En el universo que está construyendo James Gunn con Superman (2025) como piedra angular, los Green Lantern no llegan como una revelación posterior, sino como parte fundacional del nuevo canon. Nathan Fillion interpreta a Guy Gardner, el primer Linterna Verde en aparecer en pantalla bajo el nuevo sello del DCU, y su presencia no pasa desapercibida: es ruidosa, contradictoria y profundamente simbólica.
Gardner es un personaje incómodo. No representa la nobleza impoluta ni la templanza estoica. Es un héroe con formas toscas, que oculta su compromiso detrás de frases cínicas. Sin embargo, su inclusión en Superman es menos un chiste que un manifiesto: el futuro cósmico de DC empieza con imperfección, con sarcasmo, con un tipo que cita su juramento solo cuando le conviene.

¿Qué es el Green Lantern Corps y por qué su juramento importa?
A diferencia de otros héroes individuales, los Green Lantern no son una excepción en su mundo, sino parte de una estructura galáctica de vigilancia. Son agentes designados por los Guardianes del Universo, una antigua raza inmortal que gobierna desde el planeta Oa, y cuya tarea es mantener el orden a través de los 3600 sectores en que se divide el cosmos. Cada sector tiene su Lantern. La Tierra –por su posición estratégica y por razones editoriales– ha tenido varios.
La clave del poder de los Green Lantern está en el anillo, pero el verdadero corazón del mito es el juramento. Más que una fórmula de activación, es un código ético, un contrato espiritual que cada Lantern debe renovar cuando recarga su anillo. El más conocido reza:
“En el día más brillante, en la noche más oscura,
Ningún mal escapará a mi vista.
Que aquellos que adoran el poder del mal,
teman mi fuerza: ¡la luz de Linterna Verde!”
Este voto tiene múltiples capas. Habla de la vigilancia (“ningún mal escapará”), de la resistencia a lo sombrío (“en la noche más oscura”), pero sobre todo, del uso del miedo como boomerang narrativo: si los villanos encarnan el terror, el Lantern encarna la voluntad que no cede.
En Superman (2025), Guy Gardner invoca ese juramento –o más bien lo cita a medias– para excusarse de ayudar. “Mi voto me impide intervenir”, dice, como si se tratara de un código religioso, un artículo constitucional. Pero Hawkgirl (Isabela Merced) lo desmiente con cinismo: “Siempre usás ese verso para zafar”. La escena no es menor. Funciona como una inversión irónica del credo clásico. Donde otros lo recitan para renovar su vocación, Guy lo usa como escudo para evitar actuar.
Y sin embargo, ahí está el punto: aunque lo niegue, actúa. Aunque sea por orgullo, por fastidio o por responsabilidad diluida, Guy Gardner termina uniéndose a la causa. Porque el juramento, incluso dicho a desgano, deja marcas.
Esta escena –aparentemente cómica– dice mucho sobre la lectura que Gunn propone para esta etapa del DCU: los mitos fundacionales no se repiten. Y en ese espacio entre tradición y disonancia, personajes como Guy Gardner cobran nueva vida.

