Joe Shuster: La historia detrás de Superman y su creador | Derechos de autor, explotación y olvido

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Joe Shuster, el creador de Superman, dibujó pornografía para sobrevivir. Hoy, sus herederos disputan los derechos del superhéroe más famoso del mundo frente a Warner Bros.


En 1938, dos jóvenes de Cleveland cambiaron para siempre la historia de la cultura popular. Jerry Siegel y Joe Shuster, hijos de inmigrantes judíos del medio oeste estadounidense, lograron vender su creación –un personaje extraterrestre con poderes sobrehumanos, criado en Kansas y defensor de los oprimidos– a la editorial National Allied Publications. Por 130 dólares, Superman dejó de pertenecerles.

La figura del superhéroe moderno nació en las páginas del primer número de Action Comics, publicado en junio de 1938. Pero el éxito de Superman no significó prosperidad para sus autores. Al contrario, su historia se transformó en una larga disputa por el reconocimiento y los derechos de autor, atravesada por la precariedad, la explotación y el colapso de una industria editorial que no protegía a sus trabajadores creativos.

A pesar del impacto inmediato de Superman –cuyas historietas, tiras diarias, adaptaciones radiales y productos licenciados generaron millones de dólares–, Siegel y Shuster nunca recibieron regalías. En 1946 iniciaron una demanda contra DC Comics (ya consolidada como el principal actor del rubro) para recuperar los derechos sobre su personaje. Alegaban que la cesión de 1938 había sido hecha sin conocimiento del valor real de la obra. El fallo judicial no les dio la razón. Superman quedó definitivamente en manos de la editorial.

Ese mismo año, los creadores intentaron relanzar sus carreras con una nueva serie, Funnyman, publicada por Magazine Enterprises. Fue un fracaso. La salida de Superman significó para ambos el fin de su estabilidad económica. Jerry Siegel logró mantenerse escribiendo para otros editores e incluso volvió ocasionalmente a DC. Joe Shuster no tuvo la misma suerte.

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Nights of Horror de Joe Shuster

Nights of Horror: El cómic erótico que firmó Joe Shuster en el anonimato

En los márgenes del mercado editorial de Nueva York circulaban durante los años cincuenta las revistas pulp de contenido erótico. Una de ellas, Nights of Horror, ofrecía relatos breves mecanografiados acompañados de dibujos en blanco y negro. No estaban firmados, pero sus personajes parecían versiones distorsionadas de Clark Kent y Lois Lane: cuerpos musculosos en situaciones de esclavitud, castigo físico y dominación sexual.

Décadas más tarde, el historiador Craig Yoe identificó a Joe Shuster como el autor de esas ilustraciones. Lo hizo por la fisonomía de los personajes, los trazos característicos y el estilo compositivo. Eran figuras similares a las que había creado en Action Comics, ahora invertidas: el héroe sometido, la reportera encadenada, la fuerza física desplazada a contextos de fetichismo y humillación.

Shuster no produjo ese material como gesto de ironía o crítica. Tampoco se trató de una búsqueda estética. Era una forma de subsistencia. Sin ingresos, sin seguridad social, con una ceguera progresiva y completamente fuera del mercado profesional, aceptó trabajos marginales. Los dibujos para Nights of Horror eran pagos bajos, en negro, pero representaban su única fuente de ingresos.

La publicación fue prohibida en 1954, cuando se la vinculó a un crimen sexual. En el contexto de la cruzada moralista contra el cómic y la cultura juvenil impulsada por el psiquiatra Fredric Wertham, Nights of Horror fue considerada material obsceno. Sus números fueron incautados y destruidos. La conexión con Shuster se hizo pública mucho después, cuando él ya estaba fuera del circuito editorial y del recuerdo institucional.

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Superman de Jerry Siegel y Joe Shuster

Jerry Siegel y Joe Shuster: El intento fallido de recuperar los derechos de Superman

El contrato firmado por Jerry Siegel y Joe Shuster en 1938 no incluía regalías ni ningún tipo de participación futura. A cambio de 130 dólares, cedieron todos los derechos de Superman. En ese momento, el personaje era apenas una idea publicada en una revista nueva. La editorial, que luego se consolidaría como DC Comics, se reservó los derechos de explotación, adaptación y reproducción.

