Durante más de ocho décadas, Superman fue el centro de gravedad del imaginario estadounidense: un migrante con poderes divinos que encarnaba la moral absoluta, un vigilante sin fisuras, un ícono de justicia y redención. Pero esa figura, moldeada durante la Segunda Guerra y la Guerra Fría, empezó a resquebrajarse a medida que el siglo XX volvía difusa la frontera entre poder y violencia, intervención y ocupación, verdad y propaganda.
La versión de Superman 2025, dirigida por James Gunn, no ignora ese contexto: lo asume, pero lo filtra a través de una lente de ligereza y comedia, como si el desconcierto global solo pudiera procesarse mediante el absurdo. El resultado es una película eficaz, por momentos entrañable, que evita el desastre pero no resuelve el dilema central que la define: ¿qué sentido tiene Superman hoy?

Superman 2025: Bondad sin épica
Gunn elude el relato clásico del origen. Ya no hay Krypton explotando, ni bebé adoptado en Kansas. El film empieza con un Superman (David Corenswet) ya establecido –aunque derrotado y congelado en el Ártico–, arrastrado por su perro Krypto hacia la superficie. Es una declaración de principios: este Superman no es todopoderoso, ni temido, ni siquiera dueño de su entorno más inmediato. Gunn lo humaniza, sí, pero también lo desarma.
La estética remite a los dibujos animados de los 70’s: colores saturados, criaturas interdimensionales, monos que tuitean desde otras realidades y un perro con superpoderes que destruye todo a su paso. Gunn, como demostró en Guardianes de la Galaxia y The Suicide Squad, maneja con pericia estos elementos: hay ritmo, escenas bien ejecutadas, y una apuesta por el entretenimiento sin culpa. Pero esa misma liviandad funciona como escudo: un modo de evadir el núcleo ideológico que la figura de Superman arrastra consigo.
Porque Superman 2025, pese a su envoltorio festivo, es una película profundamente reactiva. Su protagonista interviene en conflictos que no comprende del todo, y el film escenifica esas irrupciones sin detenerse en su complejidad. En una escena inicial, detiene un enfrentamiento entre dos países del Este europeo –uno con ecos de Rusia, otro presentado como su víctima– sin que medie explicación, historia o consecuencia.
Más adelante, quienes ingresan en una zona bombardeada que remite visualmente a Gaza no son Superman, sino la Justice Gang, un equipo compuesto por Mr. Terrific (Edi Gathegi), Hawkgirl (Isabela Merced) y un impulsivo Linterna Verde (Nathan Fillion). La secuencia repite el patrón: rescates puntuales, cuerpos heridos, niños salvados. No hay análisis, ni dilema ético, ni marco geopolítico. La intervención funciona como gesto visual, no como conflicto narrativo. El dispositivo colonial del salvador –o sus delegados– se mantiene intacto: se aparece, se actúa, se desaparece. Nadie pregunta a quién se ayuda, bajo qué criterios o con qué consecuencias.
Este Superman no responde a instituciones ni a la ley: decide unilateralmente qué vidas salvar, qué conflictos calmar, y luego desaparece. La película no cuestiona esa lógica: la naturaliza, la disuelve en comedia. La violencia se vuelve coreografía; los cuerpos se diluyen en efectos especiales. Los territorios intervenidos no tienen historia, ni voz.

Lex Luthor: El CEO contra el héroe
El único contrapunto sólido es Lex Luthor, interpretado con astucia por Nicholas Hoult. Es un CEO tecnócrata, un empresario imperial que domina redes sociales, manipula discursos y transforma su narcisismo en plataforma política. No busca dominar el mundo, sino influirlo. Su ejército de monos –una alegoría explícita de los bots– construye tendencias, impone climas, cancela voces. A diferencia de Superman, Luthor no pretende ser bueno: su ética es la eficiencia. Si el héroe no puede ser controlado, entonces es una amenaza. Y como toda amenaza, debe ser neutralizada.
Ahí radica una de las virtudes de Superman 2025: ya no hay una batalla entre el bien y el mal, sino entre la voluntad individual y los sistemas de control. El Hombre de Acero representa la bondad como mandato interno; Luthor, el poder como gestión algorítmica. Pero ni uno ni otro logran realmente intervenir en el mundo. Superman fracasa en salvar más allá del gesto inmediato. Luthor, en su afán de totalización. Ambos encarnan figuras anacrónicas: uno por idealista, otro por excesivamente racional.
Krypto, el perro con superpoderes, sintetiza esa tensión. Es caótico, incontrolable, entrañable. Representa el poder puro, sin ética, sin regulación, sin propósito. Gunn lo adora –el personaje está basado en su propio perro– y eso se nota. Pero esa fascinación también delata una falta de estructura: ni siquiera el poder más noble puede ser domesticado.

