Megalodón 2: La venganza de la Naturaleza

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En Megalodón 2, Jason Statham navega los mares como último estandarte de una humanidad enfrentada a las consecuencias de su propia arrogancia depredadora.

En 1975, un joven Steven Spielberg cambia el cine de género para siempre con una película de explotación de alto presupuesto que ubica el horror en los mares y que se sostendría en diversos filmes, desde las continuaciones de Tiburón, pasando por (las ya ahora más allá del bien y del mal) Sharknado, o una de las que le dio una vuelta de tuerca, Deep Blue Sea, que se sumaron a la lista de películas sobre tiburones y lo mantuvieron como el ícono del terror marítimo, vivo a través de ya cuatro décadas.

Ahora llega Megalodón 2: El Gran Abismo (Meg 2: The Trench), una producción chino-estadounidense, con Jason Statham encarnando nuevamente al intrépido rescatista submarino Jonas Taylor. Años pasaron de los hechos narrados en la película original. La existencia de los megalodones es científicamente comprobada y una poderosa organización de protección de la fauna marina investiga y protege a las prehistóricas especies que habitan en ese lecho abisal oceánico que parece detenido en el tiempo.

Todo se complica cuando nuestros protagonistas descubren una estación minera submarina clandestina que está depredando el abismo, ya que es rico en minerales por los cuales se pagan cifras millonarias. En medio de todo este conflicto –que va a traer revelaciones y hasta traiciones–, están los megalodones, que junto a otras especies de esa fauna secreta, amenaza a ambos bandos en medio de su lucha.

El punto de conflicto termina siendo la lucha de estas organizaciones y los megalodones son solo meros artefactos para poner ese toque de amenaza, casi anecdótica, en el medio de la acción. Si la comparamos con la primera película –en la que la historia giraba en torno a lo que significaba que este depredador prehistórico aún exista–, Megalodón 2 sale perdiendo.

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Jason Statham como Jonas Taylor en Megalodón 2

Megalodón 2: Jason Statham, el James Bond ecologista

Luego de las decepciones que terminaron siendo las dos últimas entregas de Jurassic World –en las que el punto de atención y conflicto llegaron a ser los dinosaurios en una mansión y las langostas gigantes en detrimento de las criaturas prehistóricas–, es frustrante que Megalodón 2 termine siendo un cliché de película de acción que se desvía demasiado del foco convocante.

Si bien el diseño de producción funciona y los efectos y el CGI son creíbles (punto que hay que destacar en esta época de CGI’s desilusionantes en muchas grandes producciones), esta película vuelve a cometer el error -como en la primera entrega- de querer ser de varios géneros a la vez.

La película empieza a mutar desde un filme de expediciones pseudocientíficas a una película de acción –con espías incluidos. Recién para el final se acuerda que es una con tiburones (y otros animales prehistóricos en este caso), para empezar a caer en lugares comunes absurdos, donde Jason Statham nuevamente parece ser el único personaje capaz de enfrentarse –literalmente– cara a cara contra los gigantescos escualos.

Basado en la segunda parte de una saga de ocho novelas del autor de ciencia ficción Steven Alten, Ben Wheatley cumple su tarea como director: va a lo seguro y no toma riesgo alguno en la narrativa visual, emulando el camino iniciado por Jon Turteltaub en la primera película. Statham se muestra como como un héroe de acción desde el minuto uno o, como dicen en la película, “un James Bond ecologista”.

Megalodón 2 es una película que se queda a medio camino de lo que pretende ser. Si bien es disfrutable para pasar el momento, es una mezcla despareja de varios géneros, y eso la termina perjudicando, incluso si se es amante del costado serial killer de los tiburones.

Tráiler de la película:

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