¿Quién es Guy Gardner y por qué es el Green Lantern menos heroico del canon?
Si Hal Jordan es el piloto temerario con corazón de oro, y John Stewart el arquitecto de principios firmes, Guy Gardner es el incordio que no encaja en ningún molde. Su origen en los cómics lo ubica como segundo suplente para el anillo de Abin Sur, pero una serie de accidentes –primero editoriales, luego narrativos– lo convirtieron en Green Lantern titular. Desde entonces, ha sido todo lo que un superhéroe no debería ser: impulsivo, arrogante, violento, machista, sarcástico. Y sin embargo, el anillo nunca lo rechazó. Porque si hay algo que Guy Gardner tiene, es voluntad. Y eso basta.
Creado por John Broome y Gil Kane en Green Lantern #59 (1968), Gardner fue rediseñado radicalmente en los 80 por Steve Englehart y Joe Staton, quienes lo convirtieron en la caricatura viva del macho norteamericano: corte tazón, campera de cuero, actitud agresiva. En Justice League International, bajo el guion de Keith Giffen y J.M. DeMatteis, se convirtió en el bufón funcional del equipo. Era el tipo que siempre decía lo que nadie debía decir. Que se creía el líder sin que nadie lo eligiera. Que no podía entrar en una escena sin chocar con todos.
Pero esa misma incorrección lo convirtió en uno de los personajes más humanos del DCU. A diferencia de otros Lanterns, Guy Gardner no tiene vocación heroica. Actúa por impulso, por lealtad selectiva, por orgullo. No es el tipo que inspira discursos. Es el que aparece a último momento, puteando y golpeando, y sin embargo logra salvar el día. Por eso, incluso cuando se lo odia, se lo necesita.
En Superman (2025), Nathan Fillion lo interpreta en esa clave: un tipo difícil de querer, pero imposible de ignorar. Su estética es retro, casi paródica: cinturón blanco, chaleco brillante, todo mal. Pero ahí reside su fuerza: en su desajuste. En su negativa a representar el ideal. Gardner no es el Green Lantern que queremos, pero es el que el nuevo DCU parece necesitar para iniciar una etapa menos solemne.
Su inclusión también redefine la dinámica narrativa. Donde Hal o John habrían traído gravedad, Guy introduce fricción. Su choque con Superman no es de ideología, sino de actitud. Es la voluntad contra la esperanza. La terquedad contra la nobleza. El cinismo contra la convicción.
Y esa tensión es narrativa pura. Porque cada universo compartido necesita un agente de caos. Guy no es el centro moral de la historia. Pero tampoco es decorado. Es disonancia activa. Y por eso, su lugar como el primer Linterna del DCU no es un error: es una advertencia.
Green Lanterns en el cine: De la ausencia al regreso en Superman 2025
Durante años, los Green Lantern fueron una deuda pendiente del cine de superhéroes. Si bien su mitología es una de las más ricas y expansivas del universo DC –una mezcla de ciencia ficción cósmica, drama policial y épica moral–, su presencia en pantalla grande ha sido mínima y problemática.
El intento más recordado (y fallido) fue Green Lantern (2011), con Ryan Reynolds como Hal Jordan. Un film atrapado entre la solemnidad de Superman Returns y el tono liviano del naciente MCU, que naufragó en CGI saturado, una narrativa sin alma y un universo que no estaba listo para su propia expansión. Fue tal el rechazo que Warner congeló todos los proyectos relacionados, y el anillo quedó guardado por más de una década.
En los planes originales del DCEU de Zack Snyder, Green Lantern tenía un rol central: primero con Hal Jordan y John Stewart, luego con la incorporación de los Corps en el conflicto cósmico contra Darkseid. Pero esas escenas se cortaron. La única mención real llegó en Zack Snyder’s Justice League (2021), con un Lantern alienígena de fondo en una batalla ancestral. Y nada más.
Por eso, la aparición de Guy Gardner en Superman (2025) no es solo un gesto narrativo: es un statement editorial. James Gunn reintroduce a los Green Lantern desde un lugar inesperado: no desde la épica heroica, sino desde el disenso. No como salvadores espaciales, sino como agentes incómodos dentro de una coalición improvisada.

La Justice Gang y Maxwell Lord: Vigilancia tercerizada, mitos privatizados
En Superman (2025), uno de los detalles más inquietantes pasa casi desapercibido: la Justice Gang no es una organización heroica al estilo clásico, sino una especie de fuerza operativa financiada por capital privado, con Maxwell Lord como mecenas. Lejos del idealismo de la Liga de la Justicia original, esta nueva agrupación se presenta como un ensayo de seguridad tercerizada, un think tank armado con ínfulas de cruzada moral.
Maxwell Lord –personaje cuya historia oscila entre el empresario con conciencia social y el manipulador maquiavélico–aparece aquí como un intermediario entre los héroes y el poder. Su figura encarna el nuevo paradigma: el héroe ya no actúa en nombre de un ideal colectivo, sino al servicio de una estructura contractual.
La Justice Gang no surge de una emergencia ética ni de una alianza espontánea. Es un producto. Un experimento de gobernanza vigilante disfrazado de iniciativa solidaria. Y Guy Gardner, con su anillo intergaláctico, forma parte de ese engranaje. Su voto, su código, su autonomía… todo está ahora subordinado a un sistema en el que la justicia se terceriza y la seguridad se cotiza.
Esto plantea preguntas políticas urgentes:
- ¿Qué significa que los mitos estén al servicio de estructuras privadas?
- ¿Qué margen de decisión tiene un héroe dentro de un ecosistema regido por los fondos y las órdenes?
- ¿Dónde queda la voluntad —ese valor sagrado del Green Lantern Corps— cuando el miedo y el control ya no provienen del caos, sino de la administración del orden?
En este sentido, la Justice Gang es un espejo incómodo del presente: una coalición de vigilancia en tiempos de crisis, pero también una marca, un branding. Y Guy Gardner es su embajador más elocuente: no representa la esperanza, ni la moral, ni la verdad. Representa la fricción entre deber y comodidad. Entre pertenecer y obedecer.
Lo interesante será ver cómo reacciona Superman frente a este modelo. Porque el Hombre de Acero, aun en esta versión más coral y contemporánea, sigue siendo una figura de decisión ética autónoma. Y cuando el ideal choca con el sistema, la pregunta se vuelve inevitable: ¿quién protege a quién?



