plano americano

Murió el actor Graham Greene a los 73 años | La memoria viva del cine indígena

graham greene
Actor canadiense de raíces Oneida, Graham Greene abrió caminos para la representación indígena en el cine y la televisión, su trayectoria se convirtió en un puente entre tradición y gran industria.

Graham Greene, actor canadiense de raíces Oneida, falleció en Toronto a los 73 años tras una larga enfermedad. Desde los escenarios de Toronto hasta la nominación al Oscar por Danza con Lobos, desde un condenado a muerte en Milagros Inesperados hasta un abuelo inolvidable en Reservation Dogs, su carrera fue una lección sobre cómo un intérprete puede cambiar la forma en que se cuenta una cultura. Su muerte deja un vacío esa franja del cine donde las historias de los pueblos originarios encontraron un intérprete capaz de romper los prejuicios.

Nacido en junio de 1952 en Ohsweken, dentro de la Reserva de las Seis Naciones de Ontario, Graham Greene creció en un entorno marcado por las tradiciones comunitarias y también por las tensiones con un país que apenas reconocía la voz de sus pueblos originarios. Como tantos jóvenes de su generación, buscó un lugar fuera de los márgenes que le habían asignado. El teatro fue la primera salida. En los años 70 ya trabajaba en escenarios de Toronto y Londres, fogueándose en papeles que le enseñaron disciplina y amplitud de registros.

Graham Greene: Running Brave y sus comienzos en el cine

Su primer crédito en cine llegó en 1983 con Running Brave, drama deportivo sobre el atleta nativo Billy Mills. El papel no fue central, pero abrió la puerta de una industria que en aquel entonces apenas admitía actores indígenas más allá de roles secundarios o estereotipados. Greene, sin embargo, no tardó en llamar la atención: su presencia transmitía una mezcla de gravedad y calidez que lo distinguía de inmediato.

La década de los ochenta lo encontró sumando participaciones en cine y televisión canadienses, a la espera de una oportunidad mayor. Esa oportunidad llegaría con un proyecto que parecía imposible: una superproducción épica filmada por un actor-director que se atrevía a rodar largas secuencias en lengua lakota.

El salto con Danza con Lobos

En 1990, Kevin Costner lo convocó para Danza con Lobos. Graham Greene interpretó a Kicking Bird, el jefe espiritual de la tribu sioux que acoge al personaje de Costner. La película, basada en la novela de Michael Blake, se convirtió en un fenómeno cultural: doce nominaciones al Oscar, siete estatuillas, entre ellas la de mejor película. Greene obtuvo una nominación como mejor actor de reparto, un hecho inédito para un intérprete de raíces indígenas en Hollywood.

Su Kicking Bird evitaba el lugar común del “sabio místico” y se imponía como un personaje complejo: serio y curioso, desconfiado y generoso. Greene no representaba un arquetipo, sino un hombre en conflicto con un mundo en transformación. Esa actuación se convirtió en una bisagra: probaba que un actor indígena podía sostener roles centrales con matices dramáticos y que el público estaba dispuesto a aceptarlo.

Graham Greene: Una filmografía diversa

Después de Danza con Lobos, Graham Greene consolidó una carrera en Hollywood y en el cine canadiense. Participó en Thunderheart de Michael Apted, donde volvió a interpretar a un personaje indígena, aunque desde un registro más político. Se movió con soltura en producciones comerciales como Maverick (1994), junto a Mel Gibson, y Duro de Matar: La Venganza (1995), tercera entrega de la saga protagonizada por Bruce Willis.

En 1999, su papel en Milagros Inesperados de Frank Darabont lo volvió a acercar al gran público. Greene encarnaba a Arlen Bitterbuck, un condenado a muerte que aportaba humanidad a una historia marcada por la violencia y lo sobrenatural. También participó en Grey Owl de Richard Attenborough y, ya en el siglo XXI, apareció en títulos tan diversos como Crepúsculo: Luna Nueva, Apuesta Maestra de Aaron Sorkin, Wind River de Taylor Sheridan y Antlers de Scott Cooper.

Lo suyo nunca fue encasillarse: aceptaba papeles grandes y pequeños, en dramas de prestigio o en blockbusters, siempre con la convicción de darles una verdad interna.

Graham Greene: Su trabajo en la televisión

El medio televisivo le permitió expandir aún más su registro. Desde los 80, Graham Greene fue un rostro habitual en series: The Great Detective, Murder, She Wrote, Northern Exposure, L.A. Law, Lonesome Dove: The Series. Con el tiempo se volvió un actor invitado recurrente, de esos que garantizan calidad cada vez que aparecen.

En años recientes, supo actualizarse en un panorama televisivo dominado por plataformas. Participó en Longmire, Goliath, Defiance, Riverdale y Wolf Lake. Fue parte del universo de Taylor Sheridan en 1883 y Tulsa King. Su aparición en Reservation Dogs fue celebrada por la crítica: un papel breve pero inolvidable, que mostraba su capacidad para transitar de lo solemne a lo humorístico. También brilló en Echo, de Marvel Studios, donde aportó credibilidad a una historia de superhéroes.

Greene parecía tener un pacto secreto con el tiempo: en cada década encontraba una forma distinta de mantenerse relevante.

Reconocimientos y premios

Aunque su nominación al Oscar fue el hito más visible, Graham Greene también recibió otros reconocimientos. En 2000 ganó un Grammy por mejor álbum hablado para niños gracias a Listen to the Storyteller. Fue distinguido con un Gemini Award, un Canadian Screen Award y una nominación a los Independent Spirit Awards. En 2021, su trayectoria quedó inmortalizada con una estrella en el Paseo de la Fama de Canadá.

Estos premios confirmaban lo que la audiencia ya sabía: que Greene era un actor que trascendía etiquetas y cuya voz merecía ser escuchada en todas partes.

Graham Greene: Romper el estereotipo

Quizá su aporte más importante fue haber combatido, desde la pantalla, la representación monolítica de los indígenas en el cine. Durante décadas, Hollywood los había mostrado como figuras silenciosas, místicas, apenas humanas. Graham Greene se negó a aceptar ese corsé. Sus personajes podían ser sabios, pero también gruñones, sarcásticos, torpes, entrañables o desbordados.

Al diversificar los retratos de los pueblos originarios, ayudó a abrir espacio para nuevas generaciones de actores y guionistas indígenas. Su carrera fue, en ese sentido, una forma de resistencia cultural: demostrar que había tantas formas de ser indígena como personas en la comunidad.

Greene era descrito por colegas como un profesional meticuloso y generoso en el set. Nunca buscó el estrellato mediático: prefería dejar que su trabajo hablara por él. Estuvo casado con Hilary Blackmore y tuvo una hija, Lilly Lazare-Greene, y un nieto, Tarlo. Su vida privada permaneció siempre en un discreto segundo plano, alejada de los escándalos de Hollywood.

Greene construyó seres humanos reconocibles. Su legado va más allá de los títulos que conforman su filmografía: es el de un pionero que demostró que la representación indígena podía ser rica y variada. En su partida, la industria pierde a un actor de matices. Las comunidades indígenas, a un referente que nunca olvidó sus raíces. Y los espectadores, a un rostro que nos recordó que el cine, para ser verdadero, necesita encarnar todas las formas de la experiencia humana.

Graham Greene murió a los 73 años. Quedan sus películas, sus personajes, su voz grave que parece todavía contarnos una historia alrededor del fuego.

NOTAS RELACIONADAS