Un Nuevo Mundo: El intento fallido de Marvel de continuar el legado político de Capitán América

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Tras años de explorar temas sociopolíticos, la franquicia Capitán América se encuentra en un punto crítico. Un Nuevo Mundo intenta seguir el legado de sus predecesoras, pero su falta de profundidad la condena al olvido.

Desde que Marvel Studios consolidó su universo cinematográfico como el gran referente del blockbuster contemporáneo, la franquicia Capitán América ha oscilado entre la exploración de temáticas políticas y la fidelidad a la fórmula superheroica. Con Capitán América: Un Nuevo Mundo (Brave New World), La Casa de las Ideas intenta reafirmar la relevancia de la saga en la Fase 5 del MCU, confiando en Sam Wilson (Anthony Mackie) como el nuevo portador del escudo. Sin embargo, en un contexto político global que exige mayor profundidad, la película se queda a medio camino entre el thriller político y la acción convencional, fallando en capturar la carga simbólica que el personaje ha llevado durante décadas.

El título Brave New World es llamativo por razones que la película nunca justifica. La referencia inmediata es la novela distópica de Aldous Huxley, un clásico que explora una sociedad sometida por el consumo y la manipulación psicológica. Sin embargo, la conexión entre la obra de Huxley y la película es inexistente. Mientras la novela plantea una crítica sobre la alienación en un mundo de falsa felicidad, la nueva entrega de la franquicia no explora ningún subtexto similar ni utiliza su título para dialogar con el estado del mundo actual. En su lugar, el nombre parece haber sido elegido por su resonancia sin una verdadera intención de plantear una reflexión más profunda.

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Anthony Mackie como Sam Wilson en Capitán América: Un Nuevo Mundo

Racismo e identidad: La historia política del Capitán América en el MCU

La saga Capitán América se ha destacado dentro del MCU por abordar conflictos sociopolíticos con una madurez poco común en el cine de superhéroes. El Soldado del Invierno (The Winter Soldier, 2014) de los hermanos Russo marcó un giro clave al explorar temas como la vigilancia masiva y la corrupción gubernamental en un mundo post-Snowden. Su secuela, Guerra Civil (Civil War) de 2016 profundizó en las fracturas ideológicas y las implicaciones de la regulación estatal sobre los superhéroes, llevando la saga a un nivel de reflexión política que otorgó a Steve Rogers una complejidad moral inédita, elevando el arquetipo del superhéroe patriótico.

A lo largo de las décadas, Capitán América ha sido un símbolo de lucha contra la opresión, pero su significado ha evolucionado con el tiempo. Mientras que Steve Rogers representó la moralidad inquebrantable durante la Segunda Guerra Mundial, en el MCU su arco narrativo lo transformó de un soldado obediente a un hombre dispuesto a cuestionar la autoridad y las estructuras de poder. Con la salida de Rogers del escenario, Un Nuevo Mundo se presenta como una oportunidad para redefinir el legado del héroe a través de Sam Wilson, quien hereda no solo el escudo, sino también el peso de un símbolo profundamente marcado por la historia y la lucha por la justicia.

Falcon y el Soldado del Invierno (The Falcon and the Winter Soldier) de Malcolm Spellman profundiza en este dilema, explorando no solo el peso del legado del escudo, sino también la carga racial e histórica que este conlleva. Estrenada en 2021, poco después del auge del movimiento Black Lives Matter tras el asesinato de George Floyd, la serie se inserta en un contexto sociopolítico de gran relevancia. En este marco, la historia de Sam Wilson cobra una resonancia aún mayor, dejando claro que tomar el escudo no es meramente un acto de sucesión, sino una reivindicación racial y política.

Estados Unidos, una nación forjada sobre el sufrimiento de los esclavos negros que, durante siglos, contribuyeron a edificar su imperio, se enfrenta a su propia historia en el momento en que el Capitán América deja de ser un hombre blanco.

La serie aborda con firmeza la carga histórica del escudo, representada en Isaiah Bradley (Carl Lumbly), un supersoldado afroamericano traicionado por el gobierno y condenado al olvido. La lucha de Sam Wilson, entonces, no solo se enfrenta a enemigos tangibles, sino a las estructuras de poder que perpetúan la exclusión racial.

Sin embargo, en Un Nuevo Mundo, la narrativa parece evitar estos debates en favor de una historia más tradicional de espionaje y conspiraciones. La película reincide en la injusticia contra Isaiah Bradley, repitiendo el ciclo de opresión del que una vez fue víctima sin un análisis que lo contextualice. En lugar de ofrecer una evolución en el discurso, la película reutiliza su historia sin otorgarle el peso reflexivo que amerita, convirtiéndolo en un recurso narrativo más que en una verdadera exploración de la injusticia.

