugar como protagonista dentro de un sistema que, históricamente, no la concibió en esos términos.

Supergirl ya no es únicamente la prima de Superman, pero ese parentesco sigue operando como una marca estructural. La posibilidad de que exista más allá de esa relación –como sujeto pleno, en su propio mundo–sigue siendo una pregunta abierta en el desarrollo editorial y audiovisual contemporáneo.

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Sasha Calle como Supergirl en The Flash

Supergirl en The Flash (2023): Sustitución, marginalidad y modelo interrumpido

La aparición de Supergirl en The Flash (2023), interpretada por Sasha Calle, marca su ingreso al universo cinematográfico del DC Extended Universe (DCEU) en un contexto de transición y descomposición. La película, dirigida por Andy Muschietti, adapta libremente la historia de Flashpoint, pero introduce una alteración decisiva: el rol de Superman es ocupado por Supergirl. Donde el cómic original reconstruía una línea de tiempo alternativa en la que Kal-El había sido capturado y mantenido en reclusión, la película traslada ese lugar a Kara Zor-El.

Este reemplazo no responde a una estrategia de expansión del personaje ni a una búsqueda de protagonismo narrativo. Surge, más bien, como respuesta a la imposibilidad de integrar a Superman –en este caso, Henry Cavill– al relato. Kara aparece para cubrir un vacío, no como el centro de la historia. Su función es instrumental, subordinada al desarrollo de Barry Allen y de las versiones alternativas de Batman.

El origen de esta Supergirl está atravesado por el trauma: prisionera en una base militar siberiana, debilitada y aislada. Aunque hereda ciertos rasgos estéticos y temperamentales de la Kara de Woman of Tomorrow, su presencia carece de desarrollo: no tiene pasado, no construye un mundo propio, no despliega un conflicto que la constituya como sujeto del relato. Es liberada para pelear y muere resolviendo parte del conflicto de otros.

Su construcción narrativa reproduce la lógica de su muerte en Crisis en Tierras Infinitas: el cuerpo de Supergirl aparece para sostener el relato de los demás. Aquí no es en función de Superman, sino de Flash y Batman, quienes lideran la progresión narrativa y concentran el núcleo emocional del film. Kara entra tarde, actúa rápido y desaparece pronto.

A primera vista, el gesto de sustituir a Superman por Supergirl podría parecer una oportunidad para visibilizarla y otorgarle protagonismo. Pero la forma en que se concreta revela lo contrario. La narrativa no se organiza en torno a ella: la incorpora de manera funcional, sin otorgarle continuidad ni proyección.

La decisión de no darle desarrollo posterior en el nuevo universo liderado por James Gunn confirma el carácter interrumpido de este modelo. Supergirl en The Flash funciona como síntoma: de una transición industrial inestable, de una narrativa colapsada y de la dificultad estructural para pensar al personaje como eje de una historia. No hay expansión ni promesa. Su aparición es contingente y su eliminación, conveniente.

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Supergirl: Mujer del Mañana de Tom King

Supergirl: Mujer del Mañana | El cómic de Tom King reconfigura a Kara Zor-El

La publicación de Supergirl: Mujer del Mañana (2021–2022), escrita por Tom King y dibujada por Bilquis Evely, representó un giro radical en la historia editorial del personaje. Por primera vez, Supergirl no es tratada como una figura complementaria, ni como heredera tutelada del legado kryptoniano, sino como protagonista autónoma de un relato profundamente existencial. La serie, estructurada como una space opera con elementos de western crepuscular, reconfigura a Kara Zor-El como una viajera endurecida, errante y atravesada por el duelo.

La historia sigue a Kara Zor-El acompañando a Ruthye, una niña que busca vengar la muerte de su padre. A través del viaje, Kara se presenta no como la prima de Superman, ni como una joven en formación, sino como una mujer que ha sobrevivido a la pérdida de su mundo, que recuerda lo que Clark nunca supo: la destrucción de Krypton, la extinción de una civilización, el trauma de haber tenido un hogar y verlo desaparecer. Esa diferencia, muchas veces ignorada en narrativas anteriores, aquí se convierte en núcleo identitario.

La gran innovación del cómic es que Kara no replica a Superman: se aleja de él. No comparte su optimismo, su confianza incondicional en la humanidad ni su lugar como ícono institucional. Supergirl en Mujer del Mañana es escéptica, feroz, compasiva en los márgenes. No lidera desde la moral idealizada, sino desde la experiencia concreta del sufrimiento y la pérdida. Su ética nace del tránsito, de la exposición al dolor, del compromiso con quienes no tienen voz.

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Milly Alcock será Supergirl en el nuevo DCU

Supergirl: Mujer del Mañana | La promesa de una heroína central en el nuevo DCU

Este retrato fue decisivo para que James Gunn –ahora director creativo de DC Studios– anunciara que Supergirl: Mujer del Mañana sería la segunda película del nuevo DCU, tras Superman (2025). Escrita por Ana Nogueira y dirigida por Craig Gillespie, la película adaptará la miniserie de Tom King, y se espera que mantenga esa distancia estética, emocional y simbólica entre Kara y Clark. Gunn lo ha dicho con claridad: esta será una Supergirl muy distinta. Una mujer que ha visto morir a su gente, que fue criada en un fragmento flotante de Krypton y que, al llegar a la Tierra, no tiene por qué creer en la bondad del mundo.

La decisión no es menor. Después de décadas en que Supergirl funcionó como pieza auxiliar, como prolongación o como sacrificio editorial, Gunn plantea ubicarla como pilar fundacional del nuevo universo. No un reemplazo, sino una voz narrativa propia. En el nuevo mapa, Superman y Supergirl no son jerárquicamente desiguales, sino figuras complementarias que ofrecen miradas antagónicas sobre la misma herencia: el fin de Krypton y la posibilidad de redención en la Tierra.

Pero la pregunta –una vez más– es si esta promesa logrará sortear los dispositivos históricos que condicionaron la representación del personaje. ¿Será Kara Zor-El finalmente una heroína con derecho a protagonizar su mundo? ¿O volverá a ser absorbida por las lógicas del sistema que la formatearon como derivada?

Del cadáver icónico en la portada de Crisis en Tierras Infinitas #7, sostenido por Superman como símbolo de pérdida, a la figura endurecida que viaja entre planetas guiando a una niña en busca de justicia, el recorrido de Supergirl sintetiza la mutación editorial, cultural y simbólica que la atraviesa. La próxima película promete darle voz, cuerpo y relato. Pero la prueba definitiva será si el sistema, esta vez, le permite sostenerse sin necesidad de morir para justificar su existencia.

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