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James Gunn confirma Man of Tomorrow: La secuela de Superman llega en 2027 en medio de dudas por la taquilla

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El director oficializó el título y la fecha de estreno de la segunda película de su nuevo Universo DC, tras el estreno discreto de Superman (2025), que no logró imponerse en taquilla ni convencer a un fandom dividido.

James Gunn eligió el camino directo de las redes sociales para anunciar la noticia, sin conferencia de prensa ni entrevistas exclusivas, con apenas una publicación que incluye título y fecha. Man of Tomorrow llegará a los cines el 9 de julio de 2027, dos años después del debut de David Corenswet con la “S” en el pecho. El movimiento buscó transmitir continuidad y, en cierto modo, funcionó como un mensaje implícito de que el nuevo DCU sigue en pie, pese a la incertidumbre.

El anuncio de Man of Tomorrow fue recibido con entusiasmo inmediato en las redes, donde hashtags y trending topics multiplicaron la sensación de euforia. Sin embargo, esa reacción no alcanza para disimular la grieta que atraviesa al fandom de DC, todavía marcada por las cicatrices de la Era Snyder y la gestión bastante cuestionable de Walter Hamada, mientras persiste la sospecha de que Superman, lejos de haber resurgido como mito renovado, apenas sobrevivió a su primera prueba en la pantalla grande.

Detrás de la novedad de la secuela persiste un dato difícil de ignorar, la primera película no logró convertirse en el motor cultural y económico que Warner y DC Studios esperaban. La piedra angular de este universo cinematográfico nació con resultados discretos y sin la épica que la tradición del personaje demanda. En este contexto, la llegada de Man of Tomorrow es menos un triunfo que un desafío, necesita probar que Superman todavía puede sostener sobre sus hombros la reconstrucción de un imperio en crisis.

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David Corenswet en Superman 2025

Superman: Una taquilla que no estuvo a la altura

Superman 2025 permaneció apenas un mes en cartelera antes de saltar a digital, en un movimiento pensado para acelerar ingresos pero que no se tradujo en un repunte significativo. Con un presupuesto estimado de 225 millones de dólares en producción y otros 150 millones en marketing, la ecuación era clara: la película debía superar holgadamente los 700 millones globales para ser considerada rentable. Sin embargo, la recaudación se detuvo en 612 millones, un número insuficiente para un personaje concebido como eje central del nuevo universo.

El contraste resulta evidente al mirar hacia atrás. En plena Era Snyder, incluso títulos controvertidos como Batman v Superman: Dawn of Justice (Zack Snyder, 2016), habían alcanzado con comodidad la barrera de los 800 millones. Lo que hoy parece una quimera fue, hace menos de una década, un piso natural para un héroe que cargaba con el peso de la épica. Que Superman no haya llegado a esa cifra es algo más que un tropiezo financiero, es la señal de que la maquinaria de mitos ya no funciona con la misma potencia.

La explicación más inmediata apunta a la llamada “fatiga de superhéroes”, pero reducir el problema a un cansancio del género sería un atajo. Lo que se percibe es un escepticismo más profundo. es la sensación de que, sin una visión creativa fuerte, ningún logo ni símbolo basta para movilizar multitudes. Superman, que alguna vez fue el sol alrededor del cual orbitaba el imaginario de los cómics, aparece ahora atrapado en un presente de desgaste, en el que ni la nostalgia ni la promesa de un futuro compartido logran reactivar la fe del público.

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David Corenswet en Superman 2025

Superman: La primera película del DCU tuvo críticas positivas y un entusiasmo amplificado

En el terreno crítico, Superman 2025 fue recibida con cortesía, casi condescendencia. Las reseñas destacaron el carisma clásico de Corenswet, su química con Rachel Brosnahan y la apuesta visual de Gunn, que evita los excesos solemnes de Snyder. Sin embargo, lo que se elogió como equilibrio revela en realidad un desarme, con un héroe sin conflicto, incapaz de incomodar y reducido a comedia ligera. La película apenas cumple porque ofrece un espectáculo amable y digerible, diseñado para no molestar. Se disfruta mientras dura, pero se desvanece al instante como entretenimiento pasatista y elude la pregunta central sobre qué significa Superman en un mundo que dejó de creer en dioses.