Con el paso del tiempo y la consolidación del personaje como figura transmedia, los creadores intentaron recuperar parte del control. En 1946 iniciaron una demanda que fue rechazada por los tribunales. En los años setenta, tras una campaña pública impulsada por autores y lectores, DC accedió a pagarles una pensión mensual y a reconocerlos como creadores oficiales. Pero no hubo recuperación legal de los derechos.

En 1976, el Congreso de Estados Unidos aprobó una ley que introducía la cláusula de reversión de derechos. Permitía que, después de 56 años, los autores o sus herederos pudieran reclamar la propiedad de sus obras, incluso si las habían cedido. En 1999, los herederos de Siegel activaron ese mecanismo. En 2008, una corte federal les dio parcialmente la razón: podían reclamar parte de los materiales anteriores a Action Comics #1. Sin embargo, en 2013 la justicia cerró el caso al considerar que un acuerdo firmado en 2001 con Warner invalidaba futuros reclamos.

En el caso de Shuster, la situación fue aún más restrictiva. Antes de morir, en 1992, firmó un acuerdo con DC que incluía una pensión mínima y la cobertura de salud. A cambio, renunciaba a cualquier derecho futuro. Sus sobrinos intentaron, en 2003, invocar la cláusula de reversión. Pero los tribunales lo rechazaron: argumentaron que el acuerdo firmado en vida invalidaba cualquier intento posterior. En 2012, la Corte Suprema se negó a revisar el caso. Desde entonces, los herederos de Shuster no tienen ningún derecho sobre el personaje.

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David Corenswet en Superman de James Gunn

Superman de James Gunn y nuevas demandas judiciales contra Warner Bros.

Joe Shuster murió en la periferia del sistema que ayudó a fundar. Su trabajo, central en la construcción del cómic moderno, quedó sin respaldo legal, sin herencia económica y sin reconocimiento efectivo. La imagen que había creado fue transformada en ícono nacional, mientras él quedaba excluido del relato oficial.

El caso de Superman es más que un conflicto sobre propiedad intelectual. Funciona como ejemplo estructural de cómo operan las industrias culturales: los autores producen, las corporaciones capitalizan, y los marcos legales consolidan ese reparto desigual. Incluso mecanismos como la reversión de derechos, diseñados para corregir desequilibrios históricos, suelen quedar neutralizados por acuerdos firmados bajo coerción económica.

En 2023, el relanzamiento cinematográfico de Superman –anunciado por Warner Bros. Discovery como parte de un nuevo universo narrativo, con la película a cargo del director James Gunn– reactivó los conflictos legales. Los herederos de Siegel y Shuster reclamaron una revisión de los contratos firmados en 2001 y 1992 respectivamente. Alegaban que los acuerdos habían sido suscriptos bajo presión económica y sin conocimiento pleno de los derechos que estaban cediendo, especialmente ante el valor transmedia que alcanzó la franquicia en las décadas siguientes.

El conflicto se amplió ese mismo año cuando los herederos iniciaron acciones judiciales en países con legislaciones más favorables a la reversión de derechos, como Canadá y algunas naciones europeas. En esos territorios, solicitaron que se impidiera el estreno de Superman, argumentando que Warner Bros. no podía explotar legalmente una obra cuyos derechos estaban en disputa. Si bien ninguna corte impuso una prohibición formal, la amenaza de bloqueos territoriales forzó a la empresa a negociar. Según trascendidos, se alcanzaron acuerdos extrajudiciales confidenciales para garantizar la distribución internacional del film, a cambio de compensaciones económicas y menciones simbólicas en los créditos.

El dominio público y la estrategia de blindaje de Warner sobre Superman

Mientras tanto, se aproxima el vencimiento del copyright original sobre Action Comics #1. El 1 de enero de 2034, ese número –y solo ese– entrará al dominio público, conforme a la legislación vigente que establece un plazo de 95 años desde la publicación. Pero Warner Bros. ya ha registrado como marcas independientes los elementos más reconocibles del personaje: el logotipo, la “S”, los nombres de Clark Kent, Lois Lane, Metropolis, Lex Luthor, y el diseño del traje. Mediante esta estrategia de blindaje marcario, busca mantener el control comercial y narrativo sobre Superman más allá del vencimiento legal.

La figura del superhéroe que defiende al oprimido contrasta con la historia de su propio creador, empujado a los márgenes. Lo que quedó fue una marca global, una franquicia exitosa y un relato cuidadosamente editado. La justicia, como valor narrativo, quedó confinada a las viñetas. En el mundo real, el sistema funcionó de otro modo.

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