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Harrison Ford como Red Hulk en Capitán América: Un Nuevo Mundo

Capitán América: Un Nuevo Mundo y la repetición de la fórmula Marvel

La trama de Un Nuevo Mundo gira en torno a la amenaza del adamantium descubierto en el cadáver celestial dejado por Eternals (Chloé Zhao, 2021), un recurso que despierta tensiones geopolíticas y es codiciado por distintos actores internacionales. A pesar del potencial para un thriller político en la línea de El Soldado del Invierno, la película opta por un desarrollo predecible y carente de verdadera urgencia narrativa.

El antagonista principal, Samuel Sterns (The Leader), interpretado por Tim Blake Nelson, representa una amenaza de orden intelectual, pero su impacto es diluido por un guión que no se atreve a incomodar. Giancarlo Esposito, en el papel de Sidewinder, aporta presencia escénica pero su personaje nunca trasciende el molde de villano unidimensional.

De manera similar, la introducción de Red Hulk, encarnado por Thaddeus “Thunderbolt” Ross (Harrison Ford), tenía el potencial de examinar la militarización extrema de Estados Unidos, pero se reduce a una subtrama sin peso narrativo. La oportunidad de explorar el conflicto entre el control estatal y la autonomía de los superhéroes se diluye en una secuencia de acción genérica con una resolución predecible, cursi y sin consecuencias.

Uno de los mayores desperdicios de Un Nuevo Mundo es la inclusión de Sabra, interpretada por Shira Haas. En los cómics, el personaje es una mutante agente del Mossad, lo que inevitablemente genera una connotación política dentro del MCU, especialmente en el contexto del conflicto actual en Gaza y la creciente polarización en torno a la representación de figuras militares en la cultura pop. Pero en lugar de aprovechar esta oportunidad para generar una discusión sobre la ética de la intervención militar o el papel de los superhéroes en conflictos internacionales, la película opta por una caracterización desprovista de profundidad, diluyendo cualquier subtexto potencialmente incómodo para la audiencia global.

Técnicamente, Un Nuevo Mundo también deja mucho que desear. La dirección de Julius Onah es funcional, pero carece de identidad visual. La puesta en escena se siente genérica, sin la inventiva que los hermanos Russo imprimieron en El Soldado del Invierno. La cinematografía de Kramer Morgenthau no destaca ni aporta una atmósfera distintiva, limitándose a una iluminación plana y un uso convencional de la cámara en mano.

Las escenas de acción, a pesar de estar coreografiadas con solvencia, no logran generar impacto debido a un montaje excesivamente frenético y una falta de claridad en la geografía de las peleas. La música de Laura Karpman, aunque retoma algunos leitmotivs de entregas anteriores, se siente poco inspirada y no aporta una verdadera identidad sonora a la película. En términos de efectos visuales, la calidad es inconsistente: algunas secuencias lucen pulidas, mientras que otras evidencian la fatiga del equipo de VFX de Marvel, una problemática recurrente en las producciones recientes del estudio.

Más allá de sus problemas narrativos, Un Nuevo Mundo deja en evidencia las limitaciones de su director. Su filmografía previa no sugería un manejo sólido del cine de acción o del thriller político, y su puesta en escena es funcional pero carente de identidad. El guion, firmado por Malcolm SpellmanDalan MussonRob EdwardsJulius OnahPeter Glanz, evita los riesgos y apuesta por una historia predecible, lo que refuerza la sensación de que Marvel está operando con el piloto automático.

Marvel Studios enfrenta un periodo de desgaste evidente. La sobreproducción de contenido en cines y plataformas de streaming ha fragmentado el interés del público, mientras que el agotamiento de la fórmula superheroica se hace cada vez más notorio. Tras el cierre de la Saga del Infinito con Avengers: Endgame (Russo Brothers, 2019), el MCU ha tenido dificultades para construir una nueva narrativa cohesiva y personajes con el mismo impacto. Con Avengers: Doomsday en el horizonte, la franquicia se encuentra en un punto de inflexión: necesita redefinir su dirección para recuperar el interés y la relevancia que alguna vez tuvo.

En última instancia, Capitán América: Un Nuevo Mundo es el reflejo de un Marvel Studios en crisis de identidad. La película intenta ser una pieza clave en la continuidad de la franquicia, pero su falta de audacia y su insistencia en repetir fórmulas la convierten en un episodio prescindible dentro del MCU. La evolución que promete es un espejismo: bajo la apariencia de cambio, lo que persiste es un universo atrapado en su propia repetición.

En un momento en el que el cine de superhéroes enfrenta su mayor desafío, Un Nuevo Mundo tenía la oportunidad de redefinir el papel de Capitán América en un mundo post-Endgame. Sam Wilson merecía más que ser una sombra de su predecesor; merecía una historia con convicción, riesgo y verdadera identidad. Pero en lugar de un nuevo mundo valiente, lo que nos queda es el eco de uno viejo y cansado.

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