Superman 2025: Los límites del heroísmo
Narrativamente, Superman 2025 funciona: el montaje es claro, las actuaciones correctas, los diálogos sostienen el ritmo. Rachel Brosnahan compone una Lois Lane con más cuerpo que en otras versiones, aunque con poco desarrollo real. Sus escenas con Clark Kent rozan preguntas políticas que el film deja en suspenso: ¿qué significa intervenir? ¿Con qué legitimidad? ¿En nombre de qué? Esas preguntas no se responden, pero quedan flotando. Lo mismo ocurre con los personajes secundarios: hay potencial, pero no tiempo. Gunn parece más interesado en demostrar que el universo DC puede ser divertido que en construir una película con densidad conceptual.
En última instancia, Superman 2025 es una película sobre los límites del heroísmo. No porque cuestione al héroe, sino porque lo vuelve inofensivo. Este Superman es bueno, empático, poderoso, pero no representa una salida. Su moral es decorativa en un mundo que no puede ser salvado por actos individuales. Por más que Gunn quiera devolverle la luminosidad, lo que deja es un vacío. No es una película fallida, ni cínica, ni ridícula. Pero tampoco es urgente, ni transformadora.
James Gunn entiende que no hay épica posible sin conflicto real, pero decide disolverlo en una narrativa amable, autorreferencial, de tono familiar. A veces la ligereza es una forma válida de resistencia. Aquí, es una forma de evasión. Superman sigue siendo bueno. El mundo, en cambio, sigue siendo demasiado complejo para que eso alcance.

Snyder vs Gunn: Dos visiones del mito
En este sentido, la película se vuelve imposible de leer sin contrastarla con la encarnación anterior del personaje, la que propuso Zack Snyder en Man of Steel (2013) y Batman v Superman (2016). Allí, Superman (Henry Cavill) era una figura trágica, mesiánica, perseguida por la sospecha: su mera existencia desataba crisis políticas, filosóficas, religiosas. El mundo de Snyder no creía en Superman, y por eso su presencia era inquietante. Su poder no tranquilizaba: generaba culto, paranoia, vigilancia. No se trataba de lo que hacía, sino de lo que era.
El Superman de Snyder encarnaba la incomodidad contemporánea: un dios sin consenso, una amenaza para la soberanía, una grieta en el orden liberal. Gunn, en cambio, construye un héroe que busca ser querido. Ya no genera temor ni conflicto. Su presencia no interroga al sistema: lo embellece.
La diferencia no es solo tonal –la oscuridad solemne de Snyder frente a la comedia pop de Gunn–, sino ideológica. Snyder concebía al héroe como una figura perturbadora. Gunn lo presenta como una fuerza estabilizadora, emocionalmente transparente. En Snyder, el mito era insoportable. En Gunn, es adorable. Ambos reflejan lecturas del presente. Pero mientras uno entendía que ya no hay lugar para dioses puros, el otro parece creer que basta con hacerlos simpáticos.
Como carta de presentación del nuevo DCU, Superman 2025 funciona: entretiene, fluye, presenta personajes con carisma y actualiza el mito con guiños contemporáneos. Pero su eficacia es también su límite. En lugar de una relectura crítica del héroe, ofrece una validación emocional. En vez de interrogar al poder, lo vuelve entrañable. Puede que sea la mejor película de superhéroes desde Avengers: Endgame y el Snyder Cut. Pero en ese ranking también se revela la crisis del género: cuando la promesa máxima es que una película “no está mal”, es que el superhéroe ya no salva el mundo. Solo lo decora.
 
				 
								