Esa tibieza contrastó con la conversación digital, marcada por hashtags masivos y trending topics que buscaban instalar la idea de un fenómeno cultural. El entusiasmo virtual, amplificado por campañas organizadas, pintaba una épica que no se correspondía con el pulso real de la calle. Para más de un analista, lo que circulaba en redes no era un fervor genuino sino el eco de una maquinaria de marketing diseñada para sostener la ilusión de éxito.

En ese desfase entre crítica, taquilla y redes se esconde la fragilidad del proyecto. Mientras el fandom permanece dividido –algunos nostálgicos de la Era Snyder, otros dispuestos a abrazar cualquier novedad–, lo que queda en el centro es una película correcta pero efímera. Ni un fracaso rotundo ni un triunfo inspirador, un intermedio que, en lugar de cimentar un nuevo mito, refuerza la sensación de que Superman todavía no encontró su voz en esta etapa.

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Milly Alcock será Supergirl en el nuevo DCU

Man of Tomorrow: James Gunn y la dificultad del héroe solitario

Superman 2025 también es, en buena medida, una película coral, ya que las intervenciones de personajes secundarios buscan sostener la acción donde el héroe no logra generar conflicto propio. Tras su paso a digital, el film se volvió incluso un puente para comprender el universo de Gunn, especialmente frente a la temporada 2 de Peacemaker, que expande la continuidad del DCU.

Pero aquí surge la paradoja: los dos primeros episodios de la serie, encabezada por John Cena, incluyen orgías, desnudos y consumo de drogas. ¿Cómo puede un universo concebido para un público general –incluso infantil– necesitar contenido para adultos para ser entendida en su universo? La estrategia revela un descuido conceptual, ya que ser “políticamente incorrecto” no equivale a mostrar excesos gratuitos y, como cabeza de estudio, Gunn deja la sensación de que aún no sabe cómo mantener la coherencia narrativa de su cosmos.

La grieta se hace más evidente al observar el estilo de Gunn. Consagrado por Guardianes de la Galaxia y The Suicide Squad, se mueve con facilidad entre el humor ácido y las dinámicas de grupo, pero Superman deja al descubierto su dificultad con el héroe solitario. La película se desarrolla como un relato coral, con numerosos personajes de apoyo que sostienen la acción y, al mismo tiempo, diluyen la figura central del héroe.

El resultado es una película casi infantilizada, diseñada para no incomodar, que reduce a un mito fundacional de la cultura pop a un relato de matiné. Mientras el antihéroe de Peacemaker sostiene la continuidad con exceso de transgresión, el Hombre de Acero se diluye en amabilidad, incapaz de generar conflicto propio o tensionar su universo, lo que refleja los límites del enfoque de Gunn sobre los héroes individuales.

Los próximos proyectos del DCU –Supergirl: Mujer del Mañana y Clayface, dirigida por Mike Flanagan–buscan diversificar el tono y explorar otros rincones del catálogo de DC. Pero la apuesta llega con un desfase histórico evidente: es un universo que quizá hubiese sido celebrado en 2010, cuando la irreverencia era novedad. Hoy se enfrenta a un público que, tras la Era Snyder, ya transitó territorios más adultos e inquietantes dentro del cine de superhéroes.

La continuidad del nuevo DCU depende de que Supergirl logre un éxito real en taquilla, más allá de cualquier maquillaje de resultados, como ocurrió con Superman. Del desempeño de la película en solitario de la Chica de Acero dependerá también si Man of Tomorrow logra revertir la percepción de ingenuidad que persiste o si, desde su arranque, el universo confirmará que el mito más luminoso de la editorial ha quedado fuera de sintonía con su tiempo